El Sonido Del Silencio

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Silencio s.m. (Lat. Silentium, de silere, callar). Ausencia de todo ruido o sonido.

Época lluviosa en la ciudad de Malabo. El ruido de las gotas de lluvia haciendo contacto con el tejado de las casas y el viento resuenan por toda la ciudad causando una rara melodía.
La ciudad está desierta, no hay nadie vagando por las calles. Se diría que todo va bien, es un día lluvioso cualquiera, excepto para Ana María, que le tiene miedo a la lluvia, el ruido que para muchos es una melodía para ella es sólo un espantoso ruido, además que está harta de contar las gotas de agua que se cuelan por los agujeros del tejado dejándola el cuarto mojado.
Había adoptado una postura fetal en la cama de una plaza que su tía Raquel la compró, estaba cubierta de una gruesa manta, el frío se colaba hasta sus huesos y la manta casi no la ayudaba mucho.
Intentó conciliar el sueño de nuevo pero nada, eran las 23 p.m., no podía bajar al salón a ver uno de sus canales favoritos en la televisión ni tampoco podía hacer nada porque ya era tarde y su tía se enfadaría con ella así que optó por contar las gotas de agua que caían al recipiente de plástico que estaba casi lleno o lleno, no lo veía claro debido a la oscuridad que llenaba la habitación.
De repente su cuartito se iluminó como si de la luz de un flash se tratara, Ana se escondió entre las mantas sabiendo lo que se avecinaba y justo el horrible y odioso ruido de un trueno la hizo soltar un jadeo que salió de su boca sin su permiso, la verdad era que era una chica muy miedosa, se asustaba por todo, lloraba por todo, no sabía esconder ni disimular sus sentimientos cosa que hacía que los demás la vieran como una débil y patética. En clase no tenía amigos ni nada por el estilo, no es que fuese un bicho raro, la gente estaba acostumbrada a verla llorar por doquier y hablar sola y todas esas cosas que hacen los memos. El flash volvió a iluminar su cuarto y ella se escondió de nuevo como si fuese un acto reflejo cuando el ruido del trueno se hizo presente, sin darse cuenta estaba llorando, en silencio pero llorando, las lágrimas bajaban por sus mejillas como si de cascadas se trataban, cuando se dio cuenta no intento limpiarse la cara. Sorbió de sus mocos y cerró los ojos en un intento de dormir y de nuevo no lo consiguió, había perdido la noción del tiempo, alargó la mano a la mesita del lado derecho de su cama y cogió el reloj de mesa que estaba encima para mirar la hora, era la 1 de la mañana, volvió a sorber de sus mocos y volvió a acurucarse. Cerró los ojos con fuerza y se imaginó cosas bonitas, pero ni eso pudo con su insomnio, sabía que mañana estaría cansada por no haber dormido en la noche, aparte que tenía que ir a clases al día siguiente pero no sería la primera vez que pasaba una noche en vela por lo que simplemente se quedó viendo el cielo raso de color blanco con manchas que dejaba el agua que el viejo tejado dejaba pasar, eran como enormes mapas que ella siempre observaba siempre con el interés que la verdad ni se merecían.

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