En la heladería: decisiones y malteadas

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No era una noche tranquila, ya no las había desde hacía casi un año, el ambiente siempre era tenso y las discusiones estaban a la orden del día sin que se pudiese hacerse algo para remediarlo, aquella casa era un completo desastre no solo por la apariencia desordenada y sucia de las habitaciones sino por los constantes arrebatos de rabia de sus ocupantes que cada día hacían más asfixiante el vivir en aquel lugar. Esa noche en particular hubo algunos platos rotos y gritos de más, necesitaban buscar una solución pronta al problema que aquejaba sus jóvenes vidas, o al menos así le llamaban ellos.

-¿es que no puedes hacer nada bien?-preguntó con el ceño fruncido el chico de cabellos claros-

-pues resulta que soy tu esposa, no tu sirvienta-contestó a la defensiva la de los ojos verdes-

-¿quién dijo que yo quería casarme contigo, Emma?-el joven arqueó una ceja-

-ni que yo fuera feliz llevando tu tonto apellido-ella se cruzó de brazos-este estúpido anillo-señaló su dedo-es lo peor de mi vida

-yo creí que era el mocoso-Patrick rodó los ojos-

-viene en el paquete-Em lo fulminó con la mirada-junto contigo, yo no quería esto

-¿y yo tengo la culpa?-su esposo levantó la voz-

-¡claro que la tienes!-esta le respondió exaltada-

-ujum...-él la miró de arriba a abajo-pero aquella noche no te quejaste y fuiste muy feliz entre mis brazos ¿no?

Emma gruñó y se volteó a seguir lavando los trastes.

Cuantas vez ya no habían tenido aquella discusión, desde el mismo día que se enteraron que iban a ser papás, ninguno de los jóvenes quería llevar aquel embarazo con apenas diecinueve años de edad, fue la peor cosa que según ellos pudo haberles ocurrido empezando porque no se amaban lo suficiente como para casarse o como le decían ellos "atarse" al otro, ambos sabían lo que supondría aquello y lo que sus padres opinarían al respecto así que simplemente decidieron no tener ese bebé; tomaron la decisión tan a la ligera, tan fácil como si no estuviesen hablando de nada importante, como si una vida no estuviese en juego, él la llevaría a abortar y fin de sus problemas. Sin embargo no les fue tan fácil. Cuando estuvieron en la clínica les dijeron que el tiempo de gestación para abortar ya había pasado y que no podrían hacer nada por ellos, quisieron intentar en una clínica clandestina pero Emma se negó diciendo que no se pondría en peligro con cualquier médico.

Resignados tuvieron que hablar con sus padres y como lo suponían, estallaron así que al poco tiempo los hicieron casarse y hoy llevan la vida miserable de la que tanto se aquejan.

-sabes que podríamos divorciarnos ¿cierto?-le planteó el de los cabellos claros-

-no voy a quedarme cuidando sola a ese niño-Emma le miró de reojo-

-ni que tú lo cuidaras-Patrick se burló-lo hace Charlotte

Entonces un llanto rompió su charla sin sentido.

-te toca a ti-le dijo la de los ojos verdes-

-no es cierto-le discutió él-

-solo anda-ordenó la castaña-

Patrick bufó y arrastrando sus pies se dirigió hasta la habitación del bebé.

Abrió la puerta de madera y divisó al pequeño de tan solo tres meses pataleando sobre la cama mientras su cara se volvía roja y sus mejillas se empapaban, era un niño hermoso, realmente lo era, con un cabello clarísimo casi rubio idéntico al de Patrick y unos ojos verdes esmeraldas hermosos y brillantes copia de los de Emma, era pequeño, rosado y tenía unos cachetes tan lindos que deseabas apretar y besar, sin embargo para sus padres solo era un problema lleno de llantos.

Detrás del CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora