Solo quedaban mis palabras,
Mis sinfonías,
Las más bellas baladas,
Y las letanías.
Del pozo oscuro de mi folio,
Surgían, sin vida, mis recuerdos que morían,
Elevándose como un promontorio,
Teñidos de negro por el paso de los días,
Es la banda sonora del odio.
Del viento que se lleva las palabras,
La belleza, la tristeza vi nacer,
Solo es la hoja que forma parte de la crónica macabra,
Que por el viento se deja mecer.
La tranquilidad de un soplo se cegó,
Y se fue volando,
Con el estandarte de los colores del adiós,
Dejando a su paso un olvido largo.
Junto a mi subconsciente,
Yo me muero,
Aunque mi pesar sea permanente,
Vivo la reencarnación del recelo.
Me evaporo con mis lágrimas,
Me desintegro en mi infierno,
Aunque me recompongo con la lámina,
De este papel eterno.
Estallo en veinte mil trozos,
Diez mil vivos,
Diez mil hechos despojos,
Y en el centro, mi corazón echando resoplidos.
Es mi último suspiro,
Veo el tiempo, mi enfermedad,
Caigo en el olvido,
Muero bajo mi propia eternidad.