Prólogo

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Entre relatos viejos de Reinos, hoy me apetece contaros una pequeña historia que se remonta a cuando en el Reino Lupus gobernaba el Rey Sorata Lima y su esposo, el Reina Kei Sánchez...

En aquél entonces, en ése lugar reinaba la paz y armonía. El Rey y el Reina vivían plácidamente con su pequeño hijo y futuro Rey de Lupus, Hiroki, de 11 años de edad; el pequeño príncipe vivía despreocupado, dormía, estudiaba, comía, jugaba, ¿Qué más podría pedir?

A Hiroki  lo que más le gustaba era pasar tiempo con uno de los guardias del castillo, Haiiro, quién era, además, mitad gato.

Ambos pasaban mucho tiempo juntos, algo que para el Rey Sorata era algo muy intrigante.


Cierto día, el Príncipe y el guardia se encontraban en el jardín del castillo.

  —¡Haii! ¡Haii! ¡A que no me alcanzas!— Gritaba con la voz agitada el joven, lleno de energía y corriendo entre los arbustos mientras su compañero gatuno lo seguía a toda prisa. 

El Rey, quien lo había estado observando desde hace ya un rato decidió acercarse a ellos cuando estuvieron ya cansados.

Con su postura firme y una voz demandante llegó hasta ellos.

  —Haiiro.—   Llamó, e inmediatamente el guardia de cabellos grisáceos giró la vista hacia él.

  —¿Sí, su majestad?—  

  —Necesito que aprendas algo.— 

Y Diciendo ésto, Sorata volteó y comenzó a caminar hacia la entrada del castillo—Sígueme.  —

Confusos, Hiroki y Haiiro se miraron desconcertados y luego lo siguieron a toda prisa.

  —¡Papá! ¿A dónde vamos?— Preguntó el pequeño— ¿Qué tiene que aprender Haii?— 

Sorata permaneció en silencio hasta llegar a una de las habitaciones más adentradas del castillo, la cual  abrió la puerta y entró.

  — Entren.— Dijo.

Ambos, aún invadidos por la curiosidad, fueron tras el Rey.

De un segundo a otro el ambiente fue envuelto en cierto sentimiento de terror y se volvió muy tenso... Sorata sostenía su espada hacia el cuello de su unigénito. 

Hiroki había quedado en el sitio, sin reacción alguna ante la situación. Quién sí reaccionó al instante fue su compañero, quien abrazó y protegió con su cuerpo al niño.

  — ¡¿Rey Sorata?!—  Fue lo único que salió de su boca mientras lo abrazaba.

Éso fue sólo una prueba— Aclaró el Rey— Sin embargo, si te matara, Haiiro, ¿Cómo lo protegerías?.—  Preguntó.

El joven peligris lo observó con cierto desconcierto en su mirada.

  — Quiero que lo protejas, Haiiro, y para eso necesitas aprender a defenderte y manipular una espada ¿Lo comprendes?

Haiiro miró la espada que antes había amenazado a su protegido y asintió.

  — Entonces ven aquí.— Dijo el Rey, con una sonrisa en su rostro.

Haiiro se alejó del joven Príncipe y caminó hacia el Rey.

Comenzaremos con tu entrenamiento hoy mismo. — Sorata tomó su espada y la enfundó nuevamente. Dio unos cuantos pasos hacia una de las paredes de la habitación en la cual yacía una espada que tomó en sus manos para luego entregársela al guardia ojiverde.

Éste la tomó como pudo, acostumbrándose al peso. Era una espada de plata.

  — Ésta espada fue forjada por uno de mis mejores herreros... Si aprendes bien todo lo que se debe, será tuya.—  Declaró el Rey, mientras el felino observaba el arma.

¿Con ella podré proteger al príncipe?—  Indagó con interés el joven.

Así es, con ella podrás protegerlo.— 

Entonces daré todo de mi para ganarla, señor.— 

Bien dicho.— 



My Little PrinceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora