Cap 5: Encuentro

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El Príncipe turco Abdul Shakur se encontraba en la ciudad de paso, había unos cuantos asuntos que debía aclarar con sus socios, por lo que organizó una fiesta, como solo un digno heredero al trono podría realizar. Extravagante y ostentosa.

A pesar de lo que muchos creerían de un príncipe de su altura, Abdul Shakur estaba metido en el bajo mundo. No le faltaba dinero, tampoco poder, como miembro de la realeza tenía más de lo que muchos pudieran pedir sin verse en la necesidad de ensuciar sus zapatos. Pero tenía un pequeño defecto.

Le gustaba el peligro.

La adrenalina era lo suyo, y por eso andaba en negocios turbios, le gustaba ver hasta dónde podía llegar sin que nadie lo pudiera notar. Caracterizándose siempre por su cautela, y gusto por lo extravagante. Nadie podía ponerle un alto y eso le encantaba. Pero de un tiempo a esta parte, eso cambio cuando conoció a un muy curioso detective.

Lenard era un hombre de los pocos. Astuto, ágil, diestro, inteligente y para frustración y admiración suya, demasiado honesto. Jamás llegó a encontrar el precio exacto para él. Abdul Shakur sabía de memoria que todo el mundo tiene un precio, pero nunca pudo encontrar el suyo. Fue el primero que lo obligó a pasar un par de horas en la cárcel. Y no lo colocó en una celda especial. Lo puso con el resto, sin ningún tipo de distinción y diferencia. Lo cual le sorprendió e intrigó.

Y no es que el detective no supiera quien era él. Parecía que simplemente no le importara en lo absoluto. El príncipe tuvo que lidiar codo a codo con asesinos, simples bribones y violadores. Pero a pesar que sus súbditos querían mandar a despellejar vivo al detective y dar de comer sus órganos a los más sucios gusanos. El príncipe estaba encantando con él.

Por fin alguien que lo trataba como su igual, sin temor. No sabría decir si eso era algo admirable o algo estúpido, pero optó por lo primero. Con él, hasta ese momento sólo dos personas lograron ponerle un alto. Aunque uno de ellos era una mujer, una belleza salvaje.

Una mujer tan fuerte que lo tenía fascinado, esa mujer suponía todo un reto para él. Nunca nadie se había negado jamás a sus encantos, todas caían rendidas ante él. La mayoría se conformaba con unas cuantas joyas, otras con dinero, pero ella no. Le había ofrecido de todo, pero esa mujer seguía negándose a él.

No solo rechazaba sus avances, también su presencia. Y eso era algo que el príncipe no podía permitir. Se había encaprichado con la doncella, y se había propuesto conquistarla. Era imposible que alguien como él diera el brazo a torcer. Su palabra era ley. Y se propuso tener a esa mujer bajo sus sabanas en menos de un año.

Pero para sorpresa y frustración suya ya pasaba del año sin ningún logro, esa mujer lo había rechazado tantas veces que ya no podía contar, negándose incluso a cenar con él si no estaba presente alguien de su familia. Haddadrimon nunca le desagradó, era una persona muy sabia e inteligente, pero le frustraba que al estar él presente su nieta no se dignara a siquiera prestarle atención.

Un día en una de las tantas reuniones que organizaba para sus socios en uno de sus barcos, se pasó de copas. Y encontrando a la razón de sus recientes suspiros en la proa, no dudó en acercarse a ella. Estaba completamente sola, con aquel vestido tan sugerente que le quitaba el aliento, el color blanco le sentaba de maravilla, el modelo resaltaba sus muy bien formadas curvas, y esa mirada nostálgica lo dejó completamente embobado.

Sin siquiera proponérselo sus pies que habían tomado vida propia fueron llevándolo paso a paso más cerca de su objetivo. La incauta doncella llevaba el pelo recogido dejando a la vista su delgado y largo cuello, que se veía tan tentador a la luz de la luna. Como si lo invitara a probarlo, como si le exigiera tocarlo y rozarlo.

El despertar del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora