Había sido una jornada larga, llena de resurrecciones. Issa y Yasri le habían ayudado en todo lo posible, pero aún así Karou se sentía cansada, agotada. Cada vez que observaba los cuerpos conjurados, ella se preguntaba si Brimstone estaría contento con su trabajo. Había mejorado, claro, pero ella sabía que no llegaría al nivel de él. En aquellos momentos añoraba poder verlo por última vez, el recuerdo que tenía de él —el último— era el de un Brimstone enfadado al que no le había importado echarla de la tienda a pesar de sus heridas. Intentaba imaginarlo sonriendo, pero era imposible.
Nitid y Ellai ya se habían adueñado del cielo nocturno, señal de que ya era momento de descansar. Y así lo hizo, se recostó, al día siguiente debía continuar con su trabajo. Cerró los ojos ansiando que la noche terminara rápido y llegara el día siguiente, pero no por querer continuar con su labor —no podía negar que ha veces deseaba no hacer absolutamente nada—, sino porque Akiva iría a verla a Loramendi.
***
La luz la cegó, había abierto los ojos con tal desesperación que la luz que iluminaba el lugar le había tomado por sorpresa. Indicándole que no se encontraba en Loramendi. Y podía apostar que en Eretz tampoco. Se sintió decepcionada, esperaba que al despertar, sus ojos se toparan con Akiva aun lado de la cama, observándola dormir o durmiendo con ella. Se deshizo de ese sentimiento, debía averiguar en dónde se encontraba. El lugar era similar a la tienda en la que ella dormía, sólo que más iluminado y de color blanco, incluso estaba su frasco de dientes sobre la mesita cercana a la abertura de su tienda, y de aquella abertura se distinguía un pequeño destello de luz.
Cruzó el orificio que separaba la tienda de lo desconocido, encontrándose en una habitación. Apenas la reconoció se detuvo en seco, la conocía bastante bien. Era la tienda.
Y Brimstone estaba allí.
Era imposible que ella estuviera en la misma tienda, había ardido en llamas. Debía ser una ilusión. Brimstone tenía el mismo aspecto que la última vez que lo vio, exceptuando que ahora su rostro no reflejaba una furia incontenible. Ahora sus ojos la miraban con ¿dulzura? Karou quiso correr hacia él y abrazarlo, pero súbitamente recordó la innegable verdad. Él estaba muerto.
— Nunca le conté —dijo con un nudo en la garganta luego de haber recordado el anhelo que sintió hacia varios meses, cuando Ziri le había contado de la gran mentira de Thiago: que ella había revelado la verdad. Karou jamás le había contado el secreto de las quimeras a Akiva, más bien había sido él, el mismo lobo el que había revelado todo. Ese anhelo, su deseo, no era grande, ni ambicioso o vengativo como los que alguna vez pasaron por su mente, como las cejas de oruga de Svetla o el picor de Kaz. Más bien era el poder contarle la verdad a Brimstone, a pesar de lo que pensara él, decirle que ella no era una traidora por completo. Su única traición había sido el enamorarse de un ángel.
Pero aquel deseo había sido sustituido por otros deseos más urgentes, como el acabar con la guerra. Aunque tenía la esperanza de decírselo algún día, cuando la muerte fuera inevitable.
— Lo sé, niña —se limitó a decir Brimstone—. Estoy orgulloso de ti.
Karou quedó perpleja. Quiso preguntarle si se encontraba bien o si realmente era el verdadero traficante de deseos, pero se contuvo. Pensó que no era necesario arruinar el momento. Le sonrió y él asintió. Todo estaba dicho y aclarado. —La esperanza hace su propia magia —le había asegurado Brimstone antes, y aquello era la prueba. La magia de la esperanza les permitió verse por última vez. Parpadeó, y al abrir los ojos, se encontraba de vuelta en la pequeña tienda, la verdadera, en donde ella se había dormido, no la de Brimstone.
Nitid y Ellai seguían en el cielo, al parecer no había pasado demasiado desde que Karou se durmiera. Se sentía como nueva, con energía, pero prefirió continuar con su sueño. Si se mantenía despiertas, las horas faltantes para ver a Akiva se le harían eternas.
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Un deseo sustituido por muchos otros
Fanfiction《Jamás le conté a Akiva la verdad, el secreto de nuestra supervivencia. La única traición que cometí fue entregarle mi corazón a un ángel, al enemigo.》