— Por supuesto que no vine a verte. Caí de casualidad aquí por culpa de Emilio. Paso todos mis días rogando para no verte, ¿por qué vendría por cuenta propia? —— Porque me amas. — Murmuró, pegando sus labios a mi oreja, como aquella vez en su cuarto cuando su papá no estaba en casa.
— ¡Ya quisieras, imbecil de mierda! —
Me separé de él, alejándolo con mis manos y tratando de escapar por la puerta que se encontraba a sus espaldas. Damon, por su parte, se limitó a tomarme por la cintura y jalarme de nuevo hacia él, comenzando a susurrar en mi oído una vez más. Su aliento caliente me erizaba la piel, haciendo temblar cada parte de mi ser, a la vez que mis piernas se apretaban entre ellas y mi mente me recordaba la triste verdad: jamás podría dejar de caer en sus brazos.
Un leve jadeo salió de mis labios, el mundo daba vueltas y mi cuello se estiraba para dejar paso a sus besos. Sus cálidos y húmedos besos. Le encantaba seducirme a base de atacar por mis orejas, para después bajar por mi barbilla, a mi cuello, y seguir por mi clavícula... mi pecho... mi ombligo, y su lunar favorito.
— Greg, por favor... Hablamos de esto hace meses... — Otro suave jadeo se escuchó cuando comenzó a meter su mano dentro de mi camisa, acariciando mi piel desnuda. — ... no podemos hacerlo de nuevo. No quiero hacerlo de nuevo. No contigo.
— ¿Por qué no? — Interrumpió entonces su camino para mirarme a los ojos.
— Greg, tú... — Un segundo de silencio. Un ahogado sollozo. Un pequeño Oliver dolido. — ... tú me engañaste, Greg. Me hiciste sentir que me amabas. Que la persona que siempre estaba en tus sueños era yo, que escaparíamos juntos. Pero tú me engañaste, Greg.
— Te dije que lo sent...—
— ¿Cuántas veces fueron Greg? ¿Cuántas putas noches te llamé llorando, mientras tú te revolcabas en la cama con Math? ¿Cuántas? — Mi voz había comenzado a alzarse, tocando cada rincón de ese maldito cuarto; mis lagrimas, por su parte, comenzaron a caer por mis labios hasta llegar al piso, como si jamás hubiesen existido. — Me cambiaste por él, ¡incluso le dijiste a tu padre sobre él! Claro que le cambiaste el género y le pusiste un nombre distinto, pero le contaste todo... Le dijiste que era una chica hermosa, que la amabas.
El señor Damon se había divorciado de la madre de Greg, Ofelia, poco después del nacimiento del niño. Jamás se habían llevado bien. Habían tenido sexo casual en una fiesta y habían terminado con la "sorpresa". Se les había obligado a casarse. Sin embargo, se separaron con la llegada de Greg. Al señor Damon le daba igual. Sus enfermos padres creyeron que todo marchaba bien y decidieron dejarle todos sus bienes en su testamento, con la promesa de que esto sería para darle la mejor vida posible a Greg. Económicamente, el niño jamás tuvo carencias. Gozó de una enorme casa, comida y ropa de marca. Presumió de tener una sirvienta, y de que su padre le regaló un auto cuando cumplió 16.
Pero en cuanto a otros aspectos... Greg no tenía nada. Jamás sintió un abrazo fraternal y nadie le acarició el cabello cuando lloraba al estar enfermo. Además, el señor Damon había sido acusado de acoso sexual muchas veces, incluso mi madre me contó que alguna vez le había tocado en el supermercado. Toda la manzana le temía. Y dentro de este temor, se metió a Greg, diciendo que quizás él sería peor que su padre.
Los vecinos les odiaban a ambos.
Sin embargo, yo me negué a creer en ello. Me hice su amigo con mucha dificultad cuando éramos apenas unos niños, pero después de eso, no hubo nada que pudiera separarnos. Aunque éramos distintos en todo aspecto, y él odiase a su padre mientras yo amaba al mío, Greg y yo estábamos hechos el uno para el otro.
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Estrellas, Demonios y Mareas
RomanceAquel día, aquel maldito día donde me presentó a su novio. Él mismo chico que me había molestado durante años, ahora estaba cenando en mi casa. Tomando la mano de mi hermana. Mirándome con esa sonrisa coqueta suya.