25: Patrulla de rescate

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¡Hoy cumple Leyla! Cumpliría 36 en 2016. Guau...

Logré traerles un capítulo corto, pero interesante. No estoy teniendo las condiciones ideales para escribir, pero al menos logré no posponer la fecha. Espero que les guste :)


Capítulo 25

Patrulla de rescate

A pesar de que sigo pensando que la conducta de Draco es más que inaceptable, sigo pensando en él cuando estamos en la Sala Común esperando a que termine la hora oficial de clase. Terminamos veinte minutos antes de lo esperado, veinte eternos minutos... Pero no podemos hacer nada más que esperar. McGonagall dejó bien claro que nadie debe salir de la Sala Común hasta las cinco.

Hermione está intentando leer el Monstruoso Libro de los Monstruos sin perder ninguna parte del cuerpo, y por ahora ha logrado el récord de leer por un minuto treinta y dos segundos. Ron controla el tiempo con su reloj y Harry está pensativo en el sillón.

Yo, en lugar de hacer mi tarea de Transformaciones, estoy garabateando una hoja y mi mano no tarda en formar corazones.

—Un minuto y treinta y cinco segundos —informa Ron cuando el libro de Hermione se cierra con un golpe—. Vas mejorando. A este ritmo podrás leer por diez minutos seguidos en...

—En meses —suspira ella.

—Qué optimista, yo iba a decir años... ¿A quién le dibujas esos corazones, Leyla?

—Aaaeehhyooooahhh...

Ron me mira con los ojos como platos y yo sonrío, roja de pies a cabeza.

—Nada, estaba practicando para la clase de arte.

Nadie cuestiona la existencia de esa clase, y cuando le pregunto a Ron qué hora es, me dice:

—Cinco menos cinco.

Eso me hace acordar a un cantito tonto que a Selene le encantaba para marearme cuando aún aprendía la hora:

Son las cinco menos cinco,

Faltan cinco para las cinco.

¿Cuántas veces dije cinco

Sin contar el último cinco?

Y como decía sincontarel todo junto, dudaba si esa vez había dicho el número o no. Juro que me vengaré algún día. Creo que pasar el rato con uno de sus compañeros más guapos no es un mal lugar para empezar.

Cuando suena la campana, no soy la única que se apresura a salir de la Sala, aunque debo ser la única que empuja como loca. Paso por el baño, esperando que ninguna canilla explote, y me miro en el espejo. Bien: no estoy más despeinada que de costumbre. Pero andar en hipogrifo no es la actividad más limpia que haya, y creo que no huelo tan bien.

Por el huevo que empolla el sapo, no voy a llegar tarde solamente para buscar un perfume.

Cuando estoy por llegar al Gran Salón, al trote, veo a Cedric que me saluda desde el otro lado del pasillo. Viene con libros bajo el brazo y el cabello terriblemente perfecto. La luz que entra por las pequeñas ventanas le ilumina algunos rizos cobres que me hacen agua la boca.

Creo que tienes hambre, dice Francesca.

—¿A dónde quieres que vayamos? —me pregunta.

—No sé. ¿Al patio?

Hay un par de patios internos en Hogwarts donde se puede estar sin ver a los hipogrifos y sin vientos inconvenientes. Vamos al patio de Transformaciones y nos sentamos en un banco bajo un gran roble que creció en medio del pasto.

—¿No tuviste problemas con Sprout?

Él sonríe y sacude la cabeza.

—Te dije que no se enoja con los de su casa, en especial si son prefectos. ¿Y en tu clase? ¿Cómo te fue?

—Bien, Hagrid no me dijo nada por llegar tarde. Pero dejemos de hablar de las clases por un momento.

—Entonces déjame decirte que tendré que entrenar duro con el equipo este año para vencer a Gryffindor. Dos de sus jugadores saben volar en hipogrifo.

—¿Cómo sabías?

—Las noticias corren rápido en Hogwarts. Eres muy valiente, yo no quise ni acercarme al hipogrifo del año pasado cuando el profesor Kettleburn los trajo.

—Ah.

Ay, no, ¿por qué dije eso? ¿Por qué tuve que arruinar la situación? ¿¡Quién dice "ah"!?

Dos figuras pasan por uno de las galerías alrededor del jardín y sus pasos nos distraen del momento incómodo.

—Parece que es un lugar habitual para parejas —dice él.

Yo miro al suelo y me entretengo enroscando el tallo de una planta alrededor de mi dedo.

Cedric se ríe, pero luego se pone serio.

—¿Sabes qué planta es esa?

—¿Mmm?

Se arrodilla a mi lado y me quita el tallo a toda velocidad y examina la piel. Mi mano está en su mano y se ven tan lindas juntas...

—¿Cómo dejan que esto crezca aquí?

—¿Crees que sea venenosa? —susurro. No puedo hablar más fuerte. No quiero sacar mi mano de la suya.

—Roble —dice asintiendo—, roble venenoso.

"Alumna de Hogwarts muere en MANO de un alumno, inmovilizada luego de tocar una hoja de roble venenoso". El Profeta venderá muchas copias con ese titular.

—Cedric... —murmuro—. Cedric, si muero... quiero que sepas que...

—No vas a morir —me sonríe él, agachado, con nuestros ojos a la misma altura.

Alguien carraspea y Cedric suelta mi mano y se incorpora. George y Fred están al otro lado del banco, con los brazos cruzados.

—Lamentamos interrumpir, pero pueden proponerse matrimonio más tarde —dice George.

Me pongo roja y zapateo el suelo con impaciencia.

—¿Qué necesitan? —pregunta Cedric.

—Leyla, Snape dice que vayas mañana a las cinco a su despacho —dice Fred con naturalidad. Ahora estoy pálida.

—Miren, no se siente bien —dice Cedric—, tocó una planta venenosa y...

—Entonces ya mismo te llevamos a la enfermería —dice George—. Gracias por cuidarla mientras no estábamos, pero ahora nos haremos cargo nosotros —le dice a Cedric, que frunce el entrecejo y se corre a un lado. Los gemelos me levantan, uno de cada brazo, y quieren llevarme entre los dos cargada hasta la enfermería.

—No, no, esperen, puedo caminar.

Una vez que me estoy sobre mis pies, cada uno se mantiene firme en aferrar uno de mis brazos y marchan hacia delante. Viendo que no hay escapatoria, volteo la cabeza y trato de sonreírle a Cedric, que sonríe levemente y se da la media vuelta con las manos en los bolsillos y camina hacia la otra punta del patio.

—A la enfermería —canturrean los gemelos al doblar por la esquina. Una vez allí, Madam Pomfrey suspira y, sin preguntar qué me pasó esta vez, me instala en una camilla y echa a los gemelos, que me saludan con la mano antes de irse. A unos metros está mi primo, con el brazo vendado y con Pansy Parkinson llorando a su lado. Oh, vaya suerte que tengo.

Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora