XI

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Equipados con un comunicador, el Doctor y Yenna recorrían los túneles, mientras que el doctor LaVey monitorizaba su posición desde el campamento base. Habían decidido separarse para cubrir un terreno más amplio, por lo que la comunicación era constante dado el desconocimiento de la zona.

– ¿Deberíamos haber cogido migas de pan, Hansel? – dijo Yenna con voz burlona.

– ¿No tienes miedo de que se las coman los pájaros, Gretel? – contestó con sorna el Doctor.

– Doctor, esos niños fueron por el bosque, no por una cueva recóndita...

– Ojalá hubiera pájaros, ¿verdad?

– Ojalá hubiera algo más que rocas y hongo gwaed; ojalá hubiera algún ser vivo más... Fuera lo que fuera, sería capaz de besarlo.

– ¿Incluso a un Dalek?

– ¡Lo abrazaría como a un oso de peluche mientras me lo como a besos!

– ¿A la armadura o al ser que hay dentro?

– Nunca he visto lo que hay dentro de esas armaduras; ¿cómo son en realidad?

– Verdaderamente asquerosos... Son una especie de pulpos comidos por la radioactividad, con un enorme cerebro que sobresale de una cabeza deforme. Si tratas de imaginar el ser más repulsivo que te pase por la cabeza, los Dalek siempre estarán un escalón por encima.

– ¡Lo besaría igualmente!

– He presenciado besos de todo tipo, pero creo que podré sobrevivir sin esta imagen – dijo el Doctor, sin ocultar el asco que le producía aquel pensamiento.

– Mojigato... – contestó Yenna, soltando una risilla.

– Incluso mi curiosidad tiene sus límites, Yenna; en esto no soy como otros.

– Doctor – interrumpió el doctor LaVey –, ¿podría centrarse en su búsqueda en vez de realizar comentarios ofensivos?

– Vaya, doctor LaVey, me había olvidado de usted... ¿Alguna sugerencia acerca de por dónde continuar nuestra búsqueda? Debemos llevar más de una hora dando vueltas por estas cuevas sin ningún resultado.

– A unos quinientos metros debería encontrarse con una bifurcación; la ruta de la izquierda parece ser una buena alternativa. Respecto a usted, señorita Yenna, el camino se estrecha tras un par de grutas; ándese con ojo para no quedar atrapada.

– Entendido – dijo el Doctor –; cierro la comunicación por ahora.

– Yo haré lo mismo – contestó Yenna.

No pasó mucho rato hasta que el Doctor se encontró con la bifurcación indicada. El camino era estrecho e inclinado, provocando que tuviera que avanzar con el cuerpo apoyado sobre una de las paredes; el hongo gwaed cada vez era más escaso, lo que lo obligó a utilizar el destornillador sónico a modo de linterna.

"Señor del Tiempo..." – dijo en su cabeza la misma voz gutural que había escuchado con anterioridad.

– ¿Hola? – contestó el Doctor – ¿Quién anda por aquí?

Cogió el comunicador para ponerse en contacto con Yenna o el doctor LaVey, pero lo único que recibió fue un ruido de estática. Durante unos instantes dudó en dar media vuelta o seguir su camino; finalmente acabó venciendo la parte que se vuelve loca por resolver misterios, por lo que avanzó por aquél angosto camino hasta que llegó a una gruta de gran tamaño. La oscuridad reinante tan sólo era rota por pequeñas manchas de hongo gwaed que creaban un juego de luces y sombras escalofriante.

La Estratagema Del Silifante (Doctor Who)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora