Era extraño, no me dolía nada. Ni siquiera era capaz de oír las sirenas, ni sentir el frío suelo. Empecé a mover los dedos adormecidos e intenté con fuerzas inexistentes e inútiles abrir los ojos. Me invadió una sensación desconocida, como si no reconociera nada en absoluto aún siendo consciente de todo. El coche. La carretera. El claxon. Habíamos sido arrojadas por un camión, pero...¿y mi madre? Gané la batalla contra mis párpados pero la realidad que me imaginaba fue mi diferente.
Estaba en lo que parecía ser una sala completamente azul de post operación. Un gran espejo enmarcaba la estancia justo delante de mí. Pasados unos minutos, fui notando pequeños detalles y percibiendo escasas ideas. Una vía salía directamente de mi muñeca hacía un gotero de lo que pude identificar como suero. La cabeza no tarda en pesarme como su tuviera los quilos más pesados encima de ella. Los minutos pasaban sin nadie que rondara cerca a pesar de llamar en un par de ocasiones todo lo fuerte que mi cabeza me permitía. En el espejo pude fijarme en mi rostro y en lo magullado que se encontraba el reflejo que me devolvía la mirada. El oscuro pelo que recordaba lacio y largo era ahora una gran maraña de pelo enredado, como si al haber sido arrollada por un camión hubiera provocado hacer un par de piruetas en el aire. Mis facciones estaban más delgadas y perfiladas, que gracias a mi palidez destacaba de una manera singular. El reloj que había en la pared indicaba las cinco menos cuarto, pero se me hacía difícil de creer a la escasez de ventanas que presentaba la habitación.
Por fin distinguí ruidos más allá del espejo. No las reconocía, aunque tampoco esperaba hacerlo, pero por alguna extraña razón decidí que debía hacerme la dormida. Cuanto más cerca escuchaba las voces, más deprisa iban los latidos de mi corazón. ¿Porque me encontraba tan insegura? Apenas pude responder mi pregunta cuando se abrió de golpe la puerta.
-Te digo que no va a despertar.
-Lo hará. Como si no la conocieras.
-Te lo digo precisamente porque la conocemos. Seguro que todo esto no es más que una artimaña de las suyas.
-¿Y como estas tan segura?
-Ella siempre juega sucio.
Me quedé congelada. No podía verlos pero diferenciaba la voz de una chica y un chico. Aunque no las reconocía en absoluto. ¿Estarían hablando de mí? No, no podía ser. Estaba segura que no conocía a esas personas.
-Juegue sucio o no, lleva así un año. ¿Qué pretende estando en coma?- la voz del chico se acercó a mi derecha. Notaba la cercanía de su voz y no pude evitar estremecerme. Sentí que estaba tocando el suero y luego mi vía.
-Eso solo lo sabe ella. Como siempre.
El largo silencio que vino después casi me hizo abrir los ojos, pero me detuve al sentir la dura mirada clavada en mí de las únicas personas en la habitación.
-Solo espero que despierte - fue apenas un susurro pero se me clavó cada sílaba -. Será mejor que volvamos. ¿Cómo está Jeff?
-Con el brazo roto. La última patrulla les ha dejado bastante malheridos.
-¿Están con Laura?
Las voces se fueron apagando hasta que por fin reinó el silencio de nuevo. Sin embargo, mantuve los ojos cerrados unos minutos más. No sabía quién era esta gente, pero por lo visto ellos sí sabían quién era. Y no les había causado muy buena impresión, por lo visto. Fuera como fuera no me encontraba en un hospital. Ni tampoco estaba atendida por médicos. Tenía que salir de ahí y pedir ayuda.
Me deshice de la dolorosa vía de un tirón, como había llegado a ver en las películas. Me deslicé fuera de la cama a pesar del insoportable dolor de cabeza. Al llevarme la mano a la frente descubrí una serie de puntos en la sien izquierda ocultada por un rastro de pelo. Estaba descalza y el frío simplemente estaba helado, y como si caminara por hielo en lugar de mármol llegué a la puerta sin hacer el más mínimo ruido al abrirla. No pude evitar sentir pudor al llevar puesta tan solo una bata médica, ya que eso significaba que alguien me había desvestido. Pero me concentré en hacer girar el pomo de la manera más silenciosa posible, pero ante mi esfuerzo me resultó inútil. Al abrir la puerta me vino una corriente de aire fresco que agradecí en silencio pero con extrañeza. Pero a medida que avanzaba por el extraño pasillo las dudas se iban disipando. No estaba en un hospital, de eso estaba segura. Pero tampoco me encontraba en un sótano de una casa abandonada en el campo. Avancé y avancé dudosamente, como si el suelo que pisaba no fuera lo bastante firme para aguantar el torbellino de dudas que era ahora mismo. Y al ver la cálida luz solar al final del pasillo, lo ví. Aunque me costó adaptarme a la luz, no dudé en reconocer que me encontraba en un estadio de fútbol. Contemplaba una estancia enorme desde uno de los extremos del palco. Sin embargo, no había rastro de porterías o balones... en su lugar había estantes y armarios con diferentes tipos de arma blanca donde se supone que debían estar los banquillos de los jugadores. En el centro del campo, en cambio, habían banquillos, sillas, cuerdas... colocados de una forma estratégica para llegar a formar lo que suponía como una especie de carrera de obstáculos. Era como si el estadio en sí lo hubieran transformado en una especie de campo de entrenamiento.
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Antes
Teen Fiction"Era extraño. No me dolía nada. Ni siquiera era capaz de oír las sirenas, ni sentir el frío suelo. Empecé a mover los dedos adormecidos e intente con fuerzas inexistentes abrir los ojos." Nunca creí que esto pudiera pasarme a mí. Despertar despu...