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-Hola -. Dijo ella, con una fría seguridad en la voz.
-Ho-Hola -. Dije yo con voz entrecortada. No sabia donde estaba ni como había llegado a ese lugar, tampoco sabia quien era, solo recordaba un nombre: Evan. Así que supuse que era el mio. Observe el lugar donde estaba y me recorrió un escalofrío. Estaba en una habitación, con paredes blancas, el techo negro y unas hermosas cortinas color carmín cubrían, lo que supuse que sería, una gran ventana. El lugar no parecía tener puerta, pero eso no es posible y lo sabes, dijo una voz en mi cabeza. Y era cierto eso no era remotamente posible, por algún lado tendría que haber entrado. El lugar casi no tenia muebles, solo un antiguo librero con puertas de vidrio, que permitían ver su interior, pero estaba demasiado lejos como para distinguir algún título, y un gran ropero de madera. También había un antiguo sofá rojo carmesí, en el cual estaba sentada una bella joven alta, con pómulos marcados, cabello ondulado, negro como la noche, al igual que sus ojos grandes y fríos. Juliette..., volvió a hablar la voz dentro de mi cabeza, su voz sonaba con un deje de deseo, nostalgia y temor. Por alguna razón sabia que ese era el nombre de la mujer.
No podía creer que no hubiese notado antes lo que llevaba puesto la mujer, pero cuando lo hice, desee jamas haberlo hecho. La mujer llevaba puestos unos tacones de aguja negros y altos, un vestido hasta la rodilla, ceñido a su fina cintura, y holgado en los muslos, también llevaba un collar, que despertó un gran sentimiento de familiaridad, una fina cadena de plata y un pequeño rubí colgando, que brillaba con orgullo, sobre su blanca piel. El único problema de todo esto, es que ella estaba cubierta de sangre fresca, tan roja como el rubí de su collar. Ella parecía no darse cuenta, o al menos, no le importaba.

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