Daylight: Memories

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Silencio, era lo único que podía escuchar en aquel instante, como el viento chocaba con la madera fría del establo de la granja, el batir de las aves, el aire que entraba y salía por mis fosas nasales, era en cierta forma algo hermoso.

Pero aquel día, ese silencio era lo que más me preocupaba, vivíamos apartados de las grandes ciudades y desde hace una semana nuestros padres nos prohibieron ir más allá del pueblo que quedaba a diez minutos a pie de la granja donde vivíamos, nos decían que había pasado algo realmente atroz en las grandes ciudades y algunos pueblos cercanos, en un inicio me negué a creerles pero pude verlo con mis propios ojos, era un carnaval de sesos y sangre salpicada en la avenida, cuerpos desmembrados y algunos abiertos a la mitad, como si fueran carne de matadero, aquel momento supe que la humanidad como la conocemos estaba sumida en odio y dolor, aunque hasta ahora, nunca me he enfrentado con alguna de esas bestias, pero puedo verlas en sueños... humanos, con armas y cuerpos llenos de sangre, con marcas de guerra y risas maniacas, como los humanos de las películas de terror que veía cuando era más joven.

-Daniel, cuida de tu hermana mientras tu padre y yo vamos a la ciudad, no quiero que pase algo grave –Dijo mi madre mientras guardaba unas herramientas en una maleta antes de irse al pueblo.

Éramos una comunidad autosuficiente , teníamos granjas, autos, electricidad, agua y gasolina, pero mucha gente tenía familia en las ciudades grandes, recuerdo cuando anunciaron en la radio y en la televisión lo que sucedía en Nueva York, como la gente huía de las calles centrales, los gritos provenientes de las casas y locales, los cuerpos en las aceras, todo era un caos, recuerdo la expresión de los Douglas al tratar de contactar a su hijo que vivía en Nueva York hace algunos meses que comenzó toda esta catástrofe, desde entonces no supimos nada de ellos y como están las cosas, prefiero seguir en la ignorancia.

-Claro madre, cuidare de Valentina ¿Cuánto demoran? –Mire a través de la ventana a la casa de los Watson, ahí vivía Annabeth, mi novia desde que estaba en segundo de preparatoria.

-Entre una hora o dos y por favor –Agarro la manga de mi camisa- no quiero que Valentina salga de la granja mientras no estemos –Soltó mi manga y hecho una mirada a la habitación que estaba detrás mío, Valentina dormía en ella con la maraña de pelos rubios alrededor de su rostro, daba la impresión de parecer una muñeca- Y puedes traer a Annabeth, si quieres, pasamos por la casa de los Watson y le decimos si quiere pasar la noche

En ese instante se formó una gran sonrisa en mis labios.

-Me parece bien madre.

-¿Ya le comentaste acerca del viaje? –Se secó la frente, el aire jovial que tenía hace unos meses atrás se perdió tras el inicio de esta pandemia.

-Los padres están de acuerdo –Dije sonriéndole.

Nuestros padres tenían desde hace algunos días la fabulosa idea de escapar del país, nos habían contado que en Europa la pandemia había sido controlada y que Francia recibía a inmigrantes dándoles alojamiento y alimentación, pero seguía detestando aquella idea, no quería dejar esta tierra donde nací, donde me crie y donde ahora actualmente sobrevivir, me gustaría dar el máximo esfuerzo por este pueblo, por mi familia.

Aunque la verdad quería y quiero darle un hogar digno a Valentina, quiero que ella respire el aire puro otra vez, quiero verla sonreír, no quiero volver a ver aquellos ojos tristes que había puesto desde que empezó esta pandemia desde hace algunos meses, preguntándole a mis padres cuando volvería ver a sus amigos, cuando volvería a la escuela, cuando volvería a salir a jugar, mis padres siempre le decían "Cariño, esto es temporal, puedes jugar con tu hermano, piensa que estamos en el bosque y hay un oso afuera y tenemos que ocultarnos de él, por que jugamos a las escondidas", no querían decirle la verdad, no querían enfrentarla a aquel mundo destruido que yo había visto con mis propios ojos, quería mantenerla en su mundo de fantasía para que nunca, tuviera que enfrentarse a esta miseria que se hace llamar la vida real.