Capítulo uno.
Comienza los días, terminará los días. Día 2 de septiembre del 2013.
Me despierto de un salto y busco mi celular que está debajo de mi almohada, aprieto el botón para desbloquear y lo primero que veo es la hora 7:51 am. Mierda.
Me coloco rápidamente el buzo, busco calcetines limpios y me los coloco. Me agacho bajo la cama para encontrar mis zapatos, pero solo encuentro uno, busco por cada esquina de mi habitación pero no lo encuentro, hasta que lo veo encima de mi cama ¿pero qué hacía allí? Lo pesco y me lo pongo, amarro los cordones y bajo hacía la cocina, ahí se encuentra mi madre haciéndonos el desayuno, como siempre; nadie saluda.
Me pone una taza de té acompañado con huevos revueltos, me lo como rápidamente y entro al baño, me lavo la cara, me cepillo el pelo y me lavo los dientes. Cuando ya estoy lista hecho la comida a la mochila, no me gusta llevar lonchera por alguna razón.
Corro hasta llegar al auto y me subo, me acomodo en el asiento y miro hacía la ventana, esperando a llegar al colegio. Las imágenes pasan rápidamente a medida de que el auto comienza a tomar velocidad.
Hay muchos estudiantes por las calles, todos los días son los mismos. En unos días tendré que irme sola al colegio, lo cual odio la idea, no es que me de miedo, si no que no sé qué autobús tomar, pero lo que no me molesta es venirme sola, hacía la casa.
— ¿Vanessa? ¿Vanessa? – La voz del más allá me está hablando.
— ¿Sí?
— Bájate del auto, ya llegamos al colegio.
— Ah sí, Chao.
— Chao pescado – se despidió mi papá.
Cerré de un portazo la puerta, como siempre lo hago y camino hacía la entrada de la escuela, el inspector saluda y dice Buenos días, señorita, pero cómo me cae tan mal no le respondo y sigo derecho hasta doblar a la derecha y subir las escaleras. Miro hacia la izquierda, y ahí estaba él, apoyado en el balcón mirando a donde no sé dónde, y sigo subiendo, cuando llego a la sala saludo a mi amiga Daniela con un beso en la mejilla y voy hasta mi banco a dejar mi mochila y salir hasta el balcón.
— ¡Adivina que traje! – rodé los ojos, era muy obvio.
— ¿Blanduras?
— ¡Sí! – río y se quedó callada por un rato – Oye, me pasó algo muy brígido ayer.
— ¿Qué pasó? – la miré y sonreí, me encanta cuando me cuentan sus situaciones algo extrañas.
— Ayer había salido con mi mamá al centro, y cuando llegamos a la casa, lo cual llegamos tarde – achicó sus ojos. Siempre lo hace cuando le echa la culpa a su mamá – Subí a mi pieza y estaban MI PERRITA, lo digo así porque PERRA suena muy raro, ¡Estaba con sus cachorros arriba de mi cama! Y yo como ¡NOOO! – puso sus manos en su cara y su boca formó una gran ‘’OH’’ – y comencé a sacarlos uno por uno.
— Que mala eres – bajé mis comisuras de los labios y la miré – yo los hubiera dejado ahí.
— ¡Pero, pero fue extraño! ¿Cómo llegaron ahí? Si estaban en el primer piso.
Me encogí de hombros.
— Los llevó uno por uno a la cama.
— Es la primera vez que mi perrita está en mi cama, de verdad, te lo juro, que fue raro.
No pesqué su comentario y comencé a mirar hacía el primer piso, se veía a todos los estudiantes llegando y caminando hacia sus respectivas salas. Abby iba subiendo por las escaleras, su cabello se movía hacía los lados, además que es muy largo, le llega hasta el trasero. Esperé hasta que llegara hasta el balcón y me saludara de un beso en la mejilla, y así fue exactamente, después de saludarme fue a dejar su mochila y volvió hasta el balcón.
Abby extendió los brazos y me dio un gran abrazo de oso, como siempre lo hacía y empezó a hablar como un bebé, antes me daba mucha ternura, pero ahora no, está bastante peluda y no lo encuentro tierno.
— ¿Me quieres? – comenzó de nuevo, odiaba cuando decía eso. A mí siempre me ha costado decir ‘’Te quiero’’ o ‘’Te amo’’, tienes que ser súper especial como para decirte eso, debes saberlo.
— Sí – dije sin ganas, igual que las otras veces, acompañado con una sonrisa para que no se vea lo bastante falsa. Aunque si es verdad, la quiero demasiado, pero las palabras no me salen bastante sinceras.
— Mentira – habló como bebé.
— Entonces no te quiero – siempre le hacía lo mismo.
— Mentira – hizo un puchero. ¡¿NO LO ENTIENDES?! No me das tierno.
— Abby, cállate. – reí mientras la miraba.
— Nop – negó con la cabeza.
Me zafé de sus brazos y me fui un poco más allá donde estaban Daniela y Abby apoyadas en el balcón. Miro hacía mi derecha, mis ojos buscan al chico que me gusta, lo veo mirarme, o ¿estoy loca? No sé si me mira o está mirando a otra persona, esa es mi pregunta del millón.
El timbre sonó, ahora la asignatura que nos toca es música.
Entré a la sala y pesqué mi mochila, con la profesora que nos toca música nos asigna un asiento diferente, donde tenemos que cambiarnos en su clase.
Profesora Dinka, siempre llega temprano a la sala, digamos que se viene corriendo como una loca, no me cae mal ni nada eso, pero si haces otra cosa o te das vuelta a sacar algo de la mochila, se te queda mirando con cara de ¿Qué mierda haces? Deja de hacerlo, esto siempre pasa con los niños y se quedan quietos, da mucha risa.
La profesora llegó y saludó, luego comenzamos a practicar con la flauta y comenzó a evaluar una canción que nos habíamos aprendido la semana pasada.
Alumnos tras alumno salían al azar, hasta que me tocó a mí, cogí mi cuaderno y la flauta, me paré delante de todo el curso. La canción era fácil y ya me la sabía hace tiempo.
— Vanessa, ¿la flauta es suya?
Asentí.
— Bien, comenzamos – Comencé a digitar las notas, iba al ritmo del plumón que golpeaba ella en la mesa, tiempo de negras.
— La, La, La, Do, La, Fa, Sol, La… Fa, Sol, La, La, Sol, Mi, Fa, Re – cantaba la profesora – Fa, Mi, Re, Do, Fa, Fa, Sol, La, Fa, Sol, La, La, Sol, Mi, Fa, Re.
Cuando terminé me dijo que había tocado muy bien y que me fuera a sentar, esa era mi canción preferida en la flauta Ojos azules.
La clase continuó hasta que el timbre sonó y todos salimos al recreo.
La rutina que tenemos con mis amigas es ir al baño, mirarnos al espejo lo cual yo no lo hago, me encuentro fea, después ir al casino a comprar, y por último caminar. Pero eso no lo hice yo hoy día, me quedé en el balcón, apoyada, mirando como los niños juegan, como los adolescentes pasean y mirar de reojo al chico que me gusta.
— Hola amiga mía – habló Juan.
— Hola amigo mío – reí.
— ¿Qué haces, amiga mía? – pasó su brazo por mi hombro.
— Nada, amigo mío, ¿y tú?
— Nada interesante
Nos miramos por unos segundos y al mismo tiempo reímos. Juan era mi compañero desde que éramos unos pequeños, estábamos en el mismo curso, pero de un año para otro se cambió hacía el sector ‘A’ y yo dos años después también lo hice, me cambié y ahora volvemos a ser compañeros.
El timbre tocó y me sobresalté un poco, estaba muy concentrada en mis pensamientos, recreo corto, tiempo corto.
Las clases continuaron, igual de aburridas, y lo único que hacía era hablar con Abby y reírme de sus tonterías.
Al final del termino de colegio me fui hacía mi casa, lo único que hice es dormir, me sentía muy agotada, sobre todo cuando nos tocó deportes, tuvimos que dar 3 vueltas por todo el colegio, y como es tan gigante me cansé muy rápido, digamos que mi resistencia no es muy buena.