Me encuentro leyendo en mi habitación, como es de esperar, son las 21:50 p.m. y lo único que deseaba en ese momento era terminar el capítulo para saber los planes maquiavélicos del antagonista de la historia. Pero me vi interrumpida.
―¿Vamos a tomar café? ―dice mi padre. Tan inoportuno como siempre.
―¿Ahora? ―dije con un tono claramente de disgusto. Vi de reojo la hora solo para que mi rostro adoptara un gesto de desaprobación.
―Sí ―dijo sin más, lo cual me molestó un poco.
―Bueno ―dije devolviéndole la falta de explicación. Salir por un café en plena noche, ¿por qué no?22:00 p.m.
Nos encontrábamos subiendo al auto para salir de ese sector e incorporarnos a las ya obscurecidas calles, casi solitarias, de la ciudad. A penas si había que viajar para llegar al café más cercano.
22:12 p.m.
Rápidamente encontramos un lugar donde estacionar el auto, porque claro, ya era muy tarde y a nadie se le ocurriría salir por una tontería. El clima era bastante templado, por mi parte, caminaba lentamente detrás de mi padre para llegar a la entrada del café. Claramente en un 80% vacío.
22:35 p.m.
La verdad es que este café en especial no es tanto de mi agrado, mucho menos me gustará la localidad; no es que sea desagradable, en realidad todo tiene un aroma a café puro, pero la estética no me atrae tanto. Y la bebida en sí, como todo café, es amarga. Pero este tipo de amargura es aún más molesta para mi paladar. Pero igualmente me tomo la bebida por compromiso, porque desde un principio acepté la invitación.
En fin, las conversaciones de otras mesas empiezan a convertirse en siseos o simples miradas que lo dicen todo. O como yo, lectores sedientos de conocer los siguientes versos de las amarillentas páginas de cualquier libro. Los dos hemos dejado la espuma blanca al fondo de la taza, y ya no queda más que el ruido de las tazas sobre la mesa. Por fin es hora de marcharse a casa.
22:38 p.m.
En menos de lo que esperaba, ya estamos de vuelta en las húmedas calles de esa pequeña parte de la ciudad. La música proveniente de la radio deja de darme importancia cuando llevamos vario tiempo en línea recta. Mi padre toma una desviación, a la izquierda, que nos lleva hacia el ansiado destino, a continuación frena, frente a nosotros está la calle principal, donde pasan varios automóviles. Es un poco extraño a pesar de la hora, él espera algo impaciente el momento exacto para cruzar entre un espacio que dejan los conductores. Yo me apoyo sobre el vidrio de la ventana, ¿por qué no?, trato de visualizar más de cerca los autos que se acerca.
22:40 p.m.
De pronto, como un balde agua helada, alguien se estrella contra nuestro auto por la parte trasera, del lado derecho. El impacto es tan fuerte que por escasos segundos logro cerrar los ojos y sentir como un latigazo me empuja hacia el vidrio, provocándome un golpe en la cabeza; por otros escasos segundos todo está negro a mi alrededor, se presenta un lapso de poco entendimiento, me encuentro brevemente atontada. Sin embargo, eso no importa, el dueño del automóvil se pone furioso, ¿por qué no?
22:41 p.m.
Todavía me encuentro asimilando lo que pasó, intento comprender la situación; con la vista periférica de mi ojo izquierdo logro ver que él se baja del transporte, rabioso.
22:45 p.m.
El dolor en la parte superior derecha de mi cabeza va disminuyendo. Solo escucho voces molestas discutiendo entre sí. Mis ojos se sienten más pesados, un fugaz mareo recorre mi cuerpo y nubla mi visión. Igualmente se encuentra escasísima luz sobre la calle, a excepción de los focos de los otros conductores que por casualidad pasaban por ahí.
22:47 p.m.
La voz de una mujer llama precipitadamente por teléfono, a lo que yo creo, el seguro del automóvil. La voz de mi padre es escandalosamente molesta, para nada agradable; se nota su tomo desafiante y de total desaprobación, pero sobre todo, el tono de desprecio que tanto le gusta utilizar.
