Capítulo XII: Lo que dejamos atrás.

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Llegar hasta el río fue una misión que tardó más minutos de los que pensé. Llevaba una lámpara pero los ojos empapados de lágrimas no facilitaban nada. Por fin después de unos quince minutos escuché el sonido del agua correr. Al llegar al borde me quite la mochila del hombro y comencé a sacar todo aquello innecesario que ocupaba espacio. Mi laptop, mis cargadores y luego tome mi celular. A pesar de seguir llorando tomar el objeto entre mis manos me recordó algo: tenía una llamada pendiente.

Roger.

Le había prometido a mi mejor amigo llamarlo por la noche. Bueno, aún era noche. Presione el botón de encendido hasta que la pantalla se iluminó. La hora marcaba las 10:08 p.m., luego busque su contacto y llamé. Pero la llamada jamás se realizó porque no había cobertura. Maldije.

No podía dejar el celular, simplemente no podía. Tenía que llamar a Roger, y tal vez mamá tuviera aún su celular y podría llamarla desde el otro lado...o tal vez sería muy tarde. De cualquier manera no podía dejar el celular, el cargador lo abandoné, podría conseguir otro. En mi mochila sólo había agua, barras de cereal, algunos snacks, la caja que mi madre me había dado y un libro. Aff. Tendría que dejarlo también. Tome "Los miserables" entre mis manos y lo deje en el suelo lleno de hojas sueltas y tierra, junto con la laptop y los cargadores. Luego me colgué de nuevo la mochila. Tome mi celular en una mano. Y comencé a sumergirme en el río. Mamá había dicho que no estaba hondo. Y efectivamente, me llegaba hasta los pechos pero podía caminar. Esperaba que no hubiera alguna clase de animal en el agua, pero resistí. A los pocos minutos me dolían los brazos, ambos estaban alzados. Con uno sostenía el celular y con otro la lámpara. Me detenía cada cierto tiempo, la corriente apenas se sentía, pero tenía agarrotados los brazos. Después unos cuarenta minutos por fin vi algo, luces a lo lejos, entre los árboles. Salí del río y seguí las luces, sin correr, estaba demasiado agotada para eso. Las luces eran postes de luz al lado de una carretera, una que por cierto estaba muy sola.

Era de noche, estaba empapada y el aire de la noche no ayudaba. Me estaba congelando, y tenía que encontrar un lugar para refugiarme. Camine esperando a algún auto pasar, podía pedir un aventón a cualquier lugar. Aunque no tenía nada de efectivo para pagar un hotel. Muy bien ahí, Beth.

¿Era acaso esto el camino menos transitado del mundo? Camine casi veinte minutos y ninguna señal de un auto. Frotaba mis manos cada minuto pero el calor ya no venía, ni siquiera podía mover mis manos. Y si no encontraba rastros de civilización pronto sabía que esto se pondría horrible. Después de lo que pareció una eternidad encontré en medio de la nada un grupo de casas y edificios, parecía un pequeño pueblo, pero estaba totalmente oscuro y parecía abandonado. Me sentía de nuevo en Bonefay y me recorrió una fea sensación, pero ni siquiera eso podía detenerme con este frío. Corrí hacia la primera casa que vi, no parecía que alguien estuviera ahí, o en cualquier casa alrededor pero igual toque. No hubo respuesta. Pero la puerta estaba cerrada. Maldije por no aprender el estúpido truco de abrir una cerradura con un pasador o un clip. Aunque no tuviera un pasador o un clip.

Al final decidí saltar la barda y entrar por el patio de atrás. La gente nunca cerraba la puerta trasera. Acerté. Entre por fin en la casa y cerré. El lugar era frío pero no tanto como afuera. Ilumine el lugar con mi lámpara hasta encontrar los botones de las luces. Resulta que las luces servían. Encendí todas las luces posibles. En el bonita y acogedora sala divise fotos sobre una mesita. Dos señores grandes y tres niños pequeños a sus pies en lo que parecía el jardín de la casa. Más fotos de los mismos niños, y otras de los niños con unos adultos. Era probablemente una casa de abuelitos. ¿Y dónde estaban entonces?

Subí escaleras arriba buscando un cuarto, necesitaba cobijas y quitarme esa ropa mojada. Encontré dos habitaciones, la primera era de la pareja que vivía ahí y decidí no entrar ahí. La segunda parecía más un cuarto de invitados, ahí me quite toda la ropa y me cobije completamente con sábanas. Sabía que había más cosas que hacer pero antes de poder pensar en cualquier cosa y en todo lo que había dejado atrás me quedé dormida. Inmersa en un sueño profundo.

Pandemia{Pausada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora