Capitulo IV (Capitulo Doble)

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Narra Guillermo

El sueño que tenía era descomunal. Simplemente quería quedarme todo el día en mi cama todo desparramado y cómodo para dormir mis buenas horas. Grabar me daba flojera, levantarme de la cama? Mucho más aún. Mi única motivación a ser sincero era el olor a tocino recién freído que venía de la cocina y es que ese delicioso aroma no iba a dejarme dormir por mucho que quisiera. Me levanté con desgano de la cama y me puse un pantalón de chandal, ya que duermo en camiseta y calzones y uña sudadera vieja ya que se estaba haciendo sentir ya el frío en Andorra. Camine lentamente hasta la cocina frotándome los ojos con desidia. La cama me atraía mucho pero el olor a comida lo hacía aún más.

- Lindas horas pasta levantarse, no?- me dijo Vegetta desde la cocina. Soy muy ruidoso al caminar y sumado a que me doy contra todo más aún. La espalda me dolía, como si hubiera cargado miles y miles de kilos sobre ella y la cabeza me retumbaba. De tanto dormir supongo...

- Cállate!- grite entrando a la cocina y se me cayó la mandíbula al piso, atravesó toda la tierra y salió en el norte de Ecuador. Qué acaso este tipo no sabe lo que es decencia? Mucho menos sabe lo que es que hagan diecisiete grados en el ambiente. Estaba... Vamos a describir bien la situación: vestido únicamente con unos shorts de baño, bailando y friendo tocino en la cocina habiendo dejado todo sucio y desparramado al hacerlo. Lo que más me molestaba igual era que su espalda estaba completamente descubierta y sin negar y siendo sinceros, es un placer despertar por la mañana y ver tanto músculo contraerse y relajarse. Pero en qué estoy pensando? Que el tío está más bueno que comer Nutella con cuchara? Cierto, ahora... que hago yo mirándole como idiota? No te entiendo Willy, no te entiendo. Te haces el macho haciéndote creer a ti mismo de que no te gusta pero bien que cuando le ves así se te derriten los ojos... Y no sólo los ojos. Si me gusta... Vamo a dejar de pensar estupideces y a dejar de mirar cuerpos ajenos con tanta admiración.

- Son las diez y media y aún no hemos grabado Apocalipsis Minecraft- habló Vegetta sin mirarme

- Deja de recriminarme... Hay paracetamol? Me duele la espalda- Vegetta asintió y señaló el tarrito que tenemos encima de la nevera lleno de pastillas para los malestares. Me levanté a buscarlo y cogí el paracetamol con mucha flojera. Tomé una pastilla y allí me quede esperando a que el dolor de lumbares me abandonase y se me fuera mágicamente.

- Come- Vegetta me puso el plato delante y me miró serio- Hace días que estás comiendo poco, macho y mira que es extraño. Te va a hacer mal- habló un poco más relajado y se sentó a mi lado para desayunar juntos, como no hacíamos desde que vivimos en Los Ángeles. La comida tenía una muy buena pinta a decir verdad y no es que las capacidades culinarias de Vegetta fueran la gran cosa.

- Gracias- agradecí tratando de no desviar mi mirada a su cuerpo. Estaba algo sudado, que va... Poco menos que se le escurrían las gotas por el pecho. Supongo que viene de correr o del gimnasio. Suponer digamos que no es mi especialidad. Me comí todo el tocino sin rechistar y un huevo revuelto de los que había hecho junto con una taza de café cortado. Estaba totalmente satisfecho y por más antojo de tocino que tuviera no iba a ser mucho lo que fuera a comer.- Te ha quedado bien- le elogio limpiándome la boca con una servilleta.

- Hombre... Solo bien? Me ha quedado que flipas!- rodé los ojos divertido y tomé un trago del judo de manzana que tenía delante.- Como en Los Ángeles...

- Madre mía, Vegetta el modesto...- río. Suena una notificación en mi móvil y la abro, sin prestarle mucha atención al teléfono y riéndome por la estupidez de mi amigo

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora