Hallarte siempre en los resquicios, al borde del precipicio. Te visualizaba ausente, ensimismada, dueña de una inmensa pena. Se te dibujaban las mejillas regordetas como si a todo momento hicieras mimos, y debía estar yo presente para que iniciaras con tus acostumbradas pataletas. Para momentos así, pensaba en lo que serías de grande, y ya podía verte respondiendo a mis interrogantes con el ceño fruncido: "estrella de rock and roll". Eras tan ligera, risueña de excederte en los más elementales principios. Venías a mí para abrazarme y jurabas haber olvidado pronunciar las palabras; y llorabas, solías recitar mi nombre quedándote dormida y me buscabas en tus sueños, así alguna vez al despertar me bautizaste Koala, para aferrarte a mi pecho.