22:50 p.m.
Ellos siguen discutiendo, pero no entiendo lo que tratan de comunicar. ¿Algo sobre quien tuvo la culpa? ¿Explicaciones innecesarias? Seguro que sí. Por lo poquísimo que logro escuchar y procesar, los encargados del seguro vienen en camino para solucionar este problema. Obviamente no sé si podrán bajarle los humos a mi padre, que ya estoy notando por el retrovisor como se le escapan los relámpagos de la cabeza.
22:59 p.m.
Ellos aún no llegan. Varios espectadores pasan a nuestro lado para enterarse de lo que sucedió. Solo escucho el sonido de las llantas en el asfalto acercarse y alejarse. Uno tras otro. Y sobre todo, silencio.
23:04 p.m.
Aun no llegan. Miro a través de los vidrios empañados por el frío, observo rostros molestos, decepcionados, afligidos y desesperados. Todo en una sola expresión. En un solo momento.
23:10 p.m.
Y luego de, quien sabe cuántos espectadores, por fin llega la persona en cuestión. Aparece lentamente en un auto poco cuidado y mal pintado. Al estacionarse a unos metros del desastre, baja con una libreta y lapicero en mano. Parece que no está feliz, pero tampoco harto, más bien adopta esa expresión de estar acostumbrado a problemas. El hombre simplemente se acerca a los otros dos adultos y de nuevo empieza la discusión. Yo me dedico a ver el paso del tiempo y de los otros automóviles.
23:11 p.m.
Sé que el auto (en el que estoy) está horriblemente aboyado y con unos grandes rayones. Lo sé por qué sentí muy bien el golpe, el impulso, la rapidez y la fuerza del otro automóvil.
23:13 p.m.
Ambas partes, tanto culpable como afectado, deciden estacionarse a la orilla de la otra carretera a petición del arbitrario. Cerca del automóvil de éste último.
23:15 p.m.
Él sigue molesto, yo prefiero no decir nada ¿Que puedo decir? De mala gana mueve el automóvil hacia donde le indicaron. Ciertamente es una terrible posición, puesto que estamos sobre una cuesta y parece ser que el impacto ha dañado el freno principal que sostiene toda la máquina. Al salir del transporte, vuelve a discutir con aquella mujer cuyo rostro no puedo distinguir bien, solo sé que tiene el cabello teñido de rubio.
23:18 p.m.
Por lo que entiendo, creo que se está llegando a un acuerdo, a regañadientes. Pero lo noto muy enfadado. Niega muchas veces con la cabeza y su expresión es tan clarísima que no se puede decir que está calmado con la solución. Simplemente quiere que a su auto no le haya pasado nada. Pero esa no es la realidad.
23:21 p.m.
Siento que cada minuto es terriblemente eterno. Miro los árboles que están por ahí, siendo bañados la noche. Y no sé qué hacer, o sé que pensar, por lo menos el dolor ya se ha ido.
23:24 p.m.
Noto entonces, que el hombre del seguro le ofrece papeleo a mi padre, para que, aparentemente, lo firme y se "solucione" el problema. Luego de muchas negaciones y contemplaciones, él firma y por fin termina la discusión. Noto que él viene de regreso a colocarse en el asiento del piloto, para por fin irnos a casa. Lo último que vi de esa mujer fue como sacaba su móvil para hacer quien sabe qué, quizás comunicar que ha pasado una no tan grata experiencia durante la última hora.
23:35 p.m.
El viaje a terminado y todavía no asimilo que he vivido mi primer choque automovilístico. Bueno, en el que he sido testigo. Ahora entiendo el por qué tantas personas quedan frustradas y con tanto miedo a salir de nuevo a las autopistas.
Seguro su vida estuvo en riesgo en ese momento.
~Hazel
Domingo, 23 de agosto del 2015
ESTÁS LEYENDO
Ghost Stories
RandomHistorias Cortas para el lector que desea saciar su sed de lectura brevemente. Ghost Stories relata pequeños acontecimientos de la vida diaria de diferentes personas. No llevan una línea coherente si simultánea.