Parte 1

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Querido Albert:

Los primeros rayos del sol se van abriendo paso por entre las cortinas, y la habitación se está tornando cálida y acogedora, con una brisa fresca que sopla con delicadeza sobre nuestros cuerpos desnudos. El tuyo, una de las pocas cosas que merece la pena contemplar en esta vida tan desastrosa que llevo. Disfruto contemplándote, viendo como tu boca pide oxígeno entreabierta, como tu pelo se revela sobre tu frente o como la tímida sábana blanca cubre tus vergüenzas, transformando tu figura en pura, en algo hermoso propio de las esculturas de Fidias. Tu rostro refleja toda la paz que no te doy pero que siempre eres capaz de contagiarme.

Anoche, cuando llamé a tu puerta, la sensación fue la misma. Me resultaste encantador, y allí, en el interior de tu piso y en tu compañía encontré la calma por un instante.

- Hola. - saludé. - ¿Ibas a salir? A lo mejor puedo volver más tarde, no sé, no quería molestar...

- No. - tu sonrisa brilló y algo en mí se estremeció. - Te estaba esperando.

- ¿A mi? - balbucee.

Eso me pilló totalmente desprevenido y no pude evitar sentir cierto nerviosismo de amor adolescente.

- Claro, pasa.

Y pasé. Claro que pasé. Todos los planes que tenía para esa noche se había esfumado, y detrás de la humareda había aparecido algo mejor. Así que entré y me gustó lo que vi. No es por ser literal, pero aquello era como estar dentro de ti. En el sentido de que podía ver tu personalidad, tus gustos y preocupaciones reflejados en la decoración de aquel pequeño apartamento. Era discreto, bonito y sin duda de buen gusto. Era un lugar donde no me importaría despertar todas las mañanas a partir de aquel momento. Sin embargo, por suerte o por desgracia, esta primera vez tocó ser en mi cama, en mi casa, y por qué no decirlo, con mis normas.

Lo cierto es que desde que te conocí todo lo que experimento son buenas sensaciones, vibraciones positivas que se hacen más y más intensas en tu compañía, cuando me miras, cuando me rozas... Y me gusta. Me gustas.

El concierto en la playa había sido una buena elección. El calor se veía rebajado por la brisa que acunaba el mar, acentuando el olor a salitre y verano que presentaba el ambiente, y que dependiendo de donde soplara el viento se mezclaba con el deje de tu colonia.

La música era buena, o al menos eso me parecía notar en el ruido de fondo que para mi no se llegó a anteponer a tu voz cantando, sin afinar pero con gracia. También bailabas a destiempo, meneandote más de la cuenta haciendo que la cerveza de tu botellín se desbordase por momentos.

Todo aquello era algo que no quería olvidar, una estampa perfecta. La luz del ocaso hacia transparentar tu camisa blanca y que brillase el sudor sobre tu sien, pero te veías magnífico igualmente. Me acerqué a ti para arrebatarte la cerveza que estabas desperdiciando y darle un largo trago, que a su vez me ayudó a dar un nuevo paso al frente, restando toda la distancia entre nosotros. Tu sonrisa me dijo todo lo que estabas callando y tus movimientos me contaron aquello que estabas sintiendo. Empezamos a bailar acompasados, como si nuestros músculos respondiesen a la misma llamada de deseo. Notaba como tu piel se rozaba con la mía y como la tela que nos separaba empezaba a sobrar. Seguí mis instintos y busque tu boca, el único lugar donde no había límites a no ser que tu los impusieras.

Pero no lo hiciste.

Primero fue un ligero roce. Un beso en la comisura y poco a poco tú también me empezaste a buscar, y yo no me escondí, al contrario, me entregue a ti y a aquel beso.

Diría que somos personas opuestas, separados por un mar de diferencias, sin embargo eso es algo que no nos separa. Pienso que realmente somos personas complementarias, que nos necesitamos. Eres mi contrapunto. Eres mi equilibrio. No quiero plantearme qué sería de mi sin ti, porque ya sabes lo que dicen aquellos versos, tú justificas mi existencia.

Eres mi musa y no sé si está bien decirlo, pero eres mi inspiración entera. Tengo hojas y hojas llenas de palabras que me remiten a ti. Al color de tus ojos. Al sonido de tu risa. A la suavidad de tu piel. Y nunca un poema mío había estado tan vivo. Espero que lo entiendas. Eres la chispa que despierta su rima y sus metáforas. Eres nuevamente lo que le da sentido.

La noche acabó al revés de cómo había empezado. Los nervios se habían ido, y llegamos a mi piso más contentos de los que nos habíamos ido del tuyo. Entraste dando algún tumbo hasta que finalmente una de las muchas estanterías que había a lo largo y ancho de la estancia te frenaron la caída que inevitablemente iba a suceder. Nos miramos en silencio y nuestras risas sonaron al unísono. Quizá decir que ibamos contentos era una manera muy sutil de describir nuestro estado.

- Me encantan todas tus obras. - confesaste.

Vi como pasabas los dedos por el dorso de los libros y como con sutiliza sacabas uno del estante, abriéndolo lentamente y parándote a olerlo, mientras mi pulso se iba acelerando cada vez más, sintiendo como corría la sangre por todo mi cuerpo, manteniéndome despierto, alerta.

- También me encanta el olor de los libros.

- Sí. - pronuncie en apenas un susurro y me acerque a ti. Retire el libro de tus manos y lo deje sobre el escritorio, cambiándolo por el cuaderno en el que llevaba trabajando ya un tiempo. - Me gustaría... me gustaría que te leyeras esto. No tengo la necesidad de publicarlo sabiendo que conoces su contenido y que comprendes... y correspondes lo que digo.

Se dibujó una sonrisa rápida en tus labios y mi mirada viajó de ella a tus ojos, mientras notaba que nuestras manos se rozaban, que jugaban con el cuaderno en medio. Hasta que me lo quitaste para hacerlo a un lado y volver a sonreírme.

- Me pasaría el resto de mi vida leyendo tus poemas, pero ahora... ahora tengo ganas de hacer otras cosas.

Y te bese. O me besaste. No lo sé. Qué más da. Lo importante es que pasó y fue la mejor manera de acabar el día y de empezar algo entre nosotros. Nuestras manos eran torpes y rápidas por veces, pero lo disfrutaba. Disfrutaba tu contacto, el tenerte conmigo, el poder hacerte mío...

Ya sabes que este cuaderno es tuyo, por una y mil razones. Espero que encuentres en él todas las respuestas a lo nuestro, porque yo me he abierto plenamente en el. Necesito y quiero que sepas cuanto te necesito y quiero a su vez. Que veas lo que despiertas en mí, todo lo bueno que consigues que sea y lo feliz y pleno que me hace eso. No hay más palabras que puedan expresar lo que siento que las aquí recogidas, y espero que verso a verso las vayas haciendo tuyas, y que algún día puedas compartir conmigo esto que late con tanta fuerza en mi pecho, lo que es el amor...

Siempre tuyo,

Pablo.

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