PANDORA: Valor.

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PROLOGO

Empezaré presentandome. Me llaman Elisa de nombre y Kuran de apellido. He cumplido 15 veranos el anterior mes, y vivo en una pequeña aldea en los confines de Las Llanuras. Es tan minúscula, tan insignificante, que no aparece nisiquiera en los mapas, y hasta dudo mucho incluso si se puede denominar así, pues somos cuatro casas, contadas. La vida aquí es monótona, aburrida, nunca hay nada que hacer. Nada contando con lo tipico, cuidar de la casa y de mi hermano pequeño, Joan. Mis padres siempre andan ocupados, no se como se las arreglan para estarlo, pero siempre tienen algo que hacer, al contrario que yo. En definitiva, solo somos una familia de cuatro asentada en un lugar completamente abandonado por la civilización, rodeada de verdes llanuras y lejanas montañas, con la única compañía de otras tres familias en iguales condiciones a las nuestras.

O al menos, ahora lo somos. Las cosas han cambiado un poco desde que perdí la memoria, o eso creo, pues no puedo recordar nada. Sí, no se por qué, ni de que manera, solo sé que la perdí. Y mis padres no me han ayudado a recuperarla, dicen que hay cosas que son mejor olvidar, pero eso solo me causa más dudas aún. Por si fuera poco, mi hermana gemela, a la que solo recuerdo de unos días, y que ahora es una completa desconocida para mí, al igual que el resto de mi familia, se ha ido. Desapareció hace poco menos de un mes. Ni una carta, ni palabras de despedida, sin ningún tipo de adiós, mi querida hermana gemela se fue una mañana sin dejar rastro. Mis padres aún tienen la esperanza de que algún día vuelva, pero yo no estoy tan segura, algo me huele muy mal. A parte de esta "pequeña e insignificante" anécdota, no ha pasado nada interesante en el corto mes que he empezado a crearme recuerdos. Solo espero con todas mi ganas la respuesta a mi petición de entrar en Elion, la escuela para magos más importante de toda Pandora de entre todas las demás, donde acuden los jovenes con más dones, con más "magia en su interior". Mis propios padres asistieron a ella, por lo que me corresponde a mí sucederlos, lo cuál aumenta las posiblidades de que pueda estudiar allí. Si no, siempre me quedará la opción de ir a cualquiera otra, pero no me llama tanto la idea.

JULIUS, EL BARDO.

Ha venido alguien ha visitarnos. Al principio, cuando llamaron, pensé que eran los vecinos, pues nunca nadie pasa por aquí. Cuando le recibí, me di cuenta de que jamás había estado más equivocada.

Estoy ahora frente a él. Es un hombre de mediana edad, más o menos como mis padres. Lleva el pelo castaño por encima de los hombros, y una barba corta y bien recortada. Podría decir que es atractivo, si fuera mi madre. También porta una túnica larga y oscura, que se le ciñe lo máximo posible a su cuerpo, y que le debe quedar grande, pues parece pisarsela. De su cuello cuelga un medallon que le llega hasta el pecho, y que exhibe el símbolo de un gran árbol, parece algún tipo de emblema.

El hombre me mira fijamente, ¿debería preguntarle quién es? Por su aspecto sabio y tranquilo deduzco que es alguien importante, pero, ¿eso es lo que se hace en estos casos, no? Voy a abrir la boca para formularle la pregunta, pero anticipa la respuesta sin que yo mencione aún nada.

-Soy Julius, el director del Elion, sé que es tu deseo entrar en esa escuela, y seré yo el que tenga el placer de admitirte en ella, para eso debo hablar con tus padres.- me quedo petrificada, observando a la persona que tengo frente a mí, y que parece sacada de un sueño. Él es el director de la escuela con la que tanto he soñado, en la que tantas veces he imaginado estudiar. Y ahora está delante mío, espectante.

-¿Puedo pasar?.- me pregunta, al ver que mi mente anda muy lejos.

-Eh... sí, por supuesto. Pase.

Me hago a un lado, permitiéndole entrar. Julius lo hace. La puerta se cierra tras él.

-Están en el salón.- le informo.- Debe estar cansado, ¿no quiere comer o beber nada? El viaje hasta este lugar es largo y agotador.

El me dirije un cálida mirada.

-No, gracias. Lo único que quiero es ver a tus padres, tengo asuntos que tratar con ellos de máxima importancia.

Asiento, tampoco es que quiera resultar pesada. Le conduzco hasta nuestro acojedor salón, donde ellos aparecen sentados en el mullido sillón. Se giran boquiabiertos al ver al hombre al que acompaño. Me apresuro a aclarar quién es:

-Este es Julius, el director de Elion. Le gustaría poder hablar con vosostros.

Mi madre se levanta y se acerca. Me toca un hombro.

-Sabemos muy bien quien es, ya le conocíamos.- Julius acoje con una sonrisa el comentario de mi madre, y ella continúa diciendo:- Elisa, ¿puedes llevarte a Joan al jardín?

Perfecto, eso significa que me quiere fuera de la conversación. Suelto un bufido, pero no quiero parecer maleducada delante de nuestros visitante, así que obedezco. Agarro por la muñeca a la personilla de diez años que acaba de entrar en la sala y le apresuro para salir de la estancia. Miro una última vez atrás, y frunzo el entrecejo al ver las caras de las tres personas, aquello que sea lo que Julius tiene que contar a mis padres, no es nada bueno.

En el jardín de atrás, me dedico a observar a mi hermano, que lleva de un lado para otro un caballo de madera hecho por mi padre años atrás. La madera del juguete está desvencijada y desgastada, y las tuercas y tornillos desajustados, pero lo más importante es que no ha perdido aún su efecto sentimental. Aún lo lleva dentro, por eso aún es precioso, lo mires por donde lo mires.

Suspiro. Me aburre esperar a que terminen la conversación, hace que esté más inquieta. Quiero situarme al otro lado de la pared y escuchar lo que dicen, pero temo que si me descubren Julius cambie su opinión sobre mí, y en ese caso puedo perder muchas cosas. De ese modo decido subir a mi habitación, y me tumbo en la cama. Observo las fotos de la corchera, la mayoría son muy viejas. En ellas aparecen dos chicas jugando en distintans partes dr la casa. Supongo que somos Dasa y yo, porque las dos son exactamente iguales. Parece que nos llevamos bastante bien. También hay fotos de mis padres de jóvenes, en las que mi madre aparece embarazada de cada uno de nosotros.

Oigo ruidos desde el piso de abajo, mis padres y Julius deben haber acabado la conversación. Escucho mi nombre, me llaman. Me dirijo a la escalera y la bajo a saltos, ansiosa. Mis padres ma esperan en el alfeizar de esta.

-Cariño.- susurra mi madre, con miedo a que no pueda repetirlo otra vez.- Hemos coincidido tu padre y yo en la idea de Julius de matricularte em Elion. Y aunque nos pesa mucho el hecho de tener que despedirnos de ti tan pronto y mal, creemos que la mejor opción es que partas para allá acompañada de Julius hoy mismo. Ya que, además, el carruaje de lo alumnos no llega hasta aquí. Vamos, haz el equipaje lo más rápido pisible.

Me quedo inmóvil e impasible. No sé si debo reír o llorar. Todo es demasiado precipitado. Demasiado.

No obstante, lo hago. Vuelvo a subir a mi habitación y meto casi toda mi ropa en una mochila grande, al menos lo suficientemente grande para que me quepa todo lo que necesito.

Vuelvo a bajar al piso inferior, y contemplo a mi familia con los ojos llorosos. Entonces he optado por llorar... Abrazo a mis padres, que parecen no querer soltarme nunca, y a Joan. Joan es sin duda al que más echare de menos, pero él mismo entrará en la escuela dentro de unos años. Unos años... Aún me parece imposible. Unos años sin apenas ver a mis padres, sin sentir el calor de su piel. Unos años en un lugar completamente desconocido para mí. De repente siento vértigo, ya no estoy tan segura de si debo irme. Sacudo la cabeza, no. Me iré, y me iré ya mismo. Mis padres también tuvieron que dar este paso, y no dudaron ni un instante. No voy a ser menos que ellos. Les abrazo por última vez, y no vuelvo a tener ese sentimiento de vértigo. Aún cuando sigo A Julius, cuando las manos de mis padres se agitan en señal de despedida desde lo lejos, cuando atravieso la puerta de la verja y aún cuando esta se cierra tras de mí; incluso cuando subo al carruaje mágico que Julius ha traido consigo, y este empieza a moverse, ese sentimiento no vuelve. Por eso puedo despedirlos, aunque con lágrimas en los ojos, con una sonrisa en el rostro.

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