Aquel hombre salió de un castillo de piedra caliza, casi tan blanca como las nubes que invadían el día a día de aquel pueblo asolado del montón. Con sus manos, ya hurgadas por el tiempo, buscó entre sus desgracias y dejó atrás los olvidos. Eran estos desechos de otros que los tiraban en una montaña enfrente de su castillo. Entre los distintos helechos, agarró los regalos más grandes, mas con una mirada de desesperación, tiraba los que no le interesaban.
- Que desgracia.
Te dijiste con los labios casi en contacto.
Tus cejas se levantaron en sublime apuro, mientras que entre lloriqueos lograste encontrar algo a tu gusto. ¿Qué era aquello? Tal vez ni tú lo sabías en el momento, mas lo tenías ya marcado para llevártelo. ¡Pobre tú! Desdichado de una sonrisa mundana y de ojos entrecerrados, que te llevas las basuras a tu castillo. ¡Pobre tú! Que, en paso apurado, al frente de tu castillo enseñaste aquello que habías encontrado. ¡Pobre tú! Que lo único que te regresaron fueron miradas tímidas y extrañas, casi sin ponerte atención. ¿Qué pasó? Que ahora gritas adolorido frente a tu castillo, hincado, casi tirado contra el suelo y acurrucado tal cual muerto por la daga de la realidad.
Tanto llanto puede traer tesoros, ya que un hombre, alto y robusto, se te acercó curiosamente. Este te tendió la mano y te paró casi de golpe. Con una sonrisa, de su cara casi infantil, te concedió lealtad. Al ver esto, se te acercó una mujer de tez morena, figura delgada y rasgos definidos. De caderas con movimientos finos, casi como el volumen de su voz.
¡Afanado seas tú! Que ahora acompañado te encuentras de dos. ¡Retorna ya a tu castillo, con todo lo que has guardado en él! ¡No olvides regresar mañana con otra de tus desdichas! ¡Mas que no se olvide lo que te pasó aquel domingo en la tarde! Regresabas a tu hogar con más de tu pasado y una piedra suelta te encontró mal posado. Cayó en tu cabeza, y tirado te dejó. Tu castillo contigo se derrumbó, por estar tomando cosas de otros castillos, el tuyo ya no aguantó. Sobre ti y tus amigos este colapsó. Pobre tú... El hombre cuyo castillo se derrumbó.
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Relatos del Guatemalteco
RandomRelatos del Guatemalteco constituye una serie de historias que trato de escribir casi cada noche como parte del ejercicio "Una historia al día."