Mon Amour

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¡Se que lo nuestro es posible!
Soñar el mismo sueño y despertar a tu lado, poder amar y a la vez sentirme amada.
***

El despertador comenzó a sonar y la sobresalto haciéndola salir del sueño en el que se había sumido. Más de media noche. Era hora de ver a su amado, seguramente Aiden ya la estará esperando.

En medio de bostezos y restregandose los ojos se encaminó de puntillas hasta su escritorio intentando ser lo más cilenciosa posible, sin embargo todo lo que hacía parecía sonar diez veces más fuerte de lo normal.

Pulso el botón de encendido y espero un tiempo para que terminará de cargarse la sesión. Trato de arreglarse, no quería que la viera con los ojos hinchados por el sueño.

Cada segundo era valioso cuando hablaban, ya que un océano los separaba y las horas de diferencia no les permitían hablar tanto como les habría gustado y como antes lo hacían. Sus itinerarios no podían ser más diferentes, mientras que el dormía y pensaba con verla, ella despierta a miles de kilómetros de distancia, no podía dejar de pensar en el.

Era por eso que no desaprobechavan nada de tiempo y se organizaban de tal manera que pudieran encontrarse siempre a las mismas horas.

Mientras tacleaba su correo, pensó en los alegres ojos castaños que la esperaban al otro lado de la pantalla, en la sonrisa deslumbrante de Aiden, sus bromas, sus secretos, esos silencios tímidos en los que a veces no se necesitaba decir nada más porque sus simples expresiones hablan por ellos.

Una sonrisa se pinto en sus labios al ver el nombre de su novio seguido de una lucesita verde. Estaba esperando como siempre por ella. El merecía cada segundo de su tiempo.

Acomodo su cabello y de repente fue consciente del aspecto que tendría. Nunca había sido especialmente vanidosa, pero le gustaba lucir bonita para el. Con un clic acepto la petición y entonces vio como aparecía el rostro adormilado del chico al que tanto quería. Parecía cansado, y sin embargo tan feliz de estar ahí frente a la pantalla.

Esa sonrisa que tanto la embelesaba se hizo presente y sintió un vuelco en el estomago sin saber que el sentía lo mismo solo por la mera visión de sus ojos.

-Buenos dias- susurró el con voz ronca y párpados pesados, por lo que no pudo evitar estremecerse.

Ambos buscaban cualquier manera de verse y poder hablar.

Noches en vela hasta muy entrada la madrugada habían compartido chistes, opiniones, fotos y uno que otro debate ocasional. Sin darse cuenta habían comenzado a añorar esas conversaciones con el otro al punto de llegar a revisar la hora cada cinco minutos impacientes de poder conversar de nuevo.

Horas completas volaban desde el amanecer, hablando de todo y nada.

Arlette destello su sonrisa y Aiden se cuestionó como aquella chica podía gustar de el. Solía preguntarle porque le atraía si el se consideraba feo, pero aquello no era algo que a la chica le prepara tanta importancia. Lo que en verdad le gustaba era su voz profunda que le calaba hondo, su sonrisa tan dulce... y aquella manera tan especial de hacerla sentir.

-Te extrañe Aiden- admitió sin pena. De verdad lo había extrañado durante el largo día que había tenido.

-También te extrañe- murmuró el, más que encantado por aquella confusión -¿como estuvo tu día?
-Bien...
-No te noto muy convencida.

Arlette sonrió ante esa observación. Siempre el conocía cuando ella le pasaba algo.

-Discuti en el trabajo... expresó.
-¿De nuevo?- Arlette asintió-¿por lo mismo?
Cuando recibió otro asentimiento como contestación, Aiden suspiro, no le gustaba que tuviera problemas en el trabajo por su culpa.

-Sí, ya sabes. Hablar contigo es lo único que me importa, lo demás carece de importancia para mi.

Aquello calentó el interior de Aiden. Ella siempre parecía decir lo correcto en el momento indicado, calmaba sus inseguridades con sus palabras y lo hacía sentir valioso e importante.

-Igual no me gusta que te metas en problemas por mi culpa - expresó el en un murmullo.

El saber que no dormía lo suficiente por hablar con el y que estaba faltandole a su trabajo y la regañaban a causa de eso, era algo que en verdad lo hacía sentir culpable.

-No es por tu culpa, ya deja de decir eso.
-pero...
-No, ya dejalo, mejor cuéntame que hiciste hoy. ¿Sí? 

Aiden sonrió y entonces se dispuso a olvidar el asunto y contarle que hizo durante el transcurso de su día.

Las horas pasaban y todo se repetía día tras día...

El contaba las horas para hablar con ella... Ella contaba los días para llegar a donde estaba el...
***

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