Capítulo. Noventa y dos. Una llamada.

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POV. Jennifer.
Comencé a despertar cuando la luz del sol comenzó a golpear mi cara, abrí los ojos a regañadientes, giré en la cama, miré el reloj en la mesita de noche y me levanté de un salto cuando noté que era más de medio día, busqué el móvil en busca de una explicación al porqué no había sonado la alarma, al encontrarlo, no me dio ni medio segundo en saber el problema, se había quedado sin batería.
Lo conecté mientras tomaba una ducha y al salir me topé con un mensaje en whatsApp de Mariel, espere unos segundos a que cargara y vi la imagen, era un escrito en una servilleta, puse un poco de “zoom”, y comencé a leer.

« Asomate a la venta y ve la luna, apuesto donde la vez esta rozando los cerros, pero desde donde yo la veo está entre los cielos, se ve enorme tanto que parece que puedo tocarla, estiro mis manos alto pero no puedo ni rozarla, dices que hay mucha distancia entre nosotras, yo creo que no es tanta, vemos la misma luna, sentimos el mismo sol y me juzgaras de loca, pero hasta siento tu calor, la distancia es grande, pero es más grande lo que sentimos y aunque no te vea en un gran tiempo, quiero que sepas que todos los días te pienso, y a veces de tanto imaginarte no te siento lejos, los kilómetros no importan porque tú eres mi vida entera y por ti siento cosas que no sentí con cualquiera».

Cerré la imagen con una amplia sonrisa en mi rostro y vi la leyenda de la imagen.

«¿Ya viste la luna? Esta hermosa, casi igual a  ti, en esos momentos cuando duermes y la luz de la luna se cuela por la ventana e ilumina tu rostro por eso me encanta verte dormir.
Te amo, Jennifer».

Sentí mis mejillas arder y escribí rápidamente un mensaje.
Espere unos segundos la respuesta viendo la pantalla hasta que el bloqueo automático se activó, dejé el móvil en la mesa y fui a prepararme el desayuno.
Estando en la universidad, me topé con Antonio, él cual sostenía varios libros en una mano y en la otra cargaba unos cuadros.

-¿Te echo un cable?- señalé los libros.

-Por favor- dijo mientras me daba algunos -¿Vas a clase? Ya es tarde-

-No tuve la primera clase- levanté los hombros.

-¿Cómo te fue allá con Mariel?-

Sonreí como tonta solo de recordar -Fue, realmente maravilloso-

-Por tu sonrisa lo imagino todo- sonrió ampliamente -¿Cómo está ella?- hizo una pausa -¿Ha comido bien o a sus horas? ¿Duerme lo suficiente? ¿Fumaba demasiado? ¿El proyecto qué tal?-

-Eaah, tranquilo- sonreí -Pareces su padre-

-Me preocupa- levantó los hombros.

-Umm, respondiendo a tus preguntas- pensé unos segundos
-Está bien, come excelente, adora el servicio a la habitación- sonreí -Duerme lo necesario, depende el trabajo, cuando estuve con ella fumaba poco, y el proyecto va bien- hice una pausa -¿Qué no hablas con ella?-

-Sí- asintió levemente -Quería corroborar sus respuestas- soltó una leve risa.

-Eres un bobo-

-Ohh, ya me dijo- hizo una bulla
-Dijiste una palabrota- comenzó a reír.

-¿Tú también?-

-“Las palabrotas son para gente vulgar”.- imitó el tono de mi voz.

-Ya maduren- rodeé los ojos.

-Oh, venga ya- me abrazó -No te cabrees- cortó el abrazo -Luego puedes decir una palabrota sin querer- sonrió.

-Eres un fastidio- reí levemente
-Voy a clases- dejé los libros en un escritorio.

-Vale, gracias por ayudarme- levantó su puño con el pulgar arriba y sonrió.

Llegué al salón y entré a mis clases, busqué a Salma con la mirada y la vi sentada en la esquina del salón escribiendo algo en su móvil, sonreí ampliamente y llegué hasta ella.

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora