—¡Sasha, ayúdame a llevarla!—exclamó Christa a la vez que lanzaba un trozo de pan al aire.
La chica patata articuló un balbuceo emocionado y atrapó hasta la última miga impulsándose con ambas piernas flexionadas. Automáticamente después se colocó al lado de Christa y ayudó a cargar a una aturdida Ymir.
—Te dije que no debías beber tanto, ¡y mírate ahora!—resopló la rubia con indignación mientras abandonaban la taberna—. ¿Hm? ¿Qué dices? No te entiendo—inquirió.
Ymir intentó incorporarse al mismo tiempo que Annie y Mikasa las alcanzaban a paso relajado.
—¡H-He dicho que no necesito ayuda!—aclaró con un brusco ademán, desembarazándose de los múltiples brazos que la sujetaban—. Puedo yo sola—un repentino ataque de hipo la desestabilizó y se apoyó en un muro cercano.
Volvieron a agarrarla entre las dos mientras Annie y Mikasa observaban con reservada indiferencia.
—¡No digas tonterías!—la reprendió Christa—. Esta noche me la llevaré a mi habitación. A saber de qué es capaz si la dejamos sola.
Sasha asintió con aire infantil mientras giraba la cabeza y observaba la cada vez más lejana taberna llena de comida. Ymir profirió un gruñido ininteligible y se dejó arrastrar por las calles hasta llegar al dormitorio femenino. Christa se despidió de las demás con la mano y ayudó a Ymir a entrar a su cuarto con renovada dificultad. La morena se dejó caer en el suelo con aire distraído, mirando al techo.
—¿Qué voy a hacer contigo?—suspiró Christa—. Espera aquí, te traeré un poco de agua.
Se dirigió a su bolsa y sacó una pequeña cantimplora llena de agua fresca. Tras comprobar que se abría sin problemas, se acercó a Ymir y la ayudó a incorporarse un poco. La pureza del líquido le limpió la garganta del alcohol y pronto se sintió un poco menos mareada.
—No hacía falta—gruñó Ymir por lo bajo mientras se secaba la boca con la manga, algo avergonzada de haberse convertido en un lastre.
El rubor de sus mejillas denotaba lo ebria que estaba y sus torpes movimientos no hacían más que corroborarlo. La rubia soltó una risita, divertida ante la imagen de la dura Ymir convertida en una simple borracha.
—No te preocupes—sonrió con dulzura. Se dio la vuelta dispuesta a poner la cantimplora de nuevo en su sitio cuando notó cómo unos brazos la rodeaban—. ¿Y-Ymir?
—Hueles a estofado—soltó la morena. Christa se relajó un tanto, aguantando la risa.
—¿Sí? Tú hueles a alcohol—respondió de forma jovial la otra—. Y mucho.
Sin previo aviso Ymir descargó todo el peso de su cuerpo sobre Christa, obligándola a tumbarse bajo ella. La observó con ojos turbios y apasionados al mismo tiempo, luchando por hacer brotar las palabras de su boca dormida por la bebida.
—¿Te desagrada?—un pequeño matiz infantil en su voz se dejó entrever pese a su expresión.
El corazón de Christa iba a mil por hora. Pronto el rubor de las mejillas de ambas fue equiparable y esto sólo se acentuó cuando Ymir posó una mano sobre la mejilla de su presa.
—N-No...—fue lo único que pudo contestar la rubia, desviando la mirada con nerviosismo y pudor, colocando las manos sobre su pecho.
Ymir sonrió aliviada y se dejó caer completamente, fundiéndose con ella en un tierno abrazo.
—Menos mal—susurró en el oído de Christa, haciéndola estremecer—. Creí que no me querrías más si apestaba a alcohol—gimió con renovado aire infantil.
La rubia se quedó petrificada sin saber qué hacer. Ymir envolvía todo su cuerpo con sus brazos y, aunque ciertamente emanaba un fuerte olor a alcohol, todavía flotaba en el aire un poco de su esencia característica: su debilidad. Le correspondió el abrazo con manos temblorosas y le acarició el cabello con suavidad.
—¿Cómo te voy a dejar de querer, idiota?—dijo con una sonrisa nerviosa, desviando nuevamente la mirada, esta vez hacia la ventana. Las murallas se alzaban como un presagio de tragedia—. Sin ti no me quedaría nada—susurró con una mezcla de ternura y melancolía.
Ymir frotó su mejilla con la de Christa cariñosamente y sus labios se rozaron ligeramente.
—¿Me querrás siempre?—arrulló la morena—. ¿Sea lo que sea? ¿Sea quién sea?
Christa frunció ligeramente el ceño al oír sus últimas palabras, intentando encontrarles un sentido. Les quitó importancia rápidamente y la apretó un poco más contra su cuerpo.
—Siempre—murmuró afectuosamente al mismo tiempo que le besaba la frente.
En aquel instante se dio cuenta de que Ymir ya no prestaba atención a sus palabras, pues se había quedado dormida en sus brazos. El compás de su respiración resonaba en sus oídos y un cálido aliento le rozaba el hombro. La rubia elevó el pulgar y le secó una lágrima que había comenzado a deslizarse por su mejilla. Una sonrisa de amor sincero se descubrió danzando en sus labios. Quiso compartirla con su acompañante, así que los unió a los de la otra en un beso silencioso y delicado. Y allí pasaron la noche las dos, abrazadas en un suelo que ya no parecía tan frío, envueltas en la dulce sensación de la quimera de un futuro juntas tras unas murallas que jamás serían derribadas...
A la mañana siguiente Mikasa llamó a la puerta de la habitación y la abrió con brusquedad al no encontrar respuesta. Sasha y Annie permanecieron detrás, observando de reojo. Se encontraron con un panorama inesperado: el estruendo de la puerta había despertado a lo que parecía ser una parejita desperezándose. Christa se incorporó un poco y se estiró. Ymir soltó un bostezo.
—¿Qué pasó anoche...?—se preguntó la morena en voz alta, aturdida por la resaca. Le dedicó una mirada pícara a Christa—. Oye, ¿ayer lo hicimos al fin o...?
Las mejillas de la rubia se ruborizaron rápidamente, y ésta le propinó un buen guantazo.
—¡Ay! ¡Tampoco es para que te pongas así, mujer!
Christa echó un vistazo a la entrada de la habitación y se encontró con un grupito incómodo de compañeras de dormitorio. Se llevó las manos a la cara.
—¡N-No es lo que parece! ¡De verdad!
Mikasa cerró lentamente la puerta con una mirada que denotaba la más profunda de las sospechas.
—¡Ymir, imbécil!—gritó Christa con una mezcla de enfado y vergüenza máxima, tirándole la almohada.
La morena esquivó el proyectil y se echó a reír a carcajadas por la situación que había causado. Entonces apresó a una rubia indignada entre sus brazos, como siempre hacía cuando quería chincharla. Christa se revolvió durante un rato muerta del bochorno, intentando ir a explicarles a las chicas lo que había ocurrido de verdad.
—¡Suéltame!—chilló.
—¡Eh, eh! Espera—aflojó un poco su agarre y la miró fijamente, con auténtica curiosidad—. Entonces, ¿qué pasó ayer exactamente?
Aprovechó la guardia baja para salir corriendo de la habitación, mientras Ymir gritaba a sus espaldas y la perseguía. Lo único que quería era que se la tragara la tierra.
Pero en el fondo se sentía extremadamente feliz.
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[Unas copas de más] [Yumikuri] [One-shot] [Ymir x Christa] [SNK]
FanfictionNo, no hay lemon. El título es sugerente pero no exacto. Ea, arreando, queridos esbirros míos <3