Carta a ti

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Que difícil es todo esto, aún sigo procesando todo lo que pasó, tanto reducido en tan poco.

Esta sensación de arrepentimiento me persigue desde ese día, pienso una y mil veces en que decir para que me perdone, pero después caigo en cuenta. ¿Qué es lo que quiero que perdone?

Yo, quien aborrezco la hipocresía, me aleje por tu bien, porque no era justo contigo el hecho de seguir fingiendo. O tal vez, y lo más probable es que lo hice por miedo. Tenía miedo de todo lo que estaba sucediendo dentro de mí, todo lo que tenía que ver contigo me comenzaba a asustar, y probablemente de lo que me atreví a quejarme lo hice porque en realidad era lo que más me gustaba y en lo que más nos parecíamos.

Es extraño, es un tonto recuerdo, algo demasiado simple, pero cada vez que lo recuerdo hace que sonría, para después dar paso a las lágrimas. Se sentía tan seguro, jamás me sentí tan amada como en ese momento, leves rayos del sol, tú cálida mano acariciando mis cabellos, la comodidad de estar en algo tan tuyo, siendo este un símbolo de tanta tristeza para ti, que fue mi infinita felicidad por ese preciado instante que guardo en secreto con loco recelo.

El recuerdo del gris está lleno de color.

Creí que seriamos capaces de reparar las cosas, de volver a como éramos, de ser capaz de descubrir aquel sentimiento hacia ti, lo intentamos tantas veces, me sentí tan llena, tú deseabas arreglar las cosas tanto como yo, pero al estar de frente, seguía siendo lo mismo, deja de evitar mi mirada, deja de ser tan hipócrita, dame cara. Nada.

El cansancio terminó consumiéndonos, cuando te diste cuenta de que tan rota estaba te alejaste. Siempre contabas mis pedazos, decías poder unirlos, rellenar los vacíos.

¿Me arrepiento de decir lo que dije? Lo haré el resto de mi vida, y al mismo tiempo, estoy segura de que lo volvería a decir una y mil veces más, porque mi forma de ser me impide mentir.

He ido reponiéndome, aprendí a estar junto a ti como la extraña que fui para ti, sé que aún te cuesta, pero también llegarás a ese punto, estás cerca de él. Te parecerá egocéntrico todo lo anterior, pero no lo digo por orgullo, verdaderamente espero que te repongas de la pérdida, tan grande que lo fue para mí.

Mi escape y castigo son estas palabras, sacando el tan grande dolor que contengo, recordándomelo, para dejarlo ir.

Sigo con miedo, pero por fin tengo el coraje de decir que te ame alguna vez, y que siempre residirás en ese lugar, de aquel cuya pérdida no me ha entristecido menos que la muerte de algún ser querido, porque de alguna forma, tú has muerto, y paran eso no vale lamento.

Gracias.

Una historia bien corta venas de mi parte, pero cuando estás llena de esto, tienes que encontrar forma de soltarlo, ¿no?

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