Naruto vio cómo reaccionaba Sakura, cómo tensaba todos los músculos del cuerpo. Observó la angustia reflejada en su rostro, la lucha interna por controlar la situación... y cualquier sombra de duda se desvaneció.
Haru Sakurai era Sakura Haruno.
Debería haberse dado cuenta antes, esa profunda sospecha de que la conocía de algo, los instintos físicos que ella provocaba, la pasión que surgía entre ellos, que su amiga la llamara Sakura... Aunque tenía excusa. Durante todos esos años, había relegado el recuerdo de Sakura a un lugar apartado de la memoria. Y desde luego, los cambios producidos en ese periodo de tiempo y las curiosas circunstancias de su encuentro tampoco habían ayudado mucho. Pero ahora lo veía claro. No sabía qué hacer. Comprendía que se iba a meter en terreno pantanoso y que un paso en falso podría significar la pérdida de cualquier esperanza de tener algo con ella. Sin embargo, necesitaba saber lo que ella estaba pensando, sintiendo. Saber si tenía alguna oportunidad.
Una mala historia, le había dicho Shikamaru, y, por supuesto, había acertado. Solo que en ese caso, la mala historia la había protagonizado él, y no otro tipo rico anónimo. Él era el culpable del daño.
Sakura bajó las pestañas ocultando la verdad de sus ojos, se inclinó hacia delante, tomó su vaso y se puso a juguetear con él para ganar tiempo, para recobrar la compostura. Le temblaba la mano al llevarse el agua a la boca. Él observó el movimiento convulsivo de su garganta al tragar y supo que se sentía enferma. Tan enferma como él por el daño que le había hecho.
No necesitaba que nadie le explicara su comportamiento durante la fiesta... Probablemente, había sentido un deseo irrefrenable de seducirlo y excitarlo, de hacerle necesitar lo que antes había rechazado, de hacerle pensar que la iba a conseguir para después marcharse y dejarlo solo. ¿Tendría planeado seguir tomándole el pelo antes de soltarle todo a la cara? ¿Quién sería cuando dejara ese vaso?
Sakura dio un gran trago. El vaso le sirvió para ocultar la cara y el contenido, para enfriar la fiebre de incertidumbre que la quemaba. ¿Estaría empezando a reconocerla? Que le recordara a alguien no significaba que la hubiera identificado, se dijo seriamente intentando librarse de ese sentimiento de pánico. Quizás ni siquiera era Sakura Haruno en quien él había pensado. Todo su ser le pedía que se enfrentara al pasado. Pero su corazón le gritaba que todavía era muy pronto. No podría soportarlo. Necesitaba esa oportunidad con él, libre de cualquier recuerdo amargo. Necesitaba más tiempo.
Sintiéndose un poco mejor, dejó la bebida encima de la mesa y ensayó una sonrisa.
-No estoy segura de que haya alguna mujer a le guste que le digan eso.
El permaneció en silencio por un momento, digiriendo el comentario con lentitud. Ella esperó su reacción con los nervios de punta. Para gran alivio suyo, él soltó una carcajada.
Se echó para adelante apoyando los brazos en la mesa y le dijo con una encantadora sonrisa:
-No te estaba comparando. Tú brillas con luz propia, Haru, Créeme, me siento increíblemente afortunado por haberte encontrado.
El temor al descubrimiento cedió y su sonrisa se relajó con placer por el piropo.
-Entonces, ¿en qué te recuerdo a alguien?-bromeó, segura de que no había hecho ninguna conexión.
-Son los ojos -aseguró mirándolos directamente-. Ese verde tan intenso... Solo los había visto una vez antes.
Entonces, ¿se habría fijado en ella en aquel tiempo?
-¿Quién los tiene como yo? -se sintió forzada a hacer la pregunta.
Él se encogió de hombros para quitarle importancia.