Ella, quien caminaba regreso a casa, divagaba en sus pensamientos como era de costumbre. Pensando en cosas insignificantes, fue interrumpida de un segundo a otro. No se lo esperaba, definitivamente no estaba en sus planes; como si fuese una estrella fugaz, algo obscuro cayó en su cuello y resbaló directo hacia sus manos que rápidamente se movieron para sostener, o quizás quitar, aquello que había caído del cielo. Algo suave, delicado, pequeño y lleno de sangre.
Ella se detuvo, cuestionó el momento y vio lo que sus agitadas y nerviosas manos tenían. "¿Un pájaro?" pensó y respiró tensa, tratando de entender la situación. Siguió caminando, y como si sus manos fuesen un manto, envolvió al pequeño animal y lo pegó a su cuerpo. "¿Y qué voy a decirle a mamá?" siguió pensando; no era un pájaro hermoso, era de aquellos seres azabaches, un poco grandes, tremendamente ruidosos, aquellos cuyos largos y afilados picos se dedicaban a deshacer residuos de comida que encontraban por ahí. No era hermoso, pero era apenas un jovencito, ella calculaba que quizás habría estado en este mundo por lo menos tres meses. Siguió caminando hasta que por fin llegó al jardín de su casa, y suspiró, dándole vueltas a la historia que le contaría a su madre. Ella sabía que el pequeño ser no sería bien recibido, ella lo supo desde que lo sostuvo en sus manos. ¿Entonces por qué se lo llevó? Ni ella misma lo sabía, o más bien se estaba negando la respuesta.
Entró a casa y fue directo con su madre, quien al verla se le esfumó la sonrisa, lentamente, como si estuviese tratando se descifrar el por qué su hija había traído tan poco estético animal. Ella, sin dejar que pasara un segundo de silencio más dijo: "Me ha caído encima, está moribundo". Su madre la vio con desaprobación, no pronunció ni una sola palabra, tan solo asintió. Entonces ella se dirigió al patio trasero, donde se encontraba una jaula morada, ancha y limpia. Con mucho cuidado, introdujo a la pequeña ave en el rectángulo de hierro y solo fue en ese momento, solo fue entonces cuando se dio cuenta que una de sus manos estaban teñida de rojo carmesí. Intenso, espeso, pegajoso y extraño. La examinó detenidamente, era la primera vez que tenía tanta sangre encima; ella simplemente se dirigió al grifo más cercano y dejó que el agua se llevara la vida de ese pequeño cuervo, limpió cada centímetro de su extremidad para luego volver hacia donde estaba ese ser alado. Ahora lo estaba examinando a él y evaluó sus heridas: mayormente desplumado, con la ala derecha mal posicionada, una pata sangrando eternamente y la mitad del rostro lastimado. ¿Por qué se lo llevó a casa? ¿Qué podía hacer ella para preservar una vida? Una pequeña vida que estaba tocando las puertas de la muerte. Se negó la respuesta una vez más.
Con muchísimo cuidado, volvió a tomar al emplumado y limpió la herida de su pata, volvió a llenarse de sangre, pero ésta desaparecía rápidamente por el pequeño río cristalino que corría entre ellos. Lo único que ella escuchaba era el atorado ruido del grifo y a continuación con un simple movimiento, vino el silencio. Ella sabía que la vida de ese pequeño azabache no duraría mucho, se sentía la presencia de la muerta flotando en el aire. Lo acarició y lo contempló, el ave también la observó tranquilamente, quizás con miedo, quizás con paz. "Tu vida se acaba" le susurró, dándose cuenta que, una vez más, su mano estaba repleta de ese líquido viscoso rojo. ¿Por cuánto más viviría? ¿Su agonía terminaría pronto?
Ella lo dejó dentro de la jaula, lo cubrió para que el sol no llegara tanto a su pequeño cuerpo y se marchó. Se lavó las manos como le ordenó su madre, quien luego ésta le mandaría de regreso con el ave para darle comida y agua, por si le apetecía. Aunque claramente a pocos metros de la muerte no es como si se deseara comer. El sufrimiento llena tu estómago. Lo vio ahí, quieto, respirando agitadamente, triste y huérfano. La imagen de la sangre en su piel asaltó su mente como relámpago, también se quedó quieta, pero por solo unos segundos. Y se fue.
Entonces oscureció, pero ella no fue a despedirse de él. El ave estaba seguro y protegido del frío, pero eso no era suficiente para continuar. Ella fue a dormir con remordimiento, su madre se lo había comentado; ¿Por qué ella se estaba haciendo responsable? Pero ella solo se preguntó: "¿por qué me ha caído del cielo a mí y no a alguien más?"
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Ghost Stories
RandomHistorias Cortas para el lector que desea saciar su sed de lectura brevemente. Ghost Stories relata pequeños acontecimientos de la vida diaria de diferentes personas. No llevan una línea coherente si simultánea.