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1,2,3.1,2,3— Bruno contaba una y otra vez en un hilo de voz. Se sentía cansado, asustado, buscando la perfección en cada paso que daba firmemente. Su pecho subía violentamente y bajaba dejando su diafragma totalmente vacío. Cada paso firme, cada movimiento, cada sonrisa que soltaba en aquellos saltos en los que tanto se esforzaba, hacían que la figura del conocido bailarín se vuelva majestuosa. Tenía el talento desde pequeño, desde que lo descubrió sin querer intentando olvidar las penas de un amigo fallecido. Necesitaba descargar la tristeza, la impotencia, la rabia de perder a quien era en ese entonces, su mejor amigo.

Era algo arriesgado, según él, que alguien lo viera ensayar, sobretodo porque más que vergüenza que podía sentir de bailar frente a un público, tenía miedo de ser descubierto.

Bruno Levesque era un joven común pero con un talento inigualable. Tes blanca, cabellos rizados marrones, hoyuelos que adornaban sus coloradas mejillas pero existía un detalle en su rostro que no iba de acuerdo a su verdadero yo. Unos ojos marrones los cuales necesitaban disimular un arriesgado personaje. No le gustaba hablar de lo que sentía, del por qué lo hacía, del por qué se había acostumbrado a esta forma de vivir pero necesitaba sentirse libre. Necesitaba controlar sus ganas de gritarle al mundo lo que él era, lo que deseaba y atormentaba. Necesitaba gritarle al mundo sin temor quién era en verdad.

Daba pasos tan perfectos y precisos que los miles de premios que podía tener en casa lo demostrarían, sin embargo, él se encargaba de quemar cada y uno de ellos. Con esta pasta que él adquiría, confeccionaba lindos y elegantes anillos de tamaños colosales que podían mancharse de sangre sin querer.

Sus cabellos era lo más llamativo de él. Era corto, ruloso, vivo, brillante, tan bien cuidado y delicado de peinar que sabía que él mismo no podía hacer ese arriesgado trabajo.

Su sonrisa era de esas curvas perfectas que alegraban hasta al más apático. Su voz era tan profunda que era capaz de retumbar en las paredes del cuarto.

Y por último, su cuerpo. Aquella perfecta escultura, virgen, sin manchas, envidiable. Piernas tan bien formadas, brazos tan gruesos y majestuosos. Abdomen marcado y vientre donde una "V" era lo que hacía que varios espectadores quedaran impactados e incluso, duros cada vez que las telas de su vestuario se levantaba. Era... Increíble.

No existía imperfección en su rostro. Ni un solo vello adoraba su mandíbula ni mejillas. Nada. Parecía tan irreal, tan fantasioso.

Bruno no tardó mucho en dejar que la música lo guíe hasta el final y que termine acostado en el frío piso de madera de la sala de ensayo. Necesitaba un baño pero era casi imposible mover su cuerpo una vez terminado aquel baile el cual había estado practicando hace casi ya 3 meses. Intentó arreglar sus cabellos mirando hacia la puerta abierta de los vestidores pensó 2 veces más antes de levantar su cuerpo a la fuerza y caminar hacia ella.

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Joder...- gimoteó el chico de ojos azules mientras el joven de ojos claros que tenía en frente devoraba con lujuria y sensualidad su falo y hacía esfuerzos para no dejar salir arcadas por miedo al rechazo del mayor.

Alexandr Kuznetsov, más conocido por su propia hermanad, Louis, era un joven de unos 24 años. ¿Qué necesidad de llamarle Alexandr? Fácil. Todo mafioso en la ciudad debía tener una doble identidad. Debía cuidarse de aquellos que querían herirlo o ubicarlo. Su existencia era un permanente secreto, secreto el cual, el mínimo error, podía costarle la vida o la de sus allegados.

Disfrutaba de cada caricia, de cada actitud tan repugnante y facilista del jovencito que tenía en frente. Lo masturbaba mientras rodeaba con la lengua, diferentes partes de su miembro viril, desde la base hasta la punta, desde los testículos hasta aquel huequito en el centro de la cabeza que tanto placer le proporcionaba. Cerraba los ojos con algo de fuerza y apretaba las sábanas que lo cubrían mientras su cuerpo se preparaba para recibir un orgasmo tan fuerte que sabía que no podría controlar, pero, lastimosamente, su acompañante decidió alejar su boca dejando un hilo de saliva desde la ingle hasta su boca.—
Fóllame.

Louis lo escuchó y abrió los ojos inmediatamente. Inclinó su cuerpo hasta él y lo acercó simplemente para besarlo y posar sus manos sobre la camisa semi abierta que este chiquillo tenía. Chupaba su labio inferior y tiraba de él cada oportunidad que tenía, sin embargo, no estaba preparado. No, no, no.

Louis se levantó intentado disimular aquel asco que empezaba a sentir por la gran cantidad de saliva que llevaba sobre las piernas y sobre el acompañante que había rogado, sin vergüenza, que no penetrara.— Hmmm, Nicolás.— Mencionó girando solo su cabeza y buscando en el clóset de su habitación unas toallas para poder secarse.— Yo la pasé bien, sí, pero...— Se interrumpió a sí mismo girando el cuerpo sobre su propio eje y quedando frente a un joven que acariciaba sus labios con los pulgares y probaba la poca esencia que había escapado del trozo de carne que había tenido frente a él segundos atrás.— Solo retírate.

Louis podía ser muy cambiante, demasiado a decir verdad. Su actitud podía ser feliz a amargado en un momento. No era bipolar, claro que no, solo tenía el problema de no poder controlar su ira. Y esto causado algo tan inocente, tan estúpido pero tan mal visto en su hermandad:

Aún era casto.

"¿Louis siendo casto? ¿Es broma?" Era un par de preguntas muy pero muy comunes en aquel lugar. Formaba parte de los susurros de cada día en ese lugar. Su padre había intentado llevar a mil chicos y chicas a su casa, miles, sin embargo, el mayor nunca se atrevió de pasar de un oral o de un tocamiento muy inocente. ¿Qué era lo que esperaba? ¿Morir virgen a los 40?

Louis podía sentir la frustración, cada vez que sentía la necesidad de tomar la iniciativa, algo pasaba. Odiaba que sus acompañantes sea tan fáciles, tan ingenuos, tan temerosos, tan virgenes, tan experimentados. Eran muchísimas las contradicciones que el mayor tenía, simplemente nadie llegaba a aquel punto que Louis necesitaba. Nadie alcanzaba aquel título de "Perra follada por mi hermanito" como Lottie solía decirle.

¿Y qué más da? Si Louis tenía ese lado casto bajo una imagen de chico malo, no importaba. Sabía que era más fácil para el matar a una persona con sus propias manos que cojerse a alguien por atrás, y lo primero era algo que le daba más placer que nada en el mundo.

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@bullshitskings  (Twitter) 

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La Ternura del Peligroso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora