Hola. Vaya, realmente no se que decirte en esta carta, simplemente pensé en que debía escribirte. Primero que nada, felicidades porque mientras estas leyendo esto, ya has contraído nupcias, tu tan esperado y soñado día ha llegado.
Sólo te tengo una petición: Cuando termines de leer esto, no llores, no me busques ni si quiera con la mirada, sonríe y continúa con la celebración. Lo sé, es muy egoísta de mi parte pedir que no lo hagas, pero quiero que todos recuerden éste día como el mejor, sobre todo aquella persona con quien te casarás.
Perdóname por no estar ahí en estos momentos. Pero es que no iba a soportar ver el que besaras a alguien que no sea yo. En realidad, ambos sabemos que estoy en primera fila porque me pediste que asistiera y fuera quien te ayudara a organizar la celebración para finalmente ser tu padrino. Y, aunque me duele verte besando a otra persona, aquí estoy mostrando una falsa sonrisa a todo el mundo, en especial a ti.
Solo quiero decirte, a través de esta carta lo importante que has sido para mi. Desde el día en el que te conocí, cuando esos chicos me acorralaron en el rincón ¿recuerdas que intentaste defenderme y terminaste con muchos golpes en tu rostro? Recuerdo que tu madre te castigó esa noche, pero yo abogué por ti y ambos terminamos siendo retados, pero al final no te pusieron el castigo. Desde ese día fuiste la persona que me había rescatado, algo así como mi súper héroe personal.
Exactamente, desde el día en el que nos conocimos, mientras yo cuidaba de tus heridas y tu llorabas como bebé, ese día mi corazón empezó a latir por ti. Lamento ser la persona más cobarde sobre el mundo, pero para mi, permanecer a tu lado como solo amigos, siempre ha sido algo que he valorado y la única manera en la que se que podré permanecer a tu lado sin que ambos salgamos heridos. Prefiero ser yo quien reciba todas las heridas por los dos y prefiero que seas tú quien sea feliz por los dos.
Se supone que esta carta era para declarar mis sentimientos y terminé hablando sobre el pasado. Espero que te hayas acostumbrado a este defecto mío, sobre irme por las ramas siempre. ¿Recuerdas cuando yo fui tu cupido en la secundaria? Recibí todas las cartas de quienes querían salir contigo, me preguntaste que contenía cada carta, te daba mucha pereza leerlo así que me lo encomendaste a mi, sabías que me serviría para mis escritos (aunque no sabías quien era mi "musa", curioso ¿no?). En lugar de decirte que decía cada carta, te dije de quien era y cuanto amor le había puesto en su escritura, por alguna razón que ni si quiera yo conozco, insistí en que las leyeras. Primero te enojaste conmigo, tienes la mejor derecha, mi brazo quedó morado por una semana. Luego me llamaste para que fuera a comer los chocolates que te habían dado, según tu son mi debilidad. En realidad mi debilidad siempre has sido tu.
Nunca olvidaré cada momento que pasamos juntos. Todos los lugares que conocimos, las veces que nos escapamos y recibimos tremendas reprimendas por parte de nuestras madres. Todas las cartas que nos llegaban en San Valentín y todo el chocolate que comíamos juntos. La mejor parte era el intercambio de chocolates que hacíamos. A ti siempre te tocaban los mejores.
Pero lo que nunca voy a olvidar, es aquella tarde de marzo. Había un frío tremendo, llegaste con un grueso abrigo a casa de mamá y subiste a mi habitación, sabías que yo estaría ahí jugando en el computador. Azotaste la puerta y con una sonrisa de oreja a oreja, esa deslumbrante sonrisa que hacía que me perdiera en ella gritaste: "Me voy a casar". Juro que por unos momentos sentí algo romperse en mi interior, algo en mi pecho se hizo añicos y el ruido hizo eco en toda la habitación, pero tu no pudiste notarlo. Estabas muy feliz porque te casarías. No se de donde tomé el coraje pero me levanté, me levanté a abrazarte y a felicitarte porque habías encontrado al amor de tu vida. Yo ya nada más podía hacer, pues ya habías decidido con quién querías pasar el resto de tu vida. Te pasaste toda la tarde contándome los detalles sobre la propuesta, me mostraste el anillo y lo guardaste nuevamente. Tenía tantas ganas de gritarte que no lo hicieras, que me amaras a mi, pero no lo hice, simplemente sonreí y asentí a todo lo que decías. ¿Qué más podía hacer? Ya habías hecho tu elección.
A pesar de todo, yo estaba feliz, pero feliz por ti. Porque te casarías. Y te casarías con la persona que habías jurado amar un par de años atrás. Estaba feliz porque tú lo estabas. Aquella tarde no pude contener las lágrimas y lloré frente a ti, te preocupaste por mi y me preguntaste la razón de mis lágrimas, inventé la excusa de que lloraba de felicidad por ti. ¡Que gran mentira! Lloraba porque había perdido toda oportunidad de tenerte a mi lado. Pero es que en realidad nunca tuve esa oportunidad, al menos de tenerte como algo más que amigos.
Con estas últimas palabras me despido, sé que es muy egoísta de mi parte hacerlo el día de hoy, pero si no lo hacía ahora, no lo podría hacer nunca. También se que es cobarde de mi parte decirlo por medio de esta carta pero, no tenía el suficiente valor para decírtelo cara a cara, tenia tanto miedo y tanta vergüenza de haberme enamorado de tu bondad, de tu sonrisa, de tu hermosa personalidad. No sabía como confesártelo cara a cara.
¡TE AMO!
Y te deseo un feliz matrimonio.
Firma
Tu mejor amigo y
confidente de la vida.
ESTÁS LEYENDO
Cuando Te Cases
RomanceTu mejor amigo te llega con una noticia, se va a casar. Te has enamorado de esa persona desde que se conocen, desde su infancia. ¿Se lo confiesas por medio de una carta?