NdA: ¡Saludos! Quería decir simplemente que voy a pasar bastante por encima de lo que es el torneo, porque está ya perfectamente narrado en los libros y maravillosamente interpretado en la serie. Añadir que estoy enferma y con pocas ganas de escribir, así que no sé cuándo volveré a actualizar. Un beso para todos.
Por toda la comitiva se hablaba del gran torneo que tendría lugar a su llegada a Desembarco del Rey con motivo de celebrar el nombramiento de Eddard Stark como Mano del Rey y el compromiso tanto de Robb y Lyra como de Sansa y Joffrey. El torneo comenzaría dos días después de su llegada a la ciudad, y la boda se celebraría inmediatamente después para que los recién casados regresaran cuanto antes a Invernalia.
El resto del viaje sucedió sin más incidentes y, cuando a penas faltaban unas pocas horas para alcanzar la ciudad, que hervía de actividad por el torneo y la boda, a Lyra se le permitió cabalgar junto a su padre y los Stark para llegar pronto a la Fortaleza Roja.
Había echado de menos sus aposentos. El enorme ventanal la recibió con una suave brisa, que acarició con suavidad la piel de Lyra, cubierta de polvo por el viaje. Dos doncellas de palacio habían preparado una tina llena hasta casi desbordarse y la ayudaron a lavarse. A las dos horas, Lyra resplandecía. La habían ataviado con un bonito vestido verde con ribetes plateados y trenzado el pelo al estilo de la ciudad, dejando su melena suelta a su espalda y el rostro despejado. Lyra observó su reflejo en el cristal que tenía frente a ella: los ojos tormentosos de los Baratheon, el cabello como un cuervo de los Baratheon y la mandíbula cuadrada Baratheon; ni un sólo rasgo Lannister. Se levantó del taburete, se despidió de las doncellas y salió del cuarto, arrastrando ligeramente el bajo del vestido. Recorrió el castillo con rapidez, saludando damas y caballeros, criados y criadas, incluso a algunos de los miembros más importantes del consejo privado, como lord Varys –a quien apodaban "la araña" por sus múltiples espías-, al gran maestre Pycelle y a lord Eddard, que pasaba por allí con aire cansado. Sólo se detuvo y respiró con profundidad cuando llegó a los jardines de la fortaleza. Adoraba el aroma fresco de los árboles, y aborrecía el tenue olor que desprendían las piedras y las sedas del castillo. Además, odiaba sentirse encerrada.
—Lady Lyra, estáis resplandeciente —se giró hacia donde procedía la voz.
Petyr Baelish se acercaba a ella, con su sonrisa torcida sobre la barba puntiaguda. A Lyra no le caía bien el Consejero de la Moneda. Le parecía un hombrecillo extraño, siempre con aquella sonrisa torcida y esos rasgos tan afilados. Nadie sabia de dónde sacaba el dinero necesario para los caprichos del rey pero, cada vez que éste abría la mano para pedir, lord Petyr la llenaba de oro, igual que había hecho en aquella ocasión para financiar tanto el torneo como la boda.
No le gustaba la mirada inquisitiva de sus ojos verdosos, pero se obligó a sonreír como su madre le había enseñado.
—Muchas gracias, Lord Petyr. Sus palabras me alagan.
—¿Me permite acompañarla en su paseo? —a modo de respuesta, Lyra se cogió al brazo que lord Baelish le ofrecía.
—Sólo puedo felicitarla por su boda. Robb Stark es un buen partido —Lyra asintió, en silencio.
Pasearon unos minutos sin decir nada, saludando a todos aquellos con los que se cruzaron por los enormes jardines. El sol brillaba con fuerza y una suave brisa traía el aroma del mar.
—Deduzco que ya estáis completamente recuperada de vuestro... uhm... accidente hace unas lunas.
—Así es. Hay quien dice que fue un milagro de los dioses.
Había sucedido no mucho tiempo atrás. Concentrada como estaba persiguiendo una liebre no escuchó la saeta que volaba hacia ella. Ésta fue a clavarse directamente en la unión de su brazo izquierdo y su pecho y, aunque el dueño de la flecha y sus compañeros juraban y perjuraban que no había sido a intención, fue ejecutado públicamente de la mano del mismo rey. "Nadie pone en peligro la vida de mi familia" había gritado antes de cortarle la cabeza.
La muerte del culpable no ayudó a Lyra, aquello estaba claro. La herida se había infectado ya que se encontraban demasiado lejos del castillo y la fiebre hacía que la sangre le hirviese en las venas. No despertaba de su sueño y la alimentaban a base de leche de amapola. Cientos de maestres pasaron junto a su lecho, probaban decenas de remedios y se marchaban sin resultado alguno. Hasta que llegó un hombre de barba del color de la sangre y ojillos nerviosos. Su única referencia era una enorme cicatriz muy cerca del corazón; decía que sus técnicas de curación lo habían salvado de la muerte. Parecía que todo estaba perdido, así que accedieron a dejarlo ver a la princesa con la condición de que el rey estaría presente.
A los dos días la herida comenzaba a cerrarse y Lyra abrió por fin los ojos. Lo único que había en su memoria del hombre que le salvó la vida era el calor del fuego, y su voz alzando una plegaria a quien él llamaba "Dios de Luz". No recordaba su oración, pero sí la frase con que la concluyó, "porque la noche es oscura, y alberga horrores", sobre los ronquidos de su padre.
* * *
El día del torneo había llegado y Lyra acudió junto a Sansa, Jeyne Poole y la septa Mordane de Invernalia en una litera con unas cortinas de seda tan finas que podían ver a través de ellas. Cruzaron los muros de la ciudad hasta llegar a la llanura junto al río donde se había erigido un centenar de tiendas. La gente acudía en masa a presenciar el acontecimiento y el lugar hervía: caballeros con sus brillantes corceles y armaduras, el gentío emocionado...
—Es mejor que en las canciones... —susurró Sansa cuando al fin bajaron de la litera.
Lyra la miró con dulzura. Sansa era una muchacha bonita, con la larga cabellera cobriza de los Tully, tan inocente que sintió lástima. La corte sureña era un lugar para chicas como ella, alegres y risueñas, pero Joffrey iba a convertir su vida en un infierno.
Tomó asiento junto a Robb y su hermano Tommen en el palco del rey mientras todos se organizaban para que el torneo diera lugar.
Lyra vestía una túnica en negro y dorado, los colores de su casa, y un colgante de oro en forma de león con dos rubíes en los ojos. Había pertenecido a su abuela, Joanna Lannister, quien murió dando a luz a su tío Tyrion. Nada más sentarse, Robb le dedicó una cálida sonrisa que provocó que ella le respondiera con otra idéntica. Se lamentó de nuevo de no poder amarle. Robb era todo aquello por lo que sus doncellas suspiraban: apuesto, caballeroso, heredero de un reino y con un gran sentido del honor. Lyra deseó con todas sus fuerzas poder enamorarse de él.
Las trompetas sonaron, agudas y estridentes, cortando el hilo de sus pensamientos. El rey Robert se puso en pie para dedicar unas cuantas palabras a sus súbditos y el torneo comenzó. Los combates se sucedieron uno tras otro, algunos emocionantes y otros tan sencillos para el vencedor que resultaron tediosos. Su tío Jaime se las arregló para vencer todos sus enfrentamientos, incluyendo al afamado ser Barristan Selmy -lord Comandante de la Guardia Real- quien, por su parte, había logrado alzarse victorioso sobre todos sus oponentes pese a su avanzada edad.
—Ser Barristan me enseñó todo lo que sé con la espada —comentó Lyra a Robb.
Harta de ser siempre desarmada por su hermano, Lyra acudió al mejor espadachín del reino, Ser Barristan, quien accedió a entrenarla bajo una condición: «pelea siempre con honor». Ser Barristan había sido para ella como el abuelo que nunca tuvo, pues Tywin, su abuelo paterno, siempre estaba en Roca Casterly arreglando los desastres del rey.
Los combates se prolongaron durante todo el día. Cuando el sol ya se ocultaba por el horizonte, cuatro caballeros eran proclamados como semifinalistas: ser Sandor Clegane, el Perro; ser Gregor Clegane, la Montaña, hermano del Perro, quien había asesinado "accidentalmente" a uno de sus oponentes al ensartarlo con su lanza; ser Jaime Lannister y ser Loras Tyrell, más conocido como el "Caballero de las Flores". Ser Gregor asustaba a Lyra incluso más que el rostro quemado del Perro. Era un hombre de seguro alcanzaba los ocho pies de altura, y una de sus piernas era del mismo tamaño que la propia Lyra. Se contaba de él que había violado a Elia Martell, esposa del príncipe Raeghar Targaryen, con la sangre de sus recién asesinados hijos todavía en las manos; la primera vez que escuchó aquella historia, Lyra vomitó y tuvo pesadillas durante varias lunas. Ser Loras era todo lo contrario. Era un hombre apuesto, con una hermosa cascada de rizos castaños y una sonrisa que había conquistado a los Siete Reinos. También era el amante de su tío Renly, de quien se decía iba a casarse con la hermana de ser Loras, Margaery.
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The Lionhearted Deer | Juego de Tronos
FanfictionReyes contra reinas. A la muerte del rey Robert Baratheon, Robb Stark no tarda en autoproclamarse Rey en el Norte, apoyado por la casa Baratheon gracias a su matrimonio con Lyra Baratheon, melliza del rey Joffrey. En las Islas del Hierro, tambi...