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Café y noticias.

Suena el pitido de la alarma por tercera —o tal vez quinta— vez y suelto un gruñido de cansancio.

Giro sobre la cama hasta sentir el toque el frío del suelo de mi habitación en la nariz.

—Maldición —susurro tocando el puente, al menos esta vez no dolió tanto como la pasada.

Me levanto sosteniéndome de la cama para hacerlo y restrego mis ojos, sintiéndolos pesados debido a las pocas horas que dedico para dormir y las que malgasto jugando en línea o viendo animes.

Me acerco a la cama y apago mi laptop que deje encendida a mitad de una película japonesa. Y arrugando mi nariz, observo un pedazo de pizza tirado en el suelo de la habitación de dudosa calidad.

¿Lo peor? Ayer me lo estaba comiendo.

En la oscuridad no se veía tan mal como se ve ahora con toda la luz que entra por las cortinas que olvidé cerrar.

Echo un vistazo a la hora en reloj sobre la mesita de noche y siento que me atraganto con mi propia saliva.

Voy a volver a llegar tarde.

Y recuerdo que el señor Morris dijo que no perdonaría otra de mis faltas.

Corro hacia el baño. No tengo tiempo para tomar una ducha, por lo que me cepillo los dientes, regreso a cambiar mi ropa y bajo corriendo las escaleras sin importarme la posibilidad de caerme. Lo cual no estaría mal ya que bajaría más rápido.

Llego a la cocina, pequeña y desordenada, como si alguien ajeno a la casa hubiera revisado cada gabinete. Pero solo es mi padre intentando hacer el desayuno rápido.

Me sobresalto debajo de el arco de la puerta al ver un cuerpo humano sentado en el taburete de la encimera, dándome la espalda.

—¿Papá? —pregunto acercándome a pasos cortos con la esperanza que responda que sí y no sea un asesino esperando por mí.

Se gira en el taburete y suelto un suspiro de alivio al ver su conocido rostro. Levanta su taza de café en forma de saludo y hace un ademán con la cabeza para que me siente, con el rostro serio y sus ojos siguiendo cada uno de mis pasos, tanto que si parece un asesino esperando por mí.

Es raro encontrarlo aquí en la mañana, siempre sale a trabajar dos horas antes de que yo me despierte y también llega tarde, pero como está cansado, va directo a su habitación a dormir.

—¿Qué haces aquí? -—indago mientras me estiro para alcanzar una tostada y untarla con mermelada. Él baja el periódico que sostiene para mirarme, no dice nada por unos segundos y después su rostro se transforma, sonriendo pícaro.

—Esta vez tengo excusas para ir tarde -—dice sin quitar su sonrisa.

—¿Cuál es? —al ver qué espera que pregunte lo termino haciendo con la boca repleta de pan.

Señala su estómago con el periódico.— Indigestión.

Arrugo mi nariz de tan solo pensar lo demás.

—Ya no quiero saber más —informo mientras intento ingerir lo más rápido posible mi desayuno.

Suelta una risa ronca que se amortigua por otro sorbo que le da a su café.

—Esta bien —baja la taza y relame sus labios mientras sus ojos siguen fijos en mí. Tal como cuando llegue, sus ojos achocolatados —iguales a los míos— me siguen cautelosos—. Esto... quería mostrarte algo.

Arrastra el periódico por la encimera hasta dejarlo en frente de mi y al tomarlo me doy cuenta que de todo el tiempo que estuve aquí, nunca paso de hoja. Por lo que siempre su vista estuvo en la misma página.

En la misma noticia.

Una página completa dedicada a la publicidad de un gran concurso de arte. Los premios oscilan entre cupos a importantes academias de arte hasta materiales y por supuesto, dinero.

Mis ojos viajan desde el papel hasta el rostro de mi padre. Su mirada es cansada y triste pero a pesar de eso logra dedicarme una sonrisa de lado.

Se levanta con algo de esfuerzo y estira su espalda, haciendo sonar sus huesos.

—Sé que hace años que no pintas —se estira para agarrar el periódico que a penas deje sobre la encimera—. Y que no has tocado siquiera un pincel en ese tiempo, pero esto es importante. Trabajo casi todo el día y aún así el dinero no alcanza para cubrir todos los gastos. Si participas y ganas al menos un centavo, será más que suficiente para mí. —relame sus labios y mira un segundo la mesa antes de volver sus ojos hacia mi— Y... tal vez te ayude a ti también.

Mi garganta está seca y por más jugo de naranja que tome, no se quita esa sensación. Mi padre me dirige una última mirada antes de alejarse en busca de su chaqueta y llaves.

Me fijo en la taza de café —ahora frío— que dejo mi padre a medio beber sobre la encimera y tostadas vacías sobre un plato. Y siento como el hambre me abandona.

—Te espero afuera —informa pasando por el pasillo.

Sé que espera una respuesta de mi parte pero no estoy en condiciones para dársela por el simple hecho de que ahora mi cabeza es un lío.

Hay cosas que quisiera dejar en el pasado y no volver a ver jamás, pero ¿cómo hacerlo si tengo que adentrarme en él para lograr esto?

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cambié casi todo ejejej, pero está mejor así.

(*˘︶˘*).。*♡

Gian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora