Itamii.

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Recuerdo que mi padre fue un médium, sí, de esos que ven cosas y sinceramente, no le creía. Porque él se la pasaba hablando acerca de lo que veía en los demás pero nunca me dijo que veía en mí, ¿será que él realmente veía algo que no le gustaba o era toda una farsa?
Solíamos hablar mucho, me gustaban sus ojos verdes brillosos mientras contaba cosas que él podía ver, personas y cosas que pasarán. Era magnífico escucharlo y casi parecía crearse una novela mientras contaba cada fantasía dentro de su cabeza. Era maravilloso sentarse oírlo y sentir la sensación de poder meterse en su nido de sueños, es algo que te hace querer ver lo que él ve, pero, luego te sientes decepcionado: porque sabes que de cierta forma, las palabras que resuenan en tus oídos de tus vivencias en la niñez aún se mantienen intactas y tu corazón se va quebrando en partes pequeñas, no puedes confíar en su palabra y lo que pasará con él.
También había llegado a varias conclusiones mientras lo veía hablar tan animadamente sobre lo que él pensaba y pasaba por su mente; como que si él veía mi futuro, creo que vió algo realmente malo y teme volver a recordarlo, o que quizás, no me diría nada porque sabe que es un farsante y teme que me decepcione de él. De todas formas, mi padre siempre fue como un ejemplo para mí y me sentía muy orgulloso de él; porque el me crió y me cuidó. Pero, aún así había un sentimiento muy triste que se plasmaba dentro mío recordándome hechos que sé bien que no se quitarían así por así. Temí, sí. Desconfíe, también. Soy humano, y estamos echos para cometer demasiados errores para luego darnos cuenta de que lo que hicimos estaba mal y debíamos cambiar aquello que tan mal hacíamos, eso lo tuve tan en claro que se hizo como un tatuaje en mi cuerpo; y luego también entendí, que a pesar de ser algo que es difícil de quitar, como una frase en tu mente que es dolorosa, un tatuaje también puede quitarse.
Mi papá repetía ❝Si tan hundido estás, ¿por qué no buscas salida del lugar?❞ al principio me reía, porque la frase pertenecía a una canción de una película para jóvenes y él, al parecer había quitado esa parte para darme una enseñanza a mí. Cuando él lo decía me mofaba de aquello y rodaba mis ojos para luego intentar de cambiar el tema dejando de laso aquello que me hacía sentir avergonzado acerca de él. No entendí en mi juventud a que se debía esa simple frase y luego cuando él me miraba con ojos brillantes y la sonrisa más amplia que podía ver, lo comprendía. Lo comprendí cuando llegué a mi pequeño apartamento alejado del campo y decía ❝ya llegué.❞ y no había nadie ahí esperando por mí; porque supongo, que las personas deberían tener mejores cosas por hacer que esperar por mí. Así que me sentaba en mi pequeña mesa, con una silla en frente vacía y comía comida semi-congelada hasta que mi estómago rugía en dolor y luego me tiraba en mi cama a pensar en cuánta vergüenza pasé, con sólo ir a ver mi padre y caminar por las calles.
Habían noches, donde lloraba; lloraba con tanta fuerza que la saliva caía por mis labios y mojaba almohada. Creo que solía llorar porque me sentía miserable estando solo, pero a su vez, la compañía de alguien me hacía sentir algo indeseable y quería escapar de la estrechez entre la persona que estaba frente mío y yo mismo. Nunca quise hablarlo con alguien, ni siquiera con mi padre por más que quizás, él lo supiera. Creo que era la cobardía acurrucándose entre la calidez de mi tristeza y soledad, abarcándose en un lecho que pronto comenzaría a desaparecer. También estaba el echo de que odiaba ver los ojos de mi padre llorosos, frunciendo sus cejas con preocupación mientras yo le decía como era mi forma de pensar. La última vez que vi esa expresión fue cuando le dije que me sentía muy incómodo viviendo con él y su pareja, él tenía las cejas flexionándose hacia arriba en señal de que algo se había roto dentro suyo, y sus ojos verdes parecían opacos ante los míos; recuerdo que él lloro demasiado mientras me decía que no me perdería como a mis hermanos, y yo le juré hasta el día de hoy, que jamás me iría de su lado, además ¿cómo podría abandonarlo?
Tal vez él nunca aceptó el echo de que su ❝niño❞ quiera ser alguien dependiente de sí mismo, supongo que él planeaba quedarse dándome besos y comidas deliciosas hasta que su tiempo en el mundo se agote. Fue una sorpresa para ambos el que me haya echo de valor para enfrentarme ante su ceño de tristeza. La cobardía también hizo de su parte en las primeras noches fuera de mi casa; él solía llamarme a altas horas de la madrugada solo para preguntarme si estaba bien abrigado y si mi lugarcito estaba con suficiente seguridad. Podría sonar cliché o algo como lo que una madre dedicada a sus hijos haría, pero en mi caso mi padre se preocupaba por mí y mi madre permanecía enterrada en mis recuerdos de la niñez (adolescencia.) Y luego de jurarle miles de veces que tenía suficientes cobijas y que todo estaba bien cerrado para que nadie burle su seguridad, él me decía ❝te amo, te quiero y te extaño.❞ hasta que acababa durmiéndose con el teléfono pegado al oído y mis lágrimas mojando la almohada. Eso duró tantos meses hasta que me acostumbré a sus llamadas despertinas y a mis lágrimas miserables y cobardes. Lloraba porque cuántas veces él me susurraba cuanto me quería, yo más estúpido me sentía y más ganas de acabarme tenía. Al final su pareja lo convenció de que debía dejarme crecer y dejó de llamarme; en ése entonces, yo me acostumbré tanto a aquella muestra de afecto, que me desvelaba esperándolo mientras él dormía plácidamente.
Las visitas comenzaron cuando cumplía mi sexto mes viviendo solo., él comenzaba a venir a mi pequeño lugar y traía velas y esas cosas porque decía que limpiaría mi mundillo esperando que así, pueda vivir siempre en paz. Sabía que era una excusa para ver en que condiciones vivía y si el lugar era bueno para mí. Él acababa yéndose con una sonrisa de oreja a oreja y el pecho apretado en tristeza porque sabía, que tanto él como yo, no viviríamos de nuevo juntos y que a pesar de todo lo que él me decía, seguiría en mi desgracia. Aquel mundillo no era para nada sucio, él elogiaba la limpieza y el orden de mis cosas; también decía que el barrio era como un típico vecindario de películas y me felicitaba por mi buena elección. También colocaba velas, escribía mi nombre en ellas y las colocaba en lugares visibles y se quedaba veinte minutos rezando sólo por mí, luego nos sentábamos y tomábamos té con cosas dulce que tanto le gustaban. Y ahí iba de nuevo; nuestra rutina cuando convivíamos volvía y él me relataba sobre las personas que acudían a por sus servicios y todo sobre lo relacionado con ellos. Hacía ademanes con sus manos y fantaseaba tanto hasta que se le secaba la boca y me pedía si podía calentarle el té que se le había enfriado. Así eran nuestras tardes juntos, muy pocas veces me hablaba de su pareja y nos reíamos porque eran divertidas sus anécdotas juntos. Para cuando el sol se iba escondiendo él tomaba su boina color marrón y se ponía de pie quejándose de los huesos y del gobierno por aumentar tanto su medicamento para los huesos: odiaba admitir que los años se le venían encima y que estaba envejeciendo. Yo me agachaba a su altura y dejaba un beso algo seco en su mejilla, y luego él estiraba su mano, tocaba mi cabello y solía decirme que cuando él fue joven, tenía tanto cabello como yo.
Lo acompañaba hasta la salida del hotel, donde él tomaba su bicicleta y con una sonrisa amplia me pedía (rogaba) que volviera a hablarme con mis hermanos, porque cuando él se iría, me quedaría tan solo como él., yo le podía asentir con la cabeza ante su petición, la verdad es que hablar sobre mis hermanos me molestaba y también me molestaba como él, podía perdonarlos cuando ellos le hicieron mucho mal; ❝cuando seas un padre lo entenderás. A pesar de todo, siempre amarás a tus hijos, no importa cómo y quiénes sean.❞ eso me decía y luego se marchaba a la estación de bus para irse a su pequeña casa a las fuera de la ciudad.
Cuando él se iba, sentía mi corazón apretarse mientras resistía mis ganas de llorar en público y me agarraba la camiseta diciéndome que estaba pasando vergüenza una y otra vez. La chica del bar me saludaba tan animada como siempre y luego de tropezar con mis palabras, lograba responderle el saludo hasta prácticamente correr a mi lugar especial. Extrañaba muchísimo a mi padre, a pesar de que hacía apenas unos segundos que lo veía; yo lo extrañaría como si hubiesen pasado miles y miles de años sin verlo.

Parte de mis recuerdos giraron en torno a eso. Yo seguía tan solo como siempre y él tan alegre que me causaba envidia. Lo que más me gustaba era visitarle y que él junto con su pareja me recibieran con tanta calidez. Él también me cantaba, oh claro que sí; cantaba canciones que por poco se conocía la letra, y realmente no cantaba bien. Terminaba dándole algo de dinero diciéndole que el show había terminado y él me volvía a dar de esas sonrisas suyas que me hacían doler el pecho.
Su pareja bromeaba conmigo y entre ambos, se peleaban y luego se arreglaban. Lo que me gustaba de ellos que a pesar de los años en que prevalecieron juntos, no habían demostrado muestras de amor frente mío, porque sabían y comprendían lo que pasé con mi madre y lo menos que ellos deseaban era que me sintiera así con ellos. La verdad, verlos juntos me hacía sentir muy feliz y podría parecer una fangirl cuando los espiaba dándose un beso a escondidas.
Mi padre muy pocas veces mencionaba a mi hermana mayor, le dolía en parte su muerte y creo que de alguna forma lo hacía aliviarse. Mi hermana en sí, no podía quedarse en esté mundo. Ella... ella, creo que no era suficiente y los que se acercaban a hablarle rápidamente captaban su poco valor sobre su vida. Y cuando ella se suicidó a los veintidós, él sufrió demasiado pero también se alivió, porque comprendió que no podía retenerla en su deseo egoísta y que, si ella moría, él estaría tranquilo y ella igual. Para algunos puede sonar algo, mh, poco inhumano dejar ir a un hijo, pero también es inhumano retener a alguien que ya se cansó de ser un inútil y estar ahí esperando a alguna noticia nueva. Mientras tantos mis otros dos hermanos nos habían dejado hace demasiado tiempo, no estaban muertos pero se alejaron de él por cosas, quizá por cosas de la vida. En sí mi madre influyó demasiado en el cambio de pensamiento de mis hermanos, y a todo esto, mi padre sufría con tanta desesperación cuando ambos dejaron de contratarlo y cuando pasaba el tiempo y ellos no le visitaban ni siquiera para navidad o su cumpleaños. A todo esto, yo alimentaba el deseo de vera mis hermanos pudrirse en su mierda y también me llenaba de odio y envidia porque él seguía pensando en ellos y no se enfocaba más en mí. Mis hermanos ni siquiera vinieron para el velorio de mi hermana mayor, tampoco mi madre o algún familiar por parte de ella. Solo participó mi padre, su pareja, amigos de mi padre y yo.
Él se enojó conmigo cuando mi hermana murió, porque no derramé una lágrima ni siquiera cuando me empapé de sangre o cuando ella me gritaba perdón al oído. Eso duró dos semanas y luego él se cayó en mis brazos desahogándose en mi pecho y su pareja fundiéndose en lágrimas en la habitación de al lado. Fue duro para mí verlos llorar y caminar con la cabeza gacha, o sus ojos verdes llorosos mientras contaba anécdotas (que había contado muchas veces) de mi hermana en las noches de abril, cercanas al cumpleaños de ella. Siguió pasando el tiempo, tanto como se pudo y poco a poco él iba recuperando la compostura, seguro porque vió en mí, algo que lo escandalizó y lo hizo querer salir hacia delante.
Eso es algo que aprecieré mucho de él. Su valentía por ser fuerte para mí, y para darme lo mejor a mí.

