Gira al sol.

American Woman- Lenny Kravitz

Miro mi jodido reloj de mesa y casi salto cuando noto que son las tres de la mañana. Demonios. Mis hermanos y yo tenemos que ir a un estúpido juego de hockey del padre de Marcus. Marcus. El pequeño niño moreno de acento arábico está dormido a los pies de la enorme cama, veo como su pecho sube y baja con la más grande de las tranquilidades. Es porque pronto verá a su padre. Suspiro levemente mientras arropo a uno de los gemelos.

Trato de salir de la cama lo más suave posible para no despertar a ninguno de mis hermanitos. Inicio una rápida cuenta mental y están todos. Lander, Dante, Marcus, Caleb y Apolo se encuentran desparramados en mi súper cama, tomo las sabanas negras y los cubro un poco para que no se resfríen. Puedo ver de reojo como Caleb me mira con sus rasgados ojitos grises.

- ¿Qué pasa chinito? – siempre lo molesto con eso.

- Soy coreano – me reprocha.

- ¿Quieres que te traiga agua? – el asiente lentamente. Caleb es el más pequeño de mis hermanos, su descendencia coreana le ha dejado rasgos asiáticos pero gracias al cielo su padre logro ponerle unos ojos bien grises (casi plata) que lo hacen tremendamente adorable. Todas las noches Caleb debe de beber agua justo en medio de la madrugada, es extraño, pero así funciona ese chico.

En modo zombi voy hacia una esquina de la habitación para meter la mano en el mini refrigerador para sacar una botella de agua para mi hermanito. Caleb bebe los 600 mililitros en minutos y después me entrega la botella completamente vacía. Ahora a esperar a que quiera orinar. Se perfectamente que otra vez no podré dormir en mi estúpida cama nueva, así que comienzo a acomodar los pufs para tratar de dormir en un lugar algo acolchonado.

Si tan solo tuviera mi habitación. Justo antes de que Caleb llegara, en plena época que reportaron a mi padre como desparecido entre en una esquizofrenia terrible, hacía de mi cuarto un desastre y gritaba por las noches. Mamá no podría haber tenido una mejor oportunidad de deshacerse de mí, así que me despojo completamente de mi cuarto y de mis cosas mandándome al más alejado de ella posible. Este es el cuarto de su hijo. Papá diseño y superviso la construcción de esta nueva casa, así que al ser su única hija hizo que mi habitación estuviera lo más cerca de el posible. Mi habitación era la más genial de todas, tenía la mejor de las vistas, un estudio, cocinita, enorme closet, un gran espacio con todo tipo de videojuegos, televisión enorme y sobre todo, tiene comunicación directa con la recamara de mis padres. Única en su tipo, papá le detallo cosas por aquí y por allá especialmente para mí.

Pero ahora duermo en la habitación del bastardo (orden directa especialmente de mami), está más pequeña, sin estudio, cocinita o closet, vamos, con trabajos tengo una televisión del año del caldo del padre de Caleb. Al menos tengo un balcón y aire acondicionado. Mamá pensó que dejarme sola me ayudaría a pensar mejor las cosas (o que no la moleste por las noches por el intercomunicador cuando trataba de hablar con mi padre desaparecido) y así evitar espantar a mis hermanos, así que me envió a la habitación más alejada que pudo y le dio a su bastardo mi cuarto, con todas mis cosas dentro. "No las necesitaras, además tu hermano las cuidara bien por ti, solo será por un corto tiempo" fueron las palabras de la bruja esa.

En septiembre de ese mismo año llego Caleb, pequeño y con los pelos totalmente en punta, era la única que hablaba un poco de coreano por mi mejor amigo Louis así que era la que mejor entendía al pequeño recién llegado. Solo comía, jugaba y dormía conmigo. Semanas después llegaron los gemelos en medio de la noche casi tumbando mi puerta exigiendo también un lugar en mi cama y déjenme decirles que no caben cuatro personas en una cama matrimonial. Tiempo después llego mi hermano el francés con su pijama y cepillo de dientes en la mano para unirse a la pijamada y en definitiva esa fue la última noche que toque mi cama. Ahora duermo encima de los pufs.