Carta de Laura a Lucía:
Señora:
Sin duda le sorprenderá recibir esta carta, ya que no nos conocemos. Me llamo Laura y fui compañera de quinto de su hermano Jeremías. En esa época mis padres se mudaban con bastante frecuencia. Llegué al colegio Albert Camus al principio del año escolar; cuando las clases volvieron a empezar, para cuarto, su hermano ya no estaba más. Sin duda se había ido a vivir a otra parte; yo misma volví a mudarme a mitad de ese año, lo que hizo que, finalmente, no tuviera tiempo de conocer bien a su hermano Jeremías, sobre todo porque era un chico más bien reservado que no hablaba con nadie. Es más, para ser absolutamente sincera, tuve que volver a mirar la foto de la clase de quinto para poder acordarme de su cara.
Si hoy le escribo para pedirle un favor. Hace un par de semanas me encontré con dos compañeras de esa clase, Noemí y Jordane. Era gracioso, ya que nos habíamos perdido de vista hacía años y, sin embargo, apenas habían pasado cinco minutos que ya éramos compinches de nuevo, intercambiando recuerdos de esa época y acordándonos de nuestras risas locas. Hay que decir que nosotras tres nos llevábamos muy bien.
Aquel año me pasó algo que, en el momento, me sacudió fuerte: perdí mi agenda. No hubiera servido nada más que para indicar tareas y lecciones, no habría sido ningún drama. Pero era una de esas agendas adolescentes repleta de mensajes, de imágenes, de observaciones personales... La clase de cosa que a una no le da ganas de ver en manos de quien sea. Sabe lo que quiero decir; además sin duda usted también habrá tenido una durante sus años de colegio. Y creí que había olvidado la mía en la biblioteca pero, cuando volví a buscarla, había desaparecido. La busqué por todas partes, pero nada.
Pasé días horribles, imaginando que alguien - ¡un chico, seguro! -, una mañana cualquiera, iba a ponerla delante de mi cara y a gritarle mis secretos a quién quisiera oírlos. Pero no, no pasó nada... Y yo nunca volví a ver mi agenda. Estaba tan disgustada que para reemplazarla me compré un estúpido cuaderno de ejercicios.
Ahora bien, durante nuestro encuentro, Jordane me hizo una revelación increíble:
- De hecho, Laura, nunca pensé en decírtelo, pero sabes, tu agenda...
- ¿Mi agenda?
- Sí, te acuerdas, la habías perdido, eso te tuvo loca varios días... bueno, ¡yo sé quién se lo quedó!
- ¡No te puedo creer!
- Sí. Me lo contó mi hermana. Entonces ella estaba en cuarto (no tenemos mucha diferencia entre nosotras). Un día que hacía un trabajo en la biblioteca, quiso ir a buscar una revista que necesitaba a la salita del fondo. Había un solo alumno, un chico de nuestra clase, no sé si te vas a acordar; era un poco raro, no hablaba con nadie: Jeremías. Cuando mi hermana entró, él agarró su carpeta rápidamente y algo que estaba apoyado encima de la mesa, una agenda gruesa de tapas verdes. En el momento, ella no le dio importancia. Fue después, mucho más tarde, casi al final del año, no sé de que hablábamos con mi hermana...ah, sí, de los chicos del colegio. Me nombró a Jeremías; le parecía lindo, imagínate, un poco chico - claro, ella estaba en cuarto y él en quinto -, pero lindo. La cosa es que cuando se encontraron los dos solos en la sala de revistas, ella estaba a punto de tirarle onda. Pero él parecía tan incomodo con su agenda verde, que no se atrevió. Agenda verde, eso me hizo clic en la cabeza. Me dije: "¡es la agenda de Laura!".
- ¡Pero nunca me dijiste nada!
- No me vas a creer, pero me lo olvidé completamente. Era a fin de año, teníamos un montón de cosas que hacer. No pensé más en eso...
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El misterio de la agenda
Teen FictionAlguien perdió una agenda personal, llena de secretos, y quién la encuentra intentará descifrar el misterio de su dueña. Una historia con intrigas, sueños, amor, dolor, humor y un final inesperado...