KuroKen

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Era el día de comprar los regalos a la familia, una bufanda para mamá, una nueva cartera para papá, quizá algo para Yukki pero no estaba seguro – Kuroo, solo cómprales un chocolate y evítate de problemas – ah sí, de nueva cuenta (y por tercera vez en la semana) Kenma me había pedido acompañarme para hacer las compras de navidad aunque no sabía porque si le molestaba caminar entre la gente, de toda formas me gustaba estar con él así que no podía decirle que no, no debía hacerlo. Seguimos caminando, pasamos por la tienda de ropa y decidí que le compraría ahí la bufanda, algo que pudiera usar también en el verano como una palestina o mascada, vi una color crema perfecta en el cuello de un maniquí y decidí tirar de ella hacia mí llevándome así el muñeco entero el cual cayo directo sobre Kenma quien se había sentado en la tarima blanca para proseguir con su juego – Kenma... ¿Estas bien? – la gente de seguridad corrió a auxiliarlo, nos sacaron de la tienda y todo pero pude comprar la mascada.

- Perdón -.

- No importa, no es como si un maniquí pesara mucho -.

- ¡Si lo hace! -.

- De todas formas no me rompí nada -.

- Kenma - Solté un bufido, todo él me estresaba.

Luego de un rato de haber terminado las compras me di cuenta que la nariz del rubio teñido estaba roja así como toda su cara, cerraba los dedos y los volvía a abrir como si los tuviera entumidos – Hey, estas bie... - de pronto se desvaneció y cayó de rodillas, respiraba muy pesadamente así que lo senté en una banca de la plaza, revisé su temperatura y estaba hirviendo, exhalaba aliento caliente y sus ojos estaban llorosos – Tienes temperatura, iré por un analgésico, intenta no morir -. Lo dejé ahí y corrí a la farmacia a comprar algo suave pero efectivo, de igual forma regresé con Kenma y en el camino compre un zumo para que lo tomará. – Ten, las pastillas y algo para que las pases... ¿Kenma? – El chico estaba perdido viendo al vacío y cuando iba a moverme tomó una de mis manos haciendo que tirara la caja que traía en ella.

- ¿Kenma? -.

- Tus manos... están frías -.

Entonces vi como el chico delgado que tenía enfrente acercaba sus labios a mis manos y con una exhalación débil soltó un poco de su aliento cálido en estas, luego les dio un pequeño beso, se recostó sobre ellas y cayó desmayado sobre la nieve; yo solo me quede en la misma posición en la que me había dejado Kenma con la cara completamente roja y el corazón latiendo fuertemente.

Cóctel de frutasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora