CAPITULO 11

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Kellin, su estrella no podía apagarse de esta forma, no era el momento y no debía ocurrir así. No después de lo que mi boca le dijo, él tenia que escucharme decirle todo, saber que yo, mi alma, mi corazón, y cada célula le pertenecía por completo, solamente a él  y aunque jugara el papel del noviecito con Danielle para tratar de sacármelo de adentro, no conseguí más que acrecentar mi amor al tenerlo lejos. 

Si alguien me hubiese ofrecido una fórmula mágica, todo absolutamente todo mi patrimonio lo entregaba con tal de verlo sonreír una vez más. Necesitaba decirle lo mucho que lo amaba, que me diera una nueva oportunidad, no la desperdiciaría esta vez, estaba dispuesto a todo, a dar todo de mi para hacer feliz a este ser que saco mi alma de la oscuridad llenándolo de luz, me hizo entender lo maravilloso que es amar; atrás quedarían mis días de desenfreno, de alcohol, de falsa dicha, solo me dedicaría integra y exclusivamente a él, a tratar de devolverle todo lo que me dio.

Fui hacia mi casa, hace días que no la pisaba, caminé, no quise manejar, noches enteras sin pegar un ojo de seguro chocaría, quedaba algo lejos, caminé durante un largo rato. Las nubes se formaron, era un día soleado, en escasos segundo el cielo quedo totalmente gris, un aguacero inmenso se abatió sobre mí. Busque refugio en el primer lugar que encontré. El agua estaba muy fría y era pleno invierno. Miré hacia ambos lados, genial, una linda y apacible iglesia.

-¿Como caí yo acá? -Me pregunte.-

Ya estaba por irme, sin importar que el agua me helé los huesos, cuando escuche una voz.

-Hijo mío. -Giré. Un hombre bastante mayor un anciano para ser más claro, me miraba esbozando una gentil sonrisa. -Estas en el lugar correcto. -Lo miré de nuevo; un sacerdote. -Veo la tristeza en tus ojos, a veces hablar con él nos ayuda.

-No es este el caso.

-¿Que es lo que te agobia hijo? -Quise gritarle. Que le importa viejo metiche. Pero su persona me inspiro confianza.-

-La persona que amo está muy mal, demasiado grave y enserio no quiero que muera.

-¿Amas mucho a esta persona?

-Mas que a mí mismo.

-Reza, envía tus plegarias a nuestro señor él siempre escucha.

-¿Sirve de algo? -Pregunté.-

-Hijo, la fe es lo último que se pierde; mira. -Me mostró un pequeño rosario. -Tengo esto en mi familia desde varias generaciones atrás, perteneció a dos personas que se amaron mucho, su infinito amor los condujo a la luz.

-¿Me lo está regalando? -Pregunté asombrado. El objeto era de plata y al parecer algo valioso.-

-Esta mano. -Lo colocó en mi palma, cerrándola luego. -Es la correcta. -Miré el objeto era precioso. -Algunos en mi familia decían que estaba encantado, pudiendo obrar milagros.

-No sé qué decir.

-Nada, solo tienes que creer.

Ese sin dudas fue uno de los hechos más raros que me ocurrió, caminé unos pasos antes de salir; miré de nuevo. El anciano desapareció. Rasque mi cabeza algo atontado, Miré una vez mas ese objeto en mi mano y supe que tenía que volver con el donde Kellin. 

Tuve suerte y no tenía ninguna enfermera impidiéndome el paso, ingrese sin mayores problemas donde él descansaba. Lo miré durante unos segundos, mis ojos una vez se llenaron de lagrimas; era... Bueno, sigue siendo un ángel, la luz de la luna dejaba verlo en su totalidad, tan perfecto, tan tierno que hasta parecía sonreír en su sueño. 

Le quitaron el respirador, buena señal que ya sus pulmones trabajaban normalmente. Me acerqué tomando su mano con delicadeza, temía lastimarlo, sus dedos parecían ramas secas de tan delgados que estaban. Sonreí al sentir su tibieza, estaba acá, conmigo, no me abandonó, entrelacé sus dedos con los míos, dejando el rosario en medio. No pude resistir mas, tuve que hacerlo, días sin probarlos, anhelándolos, acorte las distancias, uniendo mis labios a los de él, seguían tan dulces y adictivos como siempre. Corrí mí cabeza a su oído izquierdo Te amo Kellin. Le susurré sin soltar su mano. El milagro tan esperado sucedió, sus bellos ojos se abrieron, mirándome una vez más.

Mi Único Amor [Kellic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora