Después del disparo todo fue oscuridad. No sentía mi cuerpo, era solo un alma. De pronto, comencé a oír una voz que en susurros decía: "Abrí los ojos Federico, abrilos.". Cuando lo hice, una intensa luz me cegó. Un instante después, apenas pude ver, me llevé una gran sorpresa. Vi a Pedro, mi amigo, con alas que brotaban de su espalda. Estábamos en lo que parecía ser una nube en el cielo. Emocionado, dándole un abrazo le dije:
-Cómo te extrañé, amigo. Pero, ¿Estoy muerto?
-Lamento decir que sí, pocos sobreviven a un disparo en la sien -respondió serio, mientras retrocedía para evitar que lo abrace-. Y no, no soy tu amigo.
-¿No sos Pedro? Y entonces, ¿Quién sos?
-Tu ángel de la guarda, pero decime como quieras. Lo que pasa es que vos me ves cómo me querés ver.
-¿Llegué al cielo? –pregunté, observando el fondo celeste cubierto de nubes que nos rodeaba.
-Sinceramente, para mí, no merecés el cielo. Te suicidaste y eso fue, básicamente, tirar ese regalo precioso, que es la vida, a la basura –dijo enojado.
-Entiendo, merezco el infierno...
-Lo mismo pensé yo, pero la misericordia del señor por sus creaciones es tan grande que solo me pidió que te lleve a dar un paseo.
-¿Un paseo? ¿A dónde?
-Ya vas a ver. Vení, seguime.
De repente, apareció una puerta dorada. Al entrar, pasamos a mi pieza y, la escena ahí, era realmente horrible. Mi cuerpo boca abajo en el suelo, sobre un charco de sangre. También vi la Glock todavía en mi mano y la carta de despedida en el suelo. Pedro estaba parado en un rincón observando fríamente todo.
Yo estaba de espaldas a la puerta cuando, repentinamente, un grito de terror me sorprendió. Al darme vuelta, lo que vi, estoy casi seguro, que era igual o peor al infierno. Parada en la puerta, estaba mi mamá, estupefacta al descubrir mi cadáver en el suelo. Al verla temblando, fría y con la mente en blanco, hubo como una conexión Madre-Hijo. Tuve la misma sensación, era como si le arrancaran el alma del cuerpo. También pude sentir el vacío en su corazón, provocado por el dolor de verme, por el dolor de ver a su hijo muerto. Apenas pudo reaccionar, comenzó a llorar desconsoladamente, gritando. Se arrodilló junto a mi cuerpo, acariciando mi cabeza. Segundo después, entró papá, sin entender que pasaba. Al ver lo sucedido, empezó a desesperarse y a agarrarse la cabeza, tratando de convencerse que eso estaba pasando en realidad, porque no podía creerlo. Llorando, fue y abrazó a mamá pero ella seguía mirándome y, en voz alta, se preguntaba qué hubiera pasado si llegaban a tiempo o por qué no había hablado con ellos sobre lo que me pasaba. Así era su forma de castigarse. Papá se mantenía en silencio y, llorando, leyó la carta de despedida que yo había escrito. Al terminar, la puso en su bolsillo. Tal vez creyó que era muy fuerte como para que mamá la leyera y que podía lastimarla. Por último, entró Joaquín que, apenas vio mi cuerpo y la sangre, se desmayó.
Miré a Pedro, que seguía callado y serio, observando todo. Al notar que ya había visto lo que quería que viera, dijo:
- Creo que es obvio decir que todo esto es culpa tuya pero, después de verlo, ¿estás arrepentido?
- No tanto. Ya estaba decidido a hacerlo. Mi vida era una mierda y lo hubiera seguido siendo –respondí, demostrando gran parte de mi orgullo.
- Entonces preparate porque esto fue solo el principio del paseo.
-¿Hay más? ¿A dónde vamos?
- Vamos a visitar lo que causaste en el futuro de cada una de las personas más importantes en tu vida. Empezando por él.
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La Otra Realidad (Realidad: Parte 2)
Teen Fiction¿Cómo es la vida, después de la muerte? Parte final de Realidad.