Mis hermanos no volvieron. Incluso ahora. Y no los contacté, ni siquiera cuando papá tanto me rogó. Creo que fue mi orgulloso el que me impedía y también el dolor de verlo a él llorando y gritando (mientras mordía la almohada) cuando el tiempo se hacia carne y ni siquiera una noticia de ellos. Él veía la gente ir y venir por la puerta de lo que alguna vez fue mi casa y se sentaba a esperar para cuando mis hermanos llegaran; yo podía reprocharle, diciéndole y enojándome porque sé que si ellos volvían, él les abriría los brazos y los amaría creo que incluso más que antes. Sé que en sus ojos permanecía el recuerdo de nosotros siendo apenas unos críos y estando a su lado gritándole ❝¡papi! ¡papi!❞ tantas veces hasta que se le aturdían los oídos. Fue tiempo doloroso para mí el vivir con él, porque el se sentaba en la cochera y observaba la puerta hasta que ellos pudiesen volver., no creo poder decir que eso influyó a que mi fuera de casa, pero seguro en mis pensamientos egoístas pensaba que él estaba mejor sin mí y por eso me fui.

Hoy en día me jacto de no estar con él, viviendo en la casa a las fueras de la ciudad y sentarme a su lado viéndolo mirar la puerta con tanta ilusión que dolía. Me arrepiento de no verle envejecer y de no apreciar como su cabello se ponía blanco y como el tiempo iba consumiéndolo. Lo amé, lo amo y lo amaré tanto que me causa mucho dolor. A pesar de que me aseguraba a mí mismo aceptar su muerte, es algo que se abre día tras día y duele muchísimo el saber que si voy a casa, él no estará ahí. Es muy doloroso el recordarte a ti mismo que alguien a quién querías tanto ya no podrá abrir sus ojos y que no lo volverás a ver de nuevo. Aún en mi soledad, sigo llamándolo y buscándolo, como si él de alguna forma me contestara mi llamado y vendría a rodearme con sus fornidos brazos a pesar de que a mí me daba vergüenza ser abrazado.
Sí, lo extraño.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2016 ⏰

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