Coma Black

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Coloqué ambos auriculares en mis oídos, al tiempo que observaba la calle vacía a través de la ventana, únicamente iluminada por una farola.

"Llegas tarde"- me avisó mi padre desde la cocina, como si yo no supiese ya que llegaba tarde, y como si no me diese medianamente igual. Francamente así era.

"¿No vas a llevarme?"- pregunté, sin apartar mi vista de la ventana. Eran las 6:30 de la mañana, aún era de noche en Busán, y por si se lo preguntan, sí, yo soy el idiota que debe ir a estas horas a la escuela. No es que las clases empezasen tan temprano, sino que mi escuela se encontraba en el centro de Busán, y yo vivía en Buk-gu, un distrito perdido lleno de ancianos y señoras divorciadas con hijos. Tal vez era por eso que no tenía amigos... O tal vez porque eran todos idiotas, y me daban asco.

"No, puedes tomar el bus e ir solo"- respondió con una sonrisa, como si a mí me agradase la idea de caminar diez cuadras hasta la bendita parada de autobús con aquel frío, y luego soportar el viaje sentado entre decenas de personas. Y en parte sí me agradaba hacerlo, puesto a que podría ir caminando por la calle con mis auriculares, sin tener que saludar a los amigos de mi padre que se cruzaban por el camino, y nadie podría decirme que me los quitara, o que entablara una conversación y fuese más sociable.

Tomé la correa de mi bolso en mi mano derecha, y aún arrastrándolo por el suelo junto con los cordones de mis converse, abrí la puerta y salí a la calle.
Observé en todas direcciones esperando no encontrarme con nadie, para luego comenzar a reproducir música en mi celular, y disponerme a caminar.

Odiaba todo en ese maldito lugar, desde la incompetencia del gobierno hacia el desinterés de los ciudadanos que parecían no inmutarse ante una jodida amenaza de guerra por parte de Corea del Norte. Odiaba que los adolescentes fuesen tan arrogantes y despreocupados, y a su vez odiaba que los ancianos fuesen tan cerrados de mente y nos tratasen a todos los jóvenes por igual, como si nuestra nación estuviese segunda luego de las ganas de desvivirnos en una fiesta. Odiaba que nadie se propusiese hacer nada para mejorar, y odiaba que relacionaran mejorar el país con el desarrollo escolar y esperaran que fuese yo quien se sacara un maldito diez en cada examen de matemática, como si mejorar este jodido mundo fuese lo mismo que resolver la raíz cúbica de A. Y también odiaba que las cosas fuesen tan rápido, que no nos dejasen un segundo para respirar y observar el paisaje sin que te construyesen un edificio de mil pisos en las narices.
Solo quería terminar la secundaria de una vez, comenzar el servicio militar, y luego ver qué más haría para volver mi vida un poco más parecida a la de cada jodido habitante de Corea del Sur.

Aunque a quién engaño, también odiaba la disciplina, y el trabajo duro, y el ejercicio. Así que siento haberos hecho perder vuestro tiempo, pero pueden olvidar todo lo que he dicho hasta ahora.

Además de ser un partidario de odiar todo aquello que produjese sombra, incluído yo, era partidario de la irrefutable y decadente creencia de que este mundo ya ha pisado fondo, y nada ni nadie podrá mejorarlo. Por lo que sería inútil intentar hacerlo, y más sabiendo que no me sentía perteneciente a él.

¿Qué más se puede decir de mí? No mucho. Supongo que fuera de toda esta deprimente palabrería solo soy otro chico de diez y seis años que ha nacido en Corea, pero no en Seúl. Que va en penúltimo año de secundaria, aprueba cada examen sin ser un sobresaliente. Que sabe los nombres de todos sus compañeros aunque no saben el suyo. Y que a pesar de vivir en un mundo tan horrible, no lo sufre en lo más mínimo, ya que francamente no me importaba.

▲Confessions▲ JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora