LO QUE ESCONDE AQUELLA CASA

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En Forks no había futuro para él, su madre siempre lo supo. El clima frío no ayudaba a un joven asmático y tan reservado como Edward. Por eso, aconsejada por el reverendo Cullen, Elizabeth se armó de valor para pedirle a su marido que deje ir a su único hijo.

—En Seattle va a tener otro futuro, Edward no es tan fuerte como esperábamos, se pasa la mitad de año enfermo. Vamos amor. El reverendo Carlisle me ha ofrecido la casa de su hermana, va a conseguirle una beca para que estudie allá.

— ¿Y el dinero para la universidad? Con lo que gano no alcanza mujer, yo sé que tienes sueños para nuestro hijo pero olvídalo. Ni hipotecando nuestra casita podríamos pagar una universidad en Seattle.

—Pero el reverendo Cullen le va a conseguir una beca para que pueda ser profesor, a Edward le gusta estudiar, ama los libros, se sabe de memoria muchos poemas y además escribe. Él merece algo mejor que vivir aquí ahogándose en este lugar frío.

—Yo no estoy de acuerdo, tan lejos y sólo. Ese muchacho se puede perder... las malas amistades...

— ¡Eduqué muy bien a mi hijo!— fueron las últimas palabras de Elizabeth.

Edward hizo la maleta, era difícil ocultar su felicidad ante sus padres, debía mostrarse triste y abatido pero lo único que le apetecía era saltar de alegría. Iba a otro lugar ¡A una enorme ciudad! Era más de lo que había esperado. Creía que se quedaría en Forks toda su vida, seguiría los pasos de su padre trabajando por siempre en aquella empacadora de conservas. Pero el destino le había sonreído y ahora estaba a punto de iniciar una nueva vida.

El viaje duró bastante más de lo planeado, a cualquier persona le habría causado malestar pero no a Edward. En la terminal de buses de Seattle lo esperaba la señorita Esme Cullen, la hermana del reverendo Carlisle, una mujer mayor pero con una sonrisa agradable. Según el reverendo, Esme, había sido una joven muy hermosa que estuvo comprometida a los veinte años pero lamentablemente su novio viajó a Canadá y nunca más regresó, ahora vivía sola en Seattle en compañía de sus gatos.

Edward fue acomodado en una habitación con baño propio y su anfitriona le indicó las reglas de la casa ya que alojaba a tres estudiantes más.

No llegar después de la media noche, mantener el orden y la limpieza de su habitación, hacer la colada los sábados. El desayuno se servía a las siete en punto de la mañana y el almuerzo a las 12 del mediodía. No había cena ni hora del té porque la señora de la casa no permanecía por las tardes recluida en su vivienda. Ella era una persona que se dedicaba a la labor social y todas sus tardes y parte de sus noches estaban comprometidas.

Al joven recién llegado le parecía bien, más que bien, excelente.

Así inició sus clases de literatura en la universidad de Seattle, su facultad no quedaba lejos de la casa donde se hospedaba por eso podía muy bien ir caminando. Había trazado su ruta habitual, no había vueltas ni recodos, una perfecta "L" lo separaba de su centro de estudios. Llevaba tres meses estudiando y no había hecho ni un solo amigo. Le costaba integrarse a algún grupo, muchos lo marginaban por ser de pueblo. Sólo Jasper, uno de sus compañeros le hablaba en clases o compartía sus apuntes. A Edward no le importaba, había crecido solo y sin amigos. Le encantaba leer y eso hacía que en Forks lo llamaran "mariquita". Sus compañeros se burlaban de él porque escribía versos o vivía con la nariz en los libros.

Una tarde se desvió de su ruta porque necesitaba comprar papel para redactar un trabajo, había olvidado hacerlo en la facultad y buscó una librería. Nunca se había alejado tanto de la casa donde se hospedaba, las calles en esa parte del pueblo eran silenciosas y vacías.

El maullido de un gato atigrado lo distrajo. Era un animalito escuálido y sucio pero le recordó al gato que vivía en su escuela. Una pobre criatura sobre el que los alumnos descargaban sus travesuras.

LO QUE ESCONDE AQUELLA CASA (One shot halloween)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora