En el campamento: el lado oscuro y la gatita

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Era la cuarta vez que recibían alguna queja de los vecinos en lo que iba de la semana, ya no sabían qué hacer con sus hijo, ni siquiera entendían que le pasaba, el hecho de que se comportara como un delincuente, según ellos, los estaba cansando y la verdad las formas de hacerle entender se les agotaban con el paso de los días. Hoy había "asesinado" las plantas de la vecina de enfrente, las pobres margaritas amanecieron marchitas después de que el ojiazul les echara desinfectante la noche anterior, la semana pasada había encerrado al perro del vecino en el ático, el fin de semana había enterrado el portafolio del trabajo de su padre y hace dos días había roto la ventana de su tía con su balón, el chico estaba fuera de control y no había que lo pusiera en sus cabales, sin embargo no era del todo su culpa.

-¿qué tienes en la cabeza?-le preguntó su mamá enfurecida-¿por qué le hiciste eso a las margaritas de la señora Grace?

El castaño se encogió de hombros.

-¿qué te está sucediendo, Adrián?-la mujer frunció el ceño al ver el poco interés de su hijo-no me queda más que castigarte de nuevo

-me da igual-respondió el chico-ya estaba castigado

-pues tienes prohibido usar la consola-sentenció la castaña al borde de su paciencia-

-ya me la habías quitada-el ojiazul se cruzó de brazos-

-no puedes salir a andar en skate entonces-esta sobó sus sienes para calmarse-

-me lo prohibiste la semana pasada-dijo Adrián muy calmado-igual que la televisión, y el celular, y los permisos

-¡solo vete a tu habitación!-le gritó la mujer-ya debo irme a trabajar, no puedo andar pendiente de ti toda una vida, Adrián

-como si alguna vez tuvieras tiempo-el castaño rodó los ojos y se marchó directo a su habitación-

La puerta de la entrada fue azotada con fuerza y tras ello el silencio volvió a reinar en aquella casa, así eran casi todos los días, el ojiazul despertaba y el desayuno estaba echo sobre la mesa pero sin nadie que le dijera un cálido buenos días, llegaba y a veces almorzaba acompañado de su madre pero volvía a quedarse solo después de unos momentos y por la noche, ambos padres estaban demasiado ocupados como para prestarle atención a su hijo pre-adolescente, al principio a Adrián no le importaba mucho sin embargo, con el tiempo, se dio cuenta de lo mal que le sentaba pasársela solo todo el día y toda la tarde, que sus padres jamás le dijeran que lo querían, que no cenaran juntos, que no salieran a pasear como una familia, realmente con el tiempo se dio cuenta que algo dentro le dolía con esa situación. Más de los días se la pasaba metido en casa de su mejor amigo pero se decía que no podía hacerlo siempre, Lucas también tenía sus problemas, él no quería ser otro para nadie, de por sí ya era uno para sus padres.

El castaño no era malo, claro que no lo era, pero le resultaba más fácil llamar la atención de sus padres con una travesura que con buenas notas en el colegio así que simplemente dejó de ser el niño dulce de antes para ser alguien a quién le importaba poco su alrededor, cuando en el fondo seguía siendo todo menos eso.

Se tiró sobre su cama y agarró el woki toki que se encontraba debajo de su almohada, apretó el botón del lado izquierdo y suspiró antes de hablar.

-Adrián llamando a Damián ¿me captas?-preguntó, mirando directamente al techo de su habitación-

Más silencio se produjo hasta que obtuvo respuesta.

-que me llamo Lucas-reclamó el pelinegro-te escucho

-¿todo va bien?-dijo el castaño-¿está ahí?

Detrás del CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora