Te odiabas, simplemente te odiabas. Ni siquiera odiabas a las personas que habían causado toda esta mierda, sólo te odiabas a ti.
No te dabas cuenta de lo perfectas que eras tus facciones, lo perfecta que era tu nariz, que parecía esculpida por los mismos dioses; lo hermosos que eran esos labios que tanto me gustaba besar a todas horas del día; lo suave que era tu cabello, que siempre se te metía en los ojos y que me gustaba acariciar antes de que te quedases dormido en mi regazo; lo impecable que era tu piel, esa piel que yo conocía al milímetro de las veces que la había acariciado, besado, mordido. Tu sonrisa cuadrada, tan hermosa, esa sonrisa con la que siempre me obsequiabas por las mañanas. Lo simplemente perfecto que tú eras. Eso era lo perfecto, tú, Kim Taehyung. Y no sólo en aspecto. Eras dulce, siempre estabas dispuesto a sacarme una sonrisa en mis peores momentos, nadie podría igualarte.
Eras un ángel, un precioso ángel que el mundo no merecía. Un ángel al que le tenían envidia y por eso lo destrozaron a base de insultos, burlas a tu aspecto y personalidad. Gilipolleces que no eran ciertas pero que tú creíste
Al principio sólo fue insomnio, poco apetito, tu sonrisa se apagaba día tras día. Le siguieron los cortes, los vómitos, mis súplicas pidiéndote que comieras algo. Tú me respondías que no podías. Y cuando por fin te convencía, un nuevo trazo rojo aparecía en tu muñeca. Llegué a no separarme de ti en las veinticuatro horas del día sólo para evitar que siguieras torturándote a ti mismo. Llegué a dejar mi trabajo. Me dolía. Odiaba verte así. Quise matar con todas mis fuerzas a quienes habían conseguido hacerte esto. Quise hacerles pasar por lo mismo que tú estabas pasando.
Pasaron las semanas y tú seguías comiendo apenas unos bocados al día. Adelgazaste demasiado. Tus músculos marcados y que tanto me gustaba recorrer con los dedos y los labios dejaron paso a las oscuras formas que tu piel formaba alrededor de los huesos. Tu ligeramente marcado abdomen dejó paso a unas costillas que me recordaban todas las noches que tu vida se estaba escapando con más velocidad de lo normal.
Llegué a mi límite el día que caíste sin fuerzas sobre el asfalto. Lloré, grité, me odié por no poder poner fin a este infierno. Te llevaron al hospital y les conté absolutamente todo lo que te pasaba. No podía seguir viendo como tu vida se iba y quedarme estático sin hacer nada. Simplemente no. En el hospital consiguieron que comieses cantidades más grandes de comida, aunque todavía no las suficientes. Te hice prometer que te cuidarías y que harías todo lo posible por mejorar. Seguía pasando las veinticuatro horas del día contigo para asegurarme de que cumplías tu promesa.
Tu aspecto fue mejorando semana tras semana. Tus costillas empezaron a desaparecer. Llevabas semanas fuera del hospital, por lo que yo me encargaba de tu alimentación. Empezabas a comer otra vez las tres comidas diarias y en cantidades normales. Tus cortes pasaron a ser simples cicatrices que yo besaba por las noches antes de hacerte el amor. Todo parecía haber vuelto a la normalidad. Todo parecía ir bien.
Pero no es así. Seguías torturándote de una manera que no me dejara demasiadas pruebas. De una manera que sin duda era la peor de todas. Encontré esas bolsitas enterradas entre la tierra de las macetas. Esas macetas del balcón que regabas todas las noches. Pero resultó que no sólo te dedicabas a cuidar de las plantas, sino que también te destrozabas a ti mismo. Mantener con vida algo para así matarte a ti mismo. Ese mismo día tiré el contenido de esas pequeñas bolsitas por el desagüe y cambié la tierra de las macetas.
Por la noche fuiste a regar las plantas. Entraste muy estresado y me lo confesaste todo. Estabas realmente alterado, tanto que me insultaste. Pero eso no me dolió en absoluto comparado con lo que me provocaron las palabras dirigidas a ti mismo.
"Debería estar muerto", repetías una y otra vez. Esas palabras eran como cuchillos en mi cabeza. Te abracé, no quería soltarte. Tenía la sensación de que si lo hacía te romperías en pedazos. Me pediste perdón, pero no acepté tus disculpas. Yo no las merecía. Era a ti a quién tenías que pedir disculpa. ¿Por qué no puedes amarte aunque sea la mitad de como yo lo hago? ¿Por qué no puedes amarte lo suficiente como para no hacerte todo lo que te haces? Por favor...
Sin mucho esfuerzo conseguí que fueras a un centro de desintoxicación. Intentabas hacerlo todo por mí, cuando yo lo único que quería es que aprendieras a amarte.
Todo comenzaba a ir bien. Comías, no te cortabas, las pruebas que yo te obligaba a hacer todos los meses daban siempre negativo. Todo iba bien. Hasta aquella noche. Llevabas un año intentando acabar con tu vida a fuego lento y cuando por fin te aferraste a ella, el simple hecho de cruzar la calle puso fin a todo. Puso fin a mis ganas de vivir.
Tae, intenté con todas mis fuerzas mantenerte con vida, y ahora he sucumbido a tu mismo error. Perdóname.
Te quiero más que mi propia vida. Te veré pronto.
Jungkook.
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Don't Love Me, Love Yourself
Fanfiction¿Por qué no puedes amarte por lo menos la mitad de lo que yo te amo? ¿Por qué no puedes amarte lo suficiente como para no hacerte todo lo que te haces? Por favor...