31 de julio de 1997.
Regresaba del trabajo y me dirigía a mi casa con cierta premura. Estaba nerviosa y con razón. Está noche sólo sería importante porque cenaría con el hombre en el que no he podido dejar de pensar. Mis manos estaban sudorosas cuando abrí la puerta de mi casa. Charlotte ya estaba dentro por lo que no tenía llave puesta.
— ¿Adivine quien acaba de llegar señora Clara?
—Oh, ¡Susan querida! Ya me ha contado Charlotte que hoy vendrá un joven a buscarte.
Mi madre sonrió mientras se levantaba de su mecedora y se acercaba hasta mí para darme un gratificante abrazo. Charlotte nos miraba con una sonrisa llena de melancolía.
—Bueno, será mejor que te apresures Susan, no querrás hacer esperar a tu galán.
Aquellas palabras dichas de mi madre me hicieron soltar una pequeña risa. Charlotte me apresuro y de inmediato fui a bañarme. Al entrar a mi recamara un gesto de confusión debió inundar mi rostro al ver un vestido extendido sobre mi cama. Era color verde esmeralda y por supuesto que me encantaba, la falda del vestido era circular y con mangas a los hombros. Una mano se posicionó sobre mi espalda. Voltee la mirada para ver a mi mamá y a mi mejor amiga sonriéndome con ternura y no pude evitar corresponderles.
—No tenían que hacerlo, no saben cuánto las quiero.
—En realidad tu mamá hoy a estado sensacional, tanto que le platique todo y ella tuvo la idea de que te compráramos un vestido. —dijo la pelirroja mientras rodeaba a mi madre con sus brazos.
—Oh, vengan aquí. —dije sintiendo mis ojos arder en tanto nos abrazamos. Una persona siempre podría carecer de muchas cosas que se consideran importantes, pero teniéndolas a ellas dos, sentí que no me faltaba nada más.
Mientras me duchaba no pude sentirme más ansiosa de lo que ya estaba. Traté de pagarle el vestido a Charlotte porque era más que obvio que ella lo había pagado, puesto que mamá no tiene como pagar algo. Se reusó tanto a recibir el dinero que sólo pude presentarle mi más grande agradecimiento.
Cuando salí del baño con mi bata puesta, mi amiga ya estaba esperándome con unas preciosas zapatillas plateadas que estaba dispuesta a prestarme. Salió de la habitación para que me arreglara por completo y una vez que terminé de maquillarme, me coloque mi atuendo. Justo en ese momento se escucharon unos golpes en la puerta.
—Adelante. —dije mientras tomaba mi bolso negro. Cuando volteé a la puerta unos cabellos rojos empezaron a delatar a mi mejor amiga que se asomaba mirándome con una gran expresión de alegría y orgullo.
—Chace te espera en la sala. Te vez hermosa Susan, voy a querer los detalles cuando regreses. —Ambas soltamos unas pequeñas risas.
Nos dirigimos a la sala. Chace estaba de pie cerca de la puerta vistiendo un traje negro algo elegante. Sus cabellos castaños caían con suavidad sobre el lado derecho de su frente y sus ojos me miraban con una especie de sorpresa.
—Jamás pensé que pudieras verte más bella. —Frunció el ceño confundido y observe que trago con fuerza para al final dedicarme una sonrisa de comercial, como la que me dedicó el primer día que lo conocí.
Mis piernas empezaban a temblar, mis pies y mis manos estaban sudando y me sentía muy sonrojada sin poder evitarlo. Nunca había sentido en verdad lo que era que te subiera un ardor a las mejillas por completo hasta ese momento.
—Gracias, pues yo jamás pensé que saldría a cenar.
— ¿Nos vamos?
—Sí, sólo dame un minuto.
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Encontrando a Susan.
Romance¿Cómo hallar algo que jamás se perdió? Chace Brown tendrá que romper esta ley lógica para poder hallar a su amada esposa Susan Stone, quien tras sufrir alzheimer hereditario por parte de su madre a sus cortos 40 años de edad ha empezado a perder la...