Fuga |j.b.|

Epílogo

*6 de diciembre del 2032*

Narra _____:

Me quedo hipnotizada con las gotas que caen, corren y desaparecen en la pequeña ventana. Desde aquí veo cada vez más cerca la ciudad de Los Ángeles, esa ciudad a la que llegué hace casi veinte años y donde desarrollé los años de mi adolescencia, los más importantes y señalados de toda mi vida, a la que no he vuelto desde entonces. No hace frío y no recuerdo muchos días de frío de verdad en la ciudad de Los Ángeles, nunca ha sido un lugar frío, sino más bien caluroso.

Apoyo mi cabeza lentamente en el blando reposacabezas de cuero blanco y cierro los ojos a la vez que me agarro a los posabrazos con todas mis fuerzas. Las mariposas revolotean con fuerza por mi estómago hasta que los leves boten cesan y escucho un sonido, el cuál me avisa de que mi cuerpo va a ser desprendido del asiento. En esta éspoca no hay cinturones, sino unos asientos, los cuales se almodan a tu cuerpo y crean una especie de vacío, lo que hace que en caso de accidente tu cuerpo se quede inmóvil y no puedas sufrir daños, es decir, te engullen. Tras esta invención, las persona tetrapléjicas o parapléjicas ya solo existen porque nacen por defectos naturales del organismo, lo cuál también tiene cura, pero solo se aplica una vez el cuerpo se haya desarrollado por completo.

Me levanto de mi asiento y suspiro mientras me coloco la ropa. Me echo al pasillo y cojo mi maleta, es pequeña y llevo solamente dos cosas en ella, esenciales.  Hago mi camino por el pasillo del avión y saludo a mi tripulación, doy las gracias por el vuelo tan maravilloso y salgo del avión, bajando las escaleras y entrando en un coche negro, es un Rolls-Royce, negro por fuera y los cristales tintados, los asientos de cuero negro y todo detalle que pueda haber, es de oro, hasta el hilo con el que están cosidos los sillones. Observo por última vez mi jet privado, negro también y los bordes de todas las ventanas y puertas color dorado, con 'HB' inscrito en dorado en la cola de este.

"Puede ponerse en camino." Le indico al conductor. Es más una orden que una oferta.

El motor del coche ruge y nos ponemos en camino a mi destino final. Agradezco que deje de llover, ya que a pesar de mis 37 años bien entrados y mi pelo negro, me peino todos los días como si fuese a una gala y no hay nada que más pueda encender mi mecha que me estropeen el look, el cuál sigue la línea del negro y lo clásico desde hace varios años.

Estos años me han servido para volverme más fría con toda aquella persona que no ha sido de mi círculo, me ha enseñado a elegir con un ojo que muchas personas envidiarían y me han enseñado a no temer a nada, ni siquiera a la muerte. Es más, la he convertido en mi aliada y prácticamente es la que me da de comer.

Pulso un botón y sale una bandeja con un copa de champán francés, el mejor, un Louis Roederer Cristal Rosé 2002 bien frío. La tomo con mis morenas manos y le doy un sorvo repasando toda mi vida.

Sigo siendo Nitya Bora y lo seré hasta el día en el que muera, me alegra no ser más _____ porque quién soy hoy en día, no tiene nada que ver con ella. Ella murió nada más cometer el error de escapar, como también lo hizo Justin y todo los que habitábamos esa casa, pero el karma nunca falla y nos recompensa por todo lo sufrido.

Mi coche se para y el conductor baja la ventanilla. "Ya estamos, señora." Me avisa.

"De acuerdo." Le doy un billete de mil dólares, no es nada, el valor de la moneda a subido a niveles que son de locos. "Gracias." Digo cogiendo mi maleta, después de soltar la copa, y salgo del coche, cerrando detrás de mi un sirviente.

"Déjeme, señora." Me dice el mismo que me ha abierto y cerrado la puerta del coche, cogiéndome la maleta.

"Ya sabe dónde llevarla, ¿me equivoco?" Le pregunto. Este asiente y comienza a cruzar los jardines, bordeando la casa y desaparaciendo tras esta.