Viernes 7 de agosto.
A nuestra encantadora y enigmática de ojos verdes le habían ordenado someterse a exámenes de rutina, exigencia impuesta por Su Alteza Real: un tipo de "preempleo", podríamos decir. Mientras ella se preparaba para esas pruebas, él debía mantenerla distraída, ensimismándose en su labor para recobrar el ímpetu necesario y ejecutar su plan.
Finalmente, la fortaleza y el valor que acumuló lo llevaron a recibir una buena noticia: nuevos agentes de seguridad partirían desde Lisdan a Collintte. Esa decisión fue tomado luego de debatir si lo más prudente sería que el príncipe regresara a su nación. Sin embargo, el Primer Ministro concluyó que no era conveniente; Kai debía cumplir con compromisos diplomáticos.
Así fue como continuó en la república de Myliam, como si no hubiera sucedido nada fuera de lo común.
Mientras Julia se sometía a los exámenes médicos, él dedicaba su tiempo a afinar cada detalle del evento inminente. Aunque aquello parecía una tarea inocente para Kai, el chequeo médico, resultaba ser una situación tensa y delicada para Julia.
Sin duda alguna, era un hecho fulminante: no pasaría el análisis toxicológico al que había sido sometida.
Pero el mundo de las clínicas y hospitales era su reino; ese pequeño inconveniente lo resolvería unas horas más tarde.
Kai luchaba interiormente con la imagen que tenía de su pareja: una joven pálida con una delgadez casi anoréxica. En realidad, ella nunca había padecido problemas alimenticios. Todo lo contrario; Julia se entregaba a un voraz apetito que consumía compulsivamente todo aquello que podía comprar. Sin embargo, simplemente había sido dotada por naturaleza con un metabolismo excepcional: podía devorar cantidades asombrosas sin aumentar ni un gramo.
El peso de Julia era insignificante, porque su verdadero atractivo radicaba en su esencia. Su misticismo era casi palpable; la energía que desprendía infundía una inusual simpatía en quienes la rodeaban. Su mirada, profunda y penetrante, parecía atravesar las barreras del entendimiento humano, y su vasto conocimiento resultaba asombroso.
Era la encarnación de una verdad olvidada: el intelecto puede resultar tan cautivador como cualquier atributo físico.
Sin embargo, había aspectos escalofriantes en su personalidad que pocos lograban discernir. Aunque estaban a la vista de todos, se mantenían en la penumbra de sus percepciones. Era como si llevara un letrero de advertencia grabado a fuego en su frente.
Durante su estancia en la clínica, Julia se sintió agradecida por haber traído consigo su computadora portátil y un pendrive-un artefacto indispensable para sus osadas intenciones-. También se regocijó por la torpeza de los médicos que le permitieron acceder a un equipo de la clínica con la ridícula justificación de necesitar enviar un trabajo universitario.
En cuestión de minutos, había infiltrado el sistema informático del lugar.
¡Enhorabuena!
Una vez concluyó su chequeo médico (y sus travesuras digitales), tomó un taxi hacia la mansión. Cada viaje era una frustración insoportable; los taxistas carecían del acceso a las proximidades del imponente edificio y ella debía descender y caminar unos metros hasta él.
Mientras avanzaba por el sendero, notó que las cámaras de seguridad eran escasas y estratégicamente mal ubicadas. Para ella, la vigilancia de aquel lugar era simplemente insuficiente.
Diez minutos duró su recorrido hasta llegar al portentoso portón principal de la mansión.
—Pase, señorita Julia —indicó Faret amablemente dándole una palmada en el hombro. Ella asintió y se dirigió al jardín. Estaba un poco sudada. La señora corrió a la cocina en busca de limonada para la joven.
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MALO HASTA LOS HUESOS
Mystery / Thriller-Julia, ¿te gusta un buen crimen? -le susurro, amenazante. -A todos les gusta, siempre que no sean la víctima. Código de registro: 1710023668604 ____________________________________ Copyright © Todos los Derechos Reservados