Capítulo 2

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Keyla.

Sonreí. Al mal tiempo le puse buena cara y me despedí cariñosamente de mis hijos. Dediqué un frío adiós a mi exmarido y a su nueva novia y les observé marcharse por el camino de piedra que llevaba a mi pequeña casita. Mi refugio de hipocresía, estrés y rabia. Ya me vengaría, ya. El divorcio de mi matrimonio con Hugh fue duro, utilizó contra mí todo lo que pudo. Habló de mis extraños fetiches sexuales, me acusó de ser una mala madre, de no pasar suficiente tiempo con mis hijos. Me destruyó, arruinó mi reputación de catedrática, me quitó a mis niños, me dejó sola, con un simple y aburrido trabajo de profesora de literatura en Harvard, usando prostitutas para satisfacer mi aburrimiento, aguantando los reproches de mi madre, que me tachaba de ser la única culpable del desastre de un matrimonio de siete años, destruido por el responsable padre de familia que ahora presentaba a sus hijos una rubia plástica nueva cada semana. Dios mío, no dejes que esto influya en mis pequeños. No dejes que las estupideces de unos adultos arruinen la vida de dos inocentes críos.

Volví al interior de mi casa y comencé a prepararme para acudir a una cena familiar. Mis padres, mi hermano Thiago y yo. Una felicísima familia. Me duché y peiné con tranquilidad, sin prisa ninguna, cuidando mi cuerpo, bien mantenido para 27 años y dos embarazos. Me vestí con un bonito mono blanco con flores y me maquillé levemente. Pese a todo lo que me tardé en preparar, todavía era pronto para salir hacia a casa de mis padres así que tomé mi celular y revisé mis mensajes. Dos mensajes acerca de un trabajo de clase de uno de mis alumnos, uno de mi jefe en la universidad, uno de Thiago, pidiéndome que me pusiera guapa, y uno de una kitten que solicitaba mi presencia. Parecía que desde luego esa indisciplinada gatita no comprendía que no había nada entre nosotras que me obligara a obedecer sus caprichos cuando yo tenía compromisos. Dejé su mensaje en visto, sin remordimiento ninguno, y me preparé para salir de casa. Recogí mi bolso y salí sin prisa de mi casa. Monté en mi cómodo Audi y conduje en silencio hasta la mansión de mis millonarios padres. Dos ricos empresarios decepcionados por la rebelde hija hija mayor y por la desastrosa vida amorosa del menor. Thiago compartía mis gustos de mommy kink, siendo un delicioso sumiso, con el que más de una noche disfruté, pese a ser mi hermano. Esporádicamente nos reuníamos para pasar juntos el día, en mi casa o en la suya, solos y desnudos. Cuando coincidíamos en casa de mis padres nos comportábamos con frialdad, siguiendo la ausencia de sentimientos instituida en la flor y nata de la sociedad estadounidense. ¡Ring, ring! El sonido de mi teléfono me despertó de mis recuerdos sobre la última vez que nos vimos, hacía ya dos meses y medio.

-Dígame -respondí poniendo el altavoz.

-Mami -sollozó Ginevra-. ¿Dónde estás?

-Ocupada, Gin, ya lo sabes.

-Pero... Yo quiero verte- suplicó mi actual kitten-. Por favor...

-He dicho que no, Ginevra. Y no es no-la reñí-. Ya lo sabes. Si te portas mal tendré que castigarte. Ahora me toca dejarte, ya nos veremos. Y ten por seguro que te espera un importante castigo.

Sin nada más que oír colgué a la pelirroja y seguí conduciendo hasta el lugar donde me tocaba cenar entre quejas y reproches, a doce días de que comenzara el curso. Al llegar allí deposité las llaves de mi coche en manos del mayordomo y caminé envuelta en un chal negro hasta la puerta principal, donde había una criada.

-Pase, Srta. McNamara, por aquí.

La saludé con una inclinación de cabeza y pasé al recibidor de la mansión.

-Buenas noches, Keyla -saludó mi madre, Marie.

-Buenas noches, Marie, Arthur -respondí tomando asiento junto a mi hermano, que estaba acompañado de una linda rubia-. Buenas noches, Thiago.

-Buenas noches, hermanita- Mi hermano depositó un beso en mi mejilla-. Te presento a Karen, mi nueva novia.

-Encantada.

Sin decir nada más me acomodé el bolso y aparté el pelo de la cara.

-Bueno, querida, ¿a qué te dedicas? -interrogué a la chica.

-Estudio marketing -respondió con nerviosismo.

-Y dime -continuó mi madre- ¿A qué se dedica tu familia?

-Mis padres tienen una frutería en el centro -admitió tímidamente-. ¿Puedo ir al baño?

-Por supuesto, primera puerta a la izquierda -indicó mi padre.

La chica se levantó sin dudarlo, casi echando a correr. En cuanto salió del salón la falsa sonrisa de Marie cambió a una desagradable mueca de bruja.

-¿Estás liado con una frutera?

-Mamá, ella está estudiando marketing en Harvard -protestó mi hermano.

-No pertenece a una buena posición -Mi madre negó con la cabeza-. Seremos el hazmerreír de nuestros amigos...

-Seremos el hazmerreír si la gente ve la horrible mueca que tienes y la asquerosa persona que eres -repuse calmadamente.

-Perderemos el respeto que hemos obtenido tras el divorcio de Keyla -Marie me fulminó con la mirada.

-¿Sabes qué, mami? -pregunté inocentemente-. Acabo de recibir una llamada de mi jefe, he de irme.

-¡Keyla!

-Trabajo, Marie,trabajo -Me encogí de hombros-. He de mantenerme.

Mientras salía de la sala decorada con unos anticuados muebles, me encontré con Karen. Deposité un leve beso en su mejilla.

-Adiós, querida -la abracé suavemente-. No dejes que mi madre te asuste.

Y luego me alejé contoneando mis caderas hacia la salida.

-Adiós, Lindsay -me despedí de la criada que llevaba la comida hacia el salón-. Ya nos veremos.

Harvard ~Mommy Kink~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora