Capítulo 23

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Ya no podía más con ésta sensación de pesadez y ansiedad, mi mente no podía concentrarse en nada más que en él.

Recordar su cercanía la última vez que lo vi, sus ojos, sus labios, su aroma, todo de él estaba golpeándome mentalmente y me atormentaba estás últimas noches.

Aparecí en una habitación que parecía ser una sala, habían dos enormes sofá color moca y una mesa de mármol en medio de ambos, mi padre discutía con el Señor Colfman.

Ambos hablaban entre dientes, mientras señalaban unos papeles en la mesa.

Entonces sus miradas se enfocaron en mi, yo traía en mis manos mi muñeca favorita, una con vestido de color púrpura.

-Ven aquí.- susurró Colfman en mi dirección.

Pero cuando iba a mover un pie, un pequeño Ryan ya estaba frente a mi, me miró a los ojos y me sonrió con nerviosismo.

-Toma, espera en mi habitación, ahora subo.- me aseguró con una tierna voz angelical.

Había dejado en mis manos un pequeño conejo de peluche, el conejo era color gris y tenía ojos de botones.

Sin más, caminó hasta su padre, quien le regañó algo en voz baja, mi padre me llamaba y quería que fuera con él, pero yo obedecí a Ryan.

Corrí a su habitación y esperé sentada en su cama, su habitación era acogedora, las paredes de color blancas y la cama con sábanas azules.

Esperé. Esperé por él, hasta que la puerta comenzó a abrirse, bajé rápidamente y le regalé una sonrisa a mi mejor amigo.

Pero no era él, era mi padre, decepcionada comencé a sollozar, mi papá me tomó en brazos y me acurrucó en su pecho.

-¿Dónde está Ray?- pregunté molesta.

-Tranquila, vamos con él.- aseguró bajando por las escaleras.

Pero al cruzar por la sala, ahí no estaba Ray, no había rastro de él, tampoco estaba el señor Colfman.

-¿Donde esta Ryan?- volví a preguntar.

Papá comenzaba a perder la paciencia conmigo, parecía cansado.

-¿¡Donde está Ryan!?- grité molesta.

No contestó.

-¿¡Donde está Ryan!?¿¡Donde está Ryan!? ¿¡Donde está Ryan!? ¿¡Donde está Ryan!?- repetí sacudiéndome en sus brazos y accidentalmente me resbalé de su agarre.

Caí al suelo, mi cabeza rebotó contra el piso de madera y entonces todo se volvía negro poco a poco.


-Jous, despierta.- pidió Diego asustado.

-¿Que pasa?- pregunté despertando poco a poco.

-Pues para empezar, llegaste a mi habitación anoche.- comenzó señalando a nuestro alrededor.

-Oh no.- susurré débilmente.

-Después te acostaste conmigo y susurrabas cosas.- aseguró asustado.- no paraste de hablar en toda la noche, gritabas...

-Yo, lo siento, enserio lo siento, desde niña tengo estos sueños.- le aseguré avergonzada.

-¿Estas bien?- preguntó cauteloso.

-Si.

Sus ojos barrieron mi cuerpo y se relajó poco después, sonrió amablemente y se sentó en la cama, a mi lado.

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