Capítulo 22

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Mi mente divagaba en estos últimos días, los audífonos puestos y un buen libro era lo mejor que podía haber.

Claro de Luna se escuchaba en mi celular, mientras miraba el cielo de un color celeste, sin nubes ni nada que lo obstruyera. Era un hermoso cielo, ese tipo de cielos que te dan paz y tranquilidad, pero después se avecina una tormenta.

Faltaba todavía una media hora para acabar las clases, después de haber buscado a Ryan por todos lados y preguntar a Ashley por él, me rendí y opté por esperar a Diego en las bancas del estacionamiento.

¿Dije algo mal? ¿Porque no he visto a Ryan? No podía encontrar una explicación lógica a su desaparición.

Tal vez tenía cosas más importantes que yo, tal vez se había arrepentido de querer besarme, de haber dicho que me quería.

Por una parte eso estaba bien, yo nunca lo querría así, no podía hacerlo.

-Jous.- me llamó Diego, quitándome un audífono.-Vayamos a casa.

Asentí y ambos caminamos al auto, me retiré los audífonos y miré el camino a casa. Al parecer el estaba igual de pensativo, ya que no me preguntó acerca de mi silencio.

-¿Porque no vamos al laboratorio?- pregunté curiosa.

-James dijo que no nos necesita, por ahora.- aseguró Diego, restándole importancia.

-Okey.

Al llegar a casa, me topé con la soledad, en esa enorme mansión, todo parecía pequeño, cada mueble le daba un toque acogedor a ese lugar, aunque era una casa moderna, tenía esa sensación de hogar.

Ahora parecía ser que solo éramos Diego y yo en ella, nada se escuchaba, nisiquiera un mosquito, alguna brisa, nada.

-¿Qué quieres hacer?- pregunté perezosamente.

-Lo que quieras.- aseguró Diego encogiéndose de hombros.

-Hablame más de ti.- pedí sentándome en el sofá de la sala.

Él se sentó junto a mi y estirándose un poco. Meditó unos minutos lo que fuera a decirme y me miró regalándome una leve sonrisa.

-¿Qué quieres saber?

-¿Donde vivías antes con mi papá?- pregunté cautelosa.

-En Nevada.- aseguró él, sonriéndome.- cerca de un lago a donde ibamos a pescar.

-Y ¿Como te "adoptó" mi papá?- pregunté.

-Fue un día de invierno, tenía hambre, frio, y el lugar donde me quedaba, estaba lleno.- explicó recordando pensativo.- Tu papá salía de una cafetería con una bolsa con un burrito y una soda.

Sonrió como si pudiera ver todo aquello de nuevo y suspiró profundamente.

-Al verme, me ofreció y yo lo tomé, me dijo que me ayudaría, que me daría un hogar si le ayudaba con algo.- aseguró Diego.- Obvio dije que si, no sabía que iba a cambiarme.

-¿Cambiarte?- repetí incrédula.

-Ya sabes, en esto.- se señaló como si él fuera un objeto.

-Eres una persona, Diego.- aseguré mirándolo fijamente.- No te digas así, si vuelves a llamarte cosa, te patearé el trasero.

Sonrió negando con la cabeza y me miró con ternura, sus ojos se habían humedecido un poco y parecían cansados.

Su bello rostro se había contraído derrepente y de agarró con fuerza el pecho.

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