El Retoño

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Densa es la niebla que emanas, cuyo manto sopla misterios y cubre verdades. Déjate llevar por la brisa, cierra los ojos y canta la pena. Desprende las lágrimas y libera aquel llanto. Riega la semilla que entierras bajo tus pies: de ti depende permitirle crecer, como también depende el dejarle morir. Aquí el único que decide, después de todo, eres tú.

Mátalo, y te liberarás de todo aquello que te apena.

Déjalo, y revelará el porqué de tus condenas.

Fija la mirada en tus pies. Debajo de ellos, removiendo un poco la tierra, hallarás la semilla, cuyas incipientes raíces albergan un fino tallo.

Libéralo, pero ten en cuenta que todo lo que vivió en un momento, murió. Porque así es el destino; de cierta forma u otra, incierto, pero inminente es aquello que pone fin a una vida. Puedes matarlo ahora, o dejar que el pasar de la aguja se encargue de ello.

...

Permíteme enseñarte todo eso que sin saberlo te abruma, pero primero debes saber que en el pasado mataron una parte de ti y, ahora, la conciencia que se encarga de que las heridas cesen depende de un débil hilo que a momentos, sin darte cuenta, lo amenazas con tus imprudencias.

Te sitúas en un laberinto, cuya infinidad se mide con un sin fin de mendacidades, las que por poco te dejan sin respiro. Dando vueltas lo recorres y no encuentras otra alternativa, has tomado siempre el mismo camino. Costumbre en ti es, pero... ¿No te has preguntado qué ocurrirá si cambias de sendero? Es usual atemorizarse al hacerlo, porque después de todo, la vida te ha enseñado que tu existencia consiste tan solo en una cosa: correr en círculos.

Ya es hora de que desvíes tus pasos.

...

- A ningún linaje de la Tierra pertenece. Parece que solo trae desgracias al lugar, además, sin saberlo, a sonreírte aún se atreve.

- No sabe quién es, así que permítele continuar con su alboroto. Bajo su misma imprudencia aprenderá que si se le libera desvelará su verdadero ser.

- Míralo, desgarrando de sus harapos está. Que no se acepta está reprochando. ¿Deberíamos de intervenir ya? Porque después de todo, por nosotros él permanece así.

- Que le dejes he dicho, que el expresar angustias le permitas. Retenerse a sí mismo acumula lo inevitable. Estallaría sólo con el hecho de evitar todo aquello.

- Pues la estabilidad es lo que mantenemos. Difícil lo veo con todo esto que está sucediendo.

...

Contempla a la distancia punzantes espinas como nunca antes lo había hecho. El brillo de sus ojos refleja con nostalgia lo que forzosamente recuerda... Recuerdos arrancados pérfidamente de su alma, y ensuciados en nombre de su mismísimo aciago.

Llorando está, pues el recordar es lo que teme; pero aun así, el recordar hace.

Distante del sendero que seguía, una voz recaía a lo lejos pronunciando fríamente la palabra "abominación". Aludido por la voz, en silencio yacía tumbado. Oscilado por lo que escuchó, cegó la vista como intento de hallar paz. Un gran tallo se arrimaba, y sus hojas se estrechaban hacia él, interrumpiendo de su sosiego.

Otra visión se aproxima...

Hoy mismo se libera el trasgo que fue engendrado a partir de las llamas del infierno. El fuego vivo que recorre en sus venas no se extingue, si no que se profana desde el temor que a sí mismo se provocaba. La debilidad absorbe su conciencia, la que en silencio se apiadaba de todo ello.

- Desecha tus miedos, que esta noche liberarás aquellos remordimientos que impiden el poder ser tú mismo: el dulce niño que sin saberlo se disfrazaba de ellos. El que se sentaba arrinconado esperando ser amparado, pero que el amparo no conoce. El vástago que miraba cada pisada que la gente daba. El que murmuraba deseosamente que el mundo se pudriese.

- El mundo no se pudrirá, quien marchitará serás tú. No comprendes los limites, que te desates he dicho. No guardes rencor: no seques el mar, pero tampoco intentes endulzarlo.

...

Ya una vez estando aquí difícil es volver a lo que antes se fue. Sin pensarlo aceptaste este destino, fatalidad que evitar ya no puedes. Te puedes desgarrar la piel, incluso golpearla, pero nada cambiará tu esencia. Ni siquiera la propia muerte alterará tu destino, porque los recuerdos permanecerán intactos, los ecos de tu voz prevalecerán al contacto del remordimiento exánime en la distancia. Aullarán bajo la brisa de este vertedero, retumbarán los chillidos y así será como grabados quedarán. Serán hitos esperando ser escuchados, pero sordos al oído de un simple mortal.

Tú mismo quieres oírte, pero tropiezas ante el fracaso porque tu propia realidad desconoces. Desasocias y alteras la verdad con el objetivo de encontrar cobijo. En nuestro mundo eres tu sometido ante tus propias manías, en el tuyo solamente estas tú luchando en un plano del que no puedes escapar, uno en el que caes y no te puedes levantar.

- Oye mi voz, retoño mío, e ignora esos susurros que a tu vida perjudicada quieren ver. No son reales, no existen, no están. ¿Pero qué digo yo? Porque quizá parte de esta irrealidad soy. Darme por vencido debo, no hay forma de despertarlo ya. Es hora de apagar aquel fulgor, el que un día alumbró tu sol.

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