Cap 3 - El gran descubrimiento.

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- Cap 3 - El gran descubrimiento.

Martina se había quedado sin palabras, al igual que yo, lo que vimos no podía ser posible, una casa y un terreno intacto. La diferencia entre un terreno y otro era absoluta, esta parte tenía conservado el mundo anterior, nuestra naturaleza, era como un cuadro en una casa antigua.

Con Martina no sabíamos que hacer, si entrar o no, probablemente estaba habitado. Caminamos alrededor para poder visualizar mejor.

Era una casa de madera, estoy casi seguro que de roble, pintada de color amarillo claro y con un techo de ladrillo.

Tenía ventanas grandes en cada pared; éstas tenían un marco de metal. Había un árbol grande en el "patio" y un lago, el pasto estaba largo y habían dos vacas alimentándose del mismo.

De la chimenea comenzó a salir humo, dando a entender una estufa prendida.

Decidimos, luego de un momento pensándolo que lo mejor sería dejarlos, y volver con más personas en otro momento. Por ahora avisarle a Carlos de lo visto y que él decida lo que haremos.

Al final logramos encontrar el dichoso lago; no quedaba mucha agua pero logramos obtener algo. Nos dirigimos de vuelta al campamento aviviados por descubrir que secretos escondía esa casa.

- ¡Caaarlooos! ¡Caaaarloos! - Dijo gritando Martina.
- Aquí estoy. - Respondió con calma Carlos. - Emm... ¿Qué llevan en las batas? - Preguntó.
-Caramelos, encontramos un camión de éstos. - Dije.
- Pero eso no es lo más importante. - Agregó Martina.
-Si te digo lo que encontramos no vas a poder creerlo. - Comenté.
- ¿Qué, qué? - Preguntó ansioso Carlos.
-Cerca del lago encontramos una casa. - Dijo Martina, terminando ahí la oración para darle suspenso a la situación.
- ¿Y qué tiene de especial? - Preguntó Carlos, esperando una respuesta de parte de Martina.
-Es que esa casa estaba intacta, y tenía animales dentro; además de agua.
- ¿Y dónde está eso? - Preguntó anonadado Carlos.
- A unos 200 metros a la derecha de el laguito - Le respondí.
- Bueno, está habitado, ¿verdad? - Preguntó, sin ningún tipo de ilusiones.
- Estamos un 90% seguros de que si. - Le dije.
- Igualmente, Martina, tú, Hebert y Alison van a ir a inspeccionarla. - Me dijo.
- ¿Me puedes decir quienes son? - Le pregunté.
-Mira, Hebert es el señor calvo, de piel colorada, alto y que usa jeans. - Me indicó señalándolo. - Y Alison es esa rubia que tiene un chaleco rosa y es bajita. Suerte - Nos deseó.

Martina y yo fuimos a buscar a los otros dos para comentarles sobre lo que habíamos visto.

Los encontramos a los dos les informamos sobre todo.

Emprendimos un viaje hacia lo que llamaremos "La zona sagrada".

Luego de aproximadamente una hora de caminata y conversación, logramos llegar a "La zona sagrada".

Discutimos sobre quien iria primero, y Hebert se atrevió a ir primero.

Ni siquiera había tocado la mínima zona de pasto escuchamos una voz gruesa y firme.

-¡Alto ahi! - Gritó esa voz desconocida.
-Por favor, solo venimos de exploración - Explicó Ali.
-No me importan sus motivos, este terreno es mío y solo mío. -Aclaró.
- Señor, porfavor, tiene el mayor tesoro del mundo en sus manos, y si no hace buen uso de él, el mu... -Se detuvo.

Sonó un fuerte disparo e inmediatamente Hebert retrocedió unos 3 pasos.

-Es mi última advertencia, no me molesten ¡MÁS! -Gritó.

No fueron necesarias las palabras, con tan solo las miradas concordamos en ir de nuevo al campento, pero obviamente, nos dirigimos al camión de dulces antes de ir hacia allí.

Otra hora y pico más de viaje, y llegamos finalmente a el campamento.

Todos estaban reunidos en una ronda alrededor de un fuego; y apenas nos acercamos se sintió el grito de:

-¡Aliiiiiisooon! - Dijo una señora de unos 60 años con una sonrisa en la cara. Luego de un gran abrazo nos incorporamos a la ronda.

-Bueno chicos, ¿Cómo les fué? - Preguntó un hombre rubio.
- Malas noticias. - Dijo Hebert. - El dueño de ese terreno no piensa compartir absolutamente nada. Incluso llegó a disparar para que nos fueramos. - Aclaró.
-Ufff - Dijo con un tono de amargura, éste muchacho rubio - Una pena, teníamos el mayor tesoro en nuestras manos - Afirmó.
- Igualmente yo pienso que podriamos ir a conquistar ese terreno - Comentó una señora que parecía de unos 63 años.
-Claro, lo vamos a ir a conquistar peleando con los puños -Bromeó Carlos. Todos rieron.
La mujer sonrió y se fue a dormir.
-Bueno gente, vamos a conocer a el hombre nuevo -Dijo una joven mujer morocha.
-Mi nombre es Alejandro -Aclaré -Tengo 44 años y trabajaba en un laboratorio. -Dije. -Y ustedes? -Pregunté.
-Yo soy Amelia -Dijo la misma morocha. Ella tiene el pelo largo y castaño, los ojos marrones y una nariz ancha, al igual que sus cejas. Tiene también un cuello largo. -Tengo 27 años.
-Yo soy Roberto -Me dijo un hombre de cabello marrón y piel morena, ojos verdes y orejas anchas; una nariz fina como sus cejas - Tengo 41 años. - Me dijo.
- Y yo soy Rafael, me dijo otro hombre - Tengo 54 años.
Así conocí a todos los que vivían en el campamento.

Terminamos de conocernos y comimos unos snacks y de "postre" unos pocos de los caramelos que encontramos.

Nos fuimos todos a dormir luego de la comida.

No lograba conciliar el sueño, pensaba en todo lo que había pasado, como mi vida cambió en un momento, como el mundo cambio en un momento.

Estaba pensando en lo sucedido este dia y repetinamente escuchu un grito de
-¡Aaaaaah!
-¡Ayudaaaa! - Se escucha luego de unos segundos.

Logre reconocer al instante la voz de Martina, y decidí correr para ver que había pasado.

Carlos, nuestro jefe con un cuchillo en la cabeza, cuando lo mire, quede sin palabras, y al parecer había muerto, ¿Quién podría hacer esto en la situación que estamos? ¿Qué mente enferma es capaz de destruir en un mundo sumido en la destrucción? No lo sabía, pero eso lo iba a averiguar, no iba a convivir de ninguna manera con un psicopata.

¿Vale la pena vivir? (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora