Capítulo 5: Lobos (Parte I)

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Se había organizado una gran cacería en despedida al rey Robert y su corte, y las piezas cobradas serían servidas en el gran banquete que se celebraría aquella noche, la última que pasaría la familia real en Invernalia.

Para su gran alegría, su madre había accedido a que acudiera, ya que al pequeño lord de las nieves le había encantado su actuación en el patio de armas y él mismo había insistido en que Lyra los acompañase aquella mañana. En aquel momento cabalgaban juntos, él en un hermoso caballo castaño y ella sobre su fiel yegua moteada. Una nieve suave como algodón caía sobre ellos, pero se deshacía antes de tocar el suelo; era un día perfecto para cazar.

Tras ellos cabalgaba el resto de la partida: el enorme rey sobre su enorme caballo, lord Eddard y Joffrey. Los pequeños y las chicas se habían quedado en Invernalia, al igual que sus tíos y Benjen, el hermano del señor de Invernalia. Al fondo, señores y caballeros hacían ruido con sus gritos y los cascos de sus caballos.

De modo que Lyra no tenía otra opción que hablar con Robb.

—Peleas bien, para ser una mujer —inició él la conversación, visiblemente cohibido, y ella decidió no sentirse ofendida; «las mujeres también sabemos luchar», le hubiese gustado decirle.

—Comencé a entrenar cuando tenía once años. Joffrey me llevaba años de ventaja y siempre me desarmaba, pero en apenas un año me puse a su altura y la de todos los niños de palacio —irguió el mentón y cuadró los hombros, orgullosa de sí misma—. Padre trajo al mejor arquero de Poniente y mi actual escudo juramentado, ser Harrion. En eso no tardé en superar a Joff —usó el diminutivo que siempre irritaba a su mellizo, pues decía ser demasiado mayor para ser llamado así.

—Entonces supongo que veremos hoy... —el potente grito de lord Eddard lo interrumpió.

Ambos se volvieron, sobresaltados. Un hombre con el huargo de los Stark en el pecho se había adelantado hasta alcanzar al rey y Eddard. Ambos corrieron hacia ellos.

—... inconsciente. Lady Catelyn y el gran Maestre Luwin están con él... —alcanzaron a oír.

Lyra fijó sus ojos en su prometido, quien miraba a su padre con la urgencia y la incertidumbre tatuadas en las pupilas.

—Bran ha caído desde la torre de vigilancia abandonada —fueron sus únicas palabras.

Todos a una, sin mayor mediación, espolearon a sus monturas de vuelta al castillo. Lyra sólo podía pensar en el pequeño niño de los Stark, con su cabellera de fuego, tendido en el suelo a medio cubrir por la nieve y con el rostro sereno de la inconsciencia. Durante un segundo, mientras notaba el conocido vaivén de los músculos de su yegua entre las piernas y el extraño aire frío azotándole el rostro, imaginó que el niño inconsciente era su propio hermano Tommen, con su cascada de rizos de oro a su alrededor como una corona y los ojos cerrados. Su corazón se encogió y sólo pudo azuzar a su montura para ponerla a máxima velocidad, dejando muy atrás a su padre y poniéndose a la altura de lord Eddard y Robb. El niño Stark había desaparecido de su mente, ni siquiera recordaba su nombre, y ante ella sólo veía al pequeño Tommen, que apenas tenía diez años, enterrado bajo las mantas de cubrían las camas de Invernalia, pálido y demacrado por los días inconsciente. Sintió que el estómago se le cerraba y sus pensamientos se sucedían a su alrededor, ella incapaz de atraparlos y ponerlos en orden dentro de su mente.

Casi lloró de alivio al ver que, bajo capas y capas de pieles y con el rostro tranquilo que sólo tienen los muertos, estaba Bran Stark y no su hermano. De inmediato se odió a sí misma y se sintió tan sucia que expresó sus condolencias a lady Catelyn, en cuyo rostro impasible podía apreciarse el dolor, dio a Robb un suave apretón en la mano y se marchó.

The Lionhearted Deer | Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora