II.

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Capítulo 4

Amablemente saludó al chofer que abría la puerta, mientras Danna subía al coche con una mezcla de sentimientos. El nerviosismo no le daba tregua y, con lo intermitente del descanso de la noche anterior, se sentía un tanto preocupada.

A pesar de tener asegurado el puesto de pasante, sabía que para lograr ocupar un lugar indefinido en esa empresa debía trabajar muy duro e impresionar a su jefe; pensando en ello se había puesto un pantalón negro con finas rayas blancas y una chaqueta a juego, una delicada blusa blanca que sinceramente le fascinaba y se había calzado unos preciosos zapatos de taco fino que la hacían ver más alta de lo que en realidad era y eso a ella le encantaba. Sí, si de algo tenía que quejarse a la naturaleza, era lo corta de estatura que era. Medía tan solo 1.60 m.; sin embargo, cuando se contempló en el espejo le gustó lo que vio, así que se maquilló ligeramente y se dejó suelto su hermoso cabello, antaño una bonita y larga melena negra, que ahora llevaba corta, apenas pasaba la altura de sus hombros.

Se miró directamente a sus ojos castaños muy claros y notó, una vez más, lo que desde hace algunos años veía; mejor dicho, lo que ya no veía en ellos. Les faltaba ese brillo que tenían cada mañana, esa mezcla de inocencia y emoción por un nuevo amanecer. Ni siquiera cuando sonreía volvía la vida a esos maravillosos ojos.

Si era cierto aquello que en los ojos se refleja el alma de las personas, entonces su alma estaba hueca, pues no expresaban nada. Se diría que ya no era capaz de tener sentimientos, solo había un vacío profundo, que Danna estaba segura nada ni nadie sería capaz de llenar. Porque, además, ella no lo permitiría.

El coche estacionó frente a un edificio magnífico que derrochaba lujo a cada paso que Danna daba, se sentía un tanto incómoda y fuera de lugar, porque aunque ya había visitado lugares así antes, nunca había tenido que ir más de dos días seguidos y aquella vez, ella aspiraba a quedarse trabajando el mayor tiempo posible. La secretaria pidió que se sentara mientras buscaba a la persona que la conduciría a su lugar de trabajo. De inmediato volvió la secretaria seguida de una mujer madura, que era toda elegancia y belleza la cual se presentó así:

–Soy la directora del área de Recursos Humanos, sígueme.

Danna había estado a punto de extender la mano cuando la señora había dado la espalda sin darle siquiera oportunidad de presentarse como era debido. Va a ser un día muy largo –se dijo a sí misma.

Se dirigían hacia el área de diseño de la Empresa y Danna se admiraba a cada paso pues ahí contaban con tecnología de punta, lo que haría mucho más eficaz y emocionante su trabajo, que ya de por sí le encantaba. Había decidido estudiar Diseño Gráfico porque se necesitaba mucha iniciativa y cada vez que realizaba un trabajo ponía todo su corazón en él y nada más ocupaba su cabeza hasta que el diseño cobraba vida y quedaba tal y como lo había imaginado. Eso realmente llenaba su vida, por eso en los últimos meses se había alejado de todos los que la rodeaban e inclusive su familia ya no sabía nada de ella.

Solo Caro, su querida amiga Caro era la que no había permitido que se alejara del mundo exterior, instándole continuamente a salir de su encierro. Pero, no era que ella se estuviese escondiendo del mundo, claro que no, solo que las ganas de descubrir lo que el mundo tenía para ella se habían esfumado. Ya no importaba.

–Siéntate, este será tu escritorio a partir de hoy – dijo la mujer señalándole una pequeña oficina que tenía el equipo necesario para que ella iniciara de inmediato su trabajo.

Cuando ya estaba a punto de retirarse, se dio vuelta y dijo:

–Por cierto, soy la Dra. Marie Auz– y la miró de pies a cabeza. Cuando terminó, le dedicó una última mirada despectiva y se fue.

Encuentro con el destino (Italia #